sábado, 23 de junio de 2012

Capitulo 31











Hola! como va su sábado? espero que estupendo jijiji Espero que terminen el sábado super bien y que tengan un lindo domingo! Besos.
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A Eugenia le temblaban las manos cuando abrió la puerta de la oficina de Alejo y sonrió a Tina, pero se las arregló para mantener el tono de voz firme y alegre cuando dijo:
—Espero que esté Alejo. He estado en la ciudad y me he acordado de que tenía que preguntarle una cosa.

—Es tu día de suerte —repuso Tina, sonriente. Conocía a Eugenia desde que era un bebé—. Ha llegado hará unos cinco minutos. Está lavándose las manos, pero saldrá en un minuto. Pasa y siéntate.

Lo de lavarse las manos era, por supuesto, una forma educada de decir que estaba en el baño. Aquello era lo que diría su madre, pensó Eugenia, si es que alguna vez aludía al cuarto de baño. A lo largo de treinta y dos años, no recordaba que su madre hubiera reconocido jamás la verdadera función del wáter. Las realidades físicas debían esconderse en la medida de lo posible, o ignorarse. Por mucho que lo intentara, Eugenia no se imaginaba a su madre teniendo relaciones sexuales, aunque Peter y ella constituían una prueba de que las había tenido por lo menos dos veces.

Y en cuanto a ir a ver a un obstetra y a la indignidad de tener un niño... lo increíble era que su madre no se hubiera encerrado en el dormitorio para no dejar entrar a su padre después de que nació Peter, en vez de pasar otra vez por ello.

Eugenia evitó el sofá de cuero y fue hasta la ventana para contemplar la plaza del palacio de justicia. Las flores de la primavera estaban dando paso rápidamente a la densa y abundante frondosidad del verano. El tiempo avanzaba implacable, la tierra y las plantas repetían sus ciclos ajenas a los insignificantes seres humanos, tan atrapados en su propia grandeza que creían ejercer su efecto sobre todas las cosas.
Alejo entró en la estancia sonriendo al verla.

—¿Qué te trae hoy por aquí? —Había cenado con ellos la noche anterior, de modo que cualquier asunto habría sido tratado entonces.

Eugenia miró aquel rostro delgado y apuesto, los ojos grises y amables, y se le secó la garganta.  Llevaba una semana intentando reunir el valor suficiente para hablar con él. De hecho había conseguido llegar hasta su despacho, pero ahora le falló la voz.
Alejo frunció el entrecejo al ver el sufrimiento en sus ojos oscuros.

—¿Qué ocurre, querida? —le preguntó con suavidad al tiempo que cerraba la puerta y se acercaba para cogerle la mano.

Ella respiró hondo. A veces tenía la impresión de estar loca, de que aquellos momentos que pasaba con Alejo existían sólo en su imaginación. En los ojos de él no había nunca indicio alguno de ello, ni tampoco en su forma de actuar, cuando estaban juntos en situaciones normales.

Simplemente era Alejo, el de siempre, un hombro robusto sobre el que llorar, que acudía en silencio para cargar con todo el peso que pudiera, hasta que ella y Peter fueron capaces de arreglárselas. En realidad era como si aquellos momentos furtivos los vivieran otras dos personas, papá y mamá, que se juntaban por medio de la carne de otros.

Aquél era Alejo, se recordó a sí misma. No iba a marcharse. Su amor y su apoyo no dependían de si ella se acostaba con él o no. Para él había sido algo cómodo, eso era todo, una válvula de escape para sus sentimientos reprimidos. Aquello era lo que le decía la lógica. Sin embargo, emocionalmente estaba aterrada. Ya la había abandonado un padre, su amor por ella no era lo bastante fuerte para retenerlo en contraposición con el atractivo de acostarse a Gimena Espósito. No podría soportar perder también a Alejo.

Pero estaba Nicolás. El dulce, el sexy Nicolás. Si no aprovechaba la oportunidad ya, tal vez lo perdiera para siempre, y de tener que escoger entre los dos hombres, no había opción posible.
Nicolás era su corazón, la sangre misma que recorría su cuerpo.

—¿Eugenia? —la instó Alejo con sus ojos grises oscurecidos por la preocupación.
Ella tragó saliva. Tenía que decírselo. Cerró los ojos y lo soltó sin más.

—Voy a casarme con Nicolás Riera.

Se produjo un momento de silencio, durante el cual Eugenia cerró los ojos con más fuerza, aguardando presa del pánico. Pero transcurrieron los segundos y Alejo siguió sin decir nada, hasta que por fin la tensión se volvió tan aguda que no pudo soportarla durante más tiempo y abrió los ojos.
Él sonreía, con una expresión de afectuosa exasperación en el semblante.

—Felicidades —le dijo, y se echó a reír—. ¿Qué esperabas que dijera?
Eugenia, estupefacta, se lo quedó mirando.

—Pues... no lo sé.

—Me alegro por ti, querida. Ni tú ni Peter han mostrado inclinación alguna por casarse, y eso me preocupaba. El sheriff es un hombre bueno y estable.
Ella se humedeció los labios.

—A mamá no le va a gustar.
Alejo calló durante un momento, reflexivo.

—Es probable que no, pero no permitas que eso sea un obstáculo. Te mereces ser feliz, Eugenia.

—No quiero molestarla.

—Hay algunas cosas a las que debe enfrentarse, y algunas cosas a las que no tiene por qué. En este caso, cásate con Nicolás y sé lo más feliz posible. Créeme, esto no va a molestarla ni la mitad que enterarse de lo de Lali Espósito.
¿Lali Espósito? Eugenia parpadeó.

—¿Qué pasa con ella? —Dado que su madre ya sabía que Lali se había mudado a Prescott, la frase de Alejo no tenía sentido.

—¿No te lo ha dicho Peter? —El abogado parecía sorprendido.

—Es evidente que no. ¿Qué tenía que decirme?
Alejo suspiró.

—Ha estado haciendo preguntas por ahí... sobre tu padre. Preguntas personales. Si nadie lo impide, empezará a revolverlo todo de nuevo, y eso hará daño a Ornella, mucho más que tu boda.

Eugenia se sintió como si le hubieran propinado una bofetada. ¿Que Lali Espósito estaba haciendo preguntas sobre su padre? La sola idea le parecía un ultraje. ¿Es que no era suficiente que la puta de su madre se lo hubiera llevado y ella no hubiera vuelto a verlo? Se puso roja de ira.

—¿Qué clase de preguntas ha estado haciendo? Dios santo, ¿qué se trae entre manos?

—Preguntas personales, qué tipo de persona era, cosas así. Ayer vino aquí porque había oído decir que yo era su mejor amigo. Una cosa es que hable conmigo, pero Peter ha descubierto esta mañana que ha estado molestando a Ed Morgan también.

—¿Ha preguntado por papá nada menos que a Ed Morgan? —exclamó Eugenia—. ¡Ese hombre es el chismoso más grande de la ciudad!

—Ya se ha encargado Peter —dijo Alejo en tono tranquilizador, y le acarició la mano—. Ya conoces a tu hermano. En diez segundos hizo que Ed se pusiera a tartamudear y flaquear.

Cuando Peter estaba furibundo realmente daba miedo, con aquella mirada fría y letal que ponía.  No se imaginaba a Ed Morgan soportándolo ni siquiera durante diez segundos. Aquella noticia la divirtió un momento, pero quedó desbancada por la indignación por la caradura de Lali Espósito.

—Comprendo que tenga curiosidad —dijo Alejo—, pero, como le he dicho a Peter, podría ser desastroso que se enterara tu madre.

—¡Pues yo no comprendo esa curiosidad! —exclamó Eugenia. Dios, qué poco había hecho falta para resucitarlo todo, la sensación de pérdida y de angustia, el dolor asfixiante. Sintió cómo la inundaba el odio. Se soltó la mano y se volvió de espaldas—. Peter ha cerrado la boca a Ed Morgan, pero, ¿qué va a hacer con Lali?

—No lo sé. —Alejo sacudió la cabeza negativamente—. Ya sé que no estás de acuerdo, pero cuando se vino a vivir aquí yo opinaba que había que dejarla en paz. Lo que sucedió no fue culpa suya, y se merece el derecho de vivir donde quiera. Eso es algo a lo que debería haberse enfrentado Ornella y haberlo asimilado lo mejor posible. Esto es distinto. Esto es deliberado, y es algo de lo que sí es culpable.

—Peter se encargará de ello —dijo Eugenia—. Tiene que hacerlo.

—No sé si podrá.

—¡Naturalmente que sí! Hay muchas cosas que puede hacer.

—Deja que lo explique de otra forma. No creo que pueda ser tan drástico con Lali, teniendo en cuenta lo que siente por ella. ¡Despierta, Eugenia! —la avivó—. Presta atención a tu hermano. Se siente atraído por ella. Esto no resulta nada fácil para él. Eugenia sintió que la sangre huía de su rostro y lo dejaba acorchado. ¿Que Peter se sentía atraído... por aquella mujer? No, no podía ser tan cruel. No podía hacerla pasar de nuevo por aquella pesadilla.

Incapaz de decir nada más, se despidió de Alejo con un gesto de la mano, sin poder hacer frente a la mirada de compasión que vio en sus ojos. Se apresuró a salir de su oficina, y hasta que alcanzó la calle no cayó en la cuenta de que no le había dicho que ya no iba a poder estar más con él.

Su madre se moriría si Peter se envolviera con la hija de Gimena Espósito. Los chismorreos serían tan crueles que jamás podría volver a levantar la cabeza. Dejó escapar una ligera risa. ¡Y pensar que a ella le preocupaba lo que su madre opinase de Nicolás Riera!

Continuará...

1 comentario:

  1. Eugenia k se decide, y Alejo le da una noticia bomba.Segurito va corriendo con su hermano, a recriminarle k se sienta atraido x Lali,y a exigirle d nuevo, k la eche del pueblo a como d Lugar.Espero k en algún momento, Euge sea capaz d hablar directamente con Lali.

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