Hola! como va su sábado? espero que estupendo jijiji Espero que terminen el sábado super bien y que tengan un lindo domingo! Besos.
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A Eugenia
le temblaban las manos cuando abrió la puerta de la oficina de Alejo y sonrió a
Tina, pero se las arregló para mantener el tono de voz firme y alegre cuando
dijo:
—Espero
que esté Alejo. He estado en la ciudad y me he acordado de que tenía que
preguntarle una cosa.
—Es
tu día de suerte —repuso Tina, sonriente. Conocía a Eugenia desde que era un
bebé—. Ha llegado hará unos cinco minutos. Está lavándose las manos, pero
saldrá en un minuto. Pasa y siéntate.
Lo de
lavarse las manos era, por supuesto, una forma educada de decir que estaba en
el baño. Aquello era lo que diría su madre, pensó Eugenia, si es que alguna vez
aludía al cuarto de baño. A lo largo de treinta y dos años, no recordaba que su
madre hubiera reconocido jamás la verdadera función del wáter. Las realidades
físicas debían esconderse en la medida de lo posible, o ignorarse. Por mucho
que lo intentara, Eugenia no se imaginaba a su madre teniendo relaciones
sexuales, aunque Peter y ella constituían una prueba de que las había tenido
por lo menos dos veces.
Y en
cuanto a ir a ver a un obstetra y a la indignidad de tener un niño... lo
increíble era que su madre no se hubiera encerrado en el dormitorio para no
dejar entrar a su padre después de que nació Peter, en vez de pasar otra vez
por ello.
Eugenia
evitó el sofá de cuero y fue hasta la ventana para contemplar la plaza del
palacio de justicia. Las flores de la primavera estaban dando paso rápidamente
a la densa y abundante frondosidad del verano. El tiempo avanzaba implacable,
la tierra y las plantas repetían sus ciclos ajenas a los insignificantes seres
humanos, tan atrapados en su propia grandeza que creían ejercer su efecto sobre
todas las cosas.
Alejo
entró en la estancia sonriendo al verla.
—¿Qué
te trae hoy por aquí? —Había cenado con ellos la noche anterior, de modo que
cualquier asunto habría sido tratado entonces.
Eugenia
miró aquel rostro delgado y apuesto, los ojos grises y amables, y se le secó la
garganta. Llevaba una semana intentando
reunir el valor suficiente para hablar con él. De hecho había conseguido llegar
hasta su despacho, pero ahora le falló la voz.
Alejo
frunció el entrecejo al ver el sufrimiento en sus ojos oscuros.
—¿Qué
ocurre, querida? —le preguntó con suavidad al tiempo que cerraba la puerta y se
acercaba para cogerle la mano.
Ella
respiró hondo. A veces tenía la impresión de estar loca, de que aquellos
momentos que pasaba con Alejo existían sólo en su imaginación. En los ojos de
él no había nunca indicio alguno de ello, ni tampoco en su forma de actuar,
cuando estaban juntos en situaciones normales.
Simplemente
era Alejo, el de siempre, un hombro robusto sobre el que llorar, que acudía en
silencio para cargar con todo el peso que pudiera, hasta que ella y Peter
fueron capaces de arreglárselas. En realidad era como si aquellos momentos
furtivos los vivieran otras dos personas, papá y mamá, que se juntaban por
medio de la carne de otros.
Aquél
era Alejo, se recordó a sí misma. No iba a marcharse. Su amor y su apoyo no
dependían de si ella se acostaba con él o no. Para él había sido algo cómodo,
eso era todo, una válvula de escape para sus sentimientos reprimidos. Aquello
era lo que le decía la lógica. Sin embargo, emocionalmente estaba aterrada. Ya
la había abandonado un padre, su amor por ella no era lo bastante fuerte para
retenerlo en contraposición con el atractivo de acostarse a Gimena Espósito. No
podría soportar perder también a Alejo.
Pero
estaba Nicolás. El dulce, el sexy Nicolás. Si no aprovechaba la oportunidad ya,
tal vez lo perdiera para siempre, y de tener que escoger entre los dos hombres,
no había opción posible.
Nicolás
era su corazón, la sangre misma que recorría su cuerpo.
—¿Eugenia?
—la instó Alejo con sus ojos grises oscurecidos por la preocupación.
Ella
tragó saliva. Tenía que decírselo. Cerró los ojos y lo soltó sin más.
—Voy
a casarme con Nicolás Riera.
Se
produjo un momento de silencio, durante el cual Eugenia cerró los ojos con más
fuerza, aguardando presa del pánico. Pero transcurrieron los segundos y Alejo
siguió sin decir nada, hasta que por fin la tensión se volvió tan aguda que no
pudo soportarla durante más tiempo y abrió los ojos.
Él
sonreía, con una expresión de afectuosa exasperación en el semblante.
—Felicidades
—le dijo, y se echó a reír—. ¿Qué esperabas que dijera?
Eugenia,
estupefacta, se lo quedó mirando.
—Pues...
no lo sé.
—Me
alegro por ti, querida. Ni tú ni Peter han mostrado inclinación alguna por
casarse, y eso me preocupaba. El sheriff es un hombre bueno y estable.
Ella
se humedeció los labios.
—A
mamá no le va a gustar.
Alejo
calló durante un momento, reflexivo.
—Es
probable que no, pero no permitas que eso sea un obstáculo. Te mereces ser
feliz, Eugenia.
—No
quiero molestarla.
—Hay
algunas cosas a las que debe enfrentarse, y algunas cosas a las que no tiene
por qué. En este caso, cásate con Nicolás y sé lo más feliz posible. Créeme,
esto no va a molestarla ni la mitad que enterarse de lo de Lali Espósito.
¿Lali
Espósito? Eugenia parpadeó.
—¿Qué
pasa con ella? —Dado que su madre ya sabía que Lali se había mudado a Prescott,
la frase de Alejo no tenía sentido.
—¿No
te lo ha dicho Peter? —El abogado parecía sorprendido.
—Es
evidente que no. ¿Qué tenía que decirme?
Alejo
suspiró.
—Ha
estado haciendo preguntas por ahí... sobre tu padre. Preguntas personales. Si
nadie lo impide, empezará a revolverlo todo de nuevo, y eso hará daño a Ornella,
mucho más que tu boda.
Eugenia
se sintió como si le hubieran propinado una bofetada. ¿Que Lali Espósito estaba
haciendo preguntas sobre su padre? La sola idea le parecía un ultraje. ¿Es que
no era suficiente que la puta de su madre se lo hubiera llevado y ella no
hubiera vuelto a verlo? Se puso roja de ira.
—¿Qué
clase de preguntas ha estado haciendo? Dios santo, ¿qué se trae entre manos?
—Preguntas
personales, qué tipo de persona era, cosas así. Ayer vino aquí porque había
oído decir que yo era su mejor amigo. Una cosa es que hable conmigo, pero Peter
ha descubierto esta mañana que ha estado molestando a Ed Morgan también.
—¿Ha
preguntado por papá nada menos que a Ed Morgan? —exclamó Eugenia—. ¡Ese hombre
es el chismoso más grande de la ciudad!
—Ya
se ha encargado Peter —dijo Alejo en tono tranquilizador, y le acarició la
mano—. Ya conoces a tu hermano. En diez segundos hizo que Ed se pusiera a
tartamudear y flaquear.
Cuando
Peter estaba furibundo realmente daba miedo, con aquella mirada fría y letal
que ponía. No se imaginaba a Ed Morgan
soportándolo ni siquiera durante diez segundos. Aquella noticia la divirtió un
momento, pero quedó desbancada por la indignación por la caradura de Lali Espósito.
—Comprendo
que tenga curiosidad —dijo Alejo—, pero, como le he dicho a Peter, podría ser
desastroso que se enterara tu madre.
—¡Pues
yo no comprendo esa curiosidad! —exclamó Eugenia. Dios, qué poco había hecho
falta para resucitarlo todo, la sensación de pérdida y de angustia, el dolor
asfixiante. Sintió cómo la inundaba el odio. Se soltó la mano y se volvió de
espaldas—. Peter ha cerrado la boca a Ed Morgan, pero, ¿qué va a hacer con Lali?
—No
lo sé. —Alejo sacudió la cabeza negativamente—. Ya sé que no estás de acuerdo,
pero cuando se vino a vivir aquí yo opinaba que había que dejarla en paz. Lo
que sucedió no fue culpa suya, y se merece el derecho de vivir donde quiera.
Eso es algo a lo que debería haberse enfrentado Ornella y haberlo asimilado lo
mejor posible. Esto es distinto. Esto es deliberado, y es algo de lo que sí es
culpable.
—Peter
se encargará de ello —dijo Eugenia—. Tiene que hacerlo.
—No
sé si podrá.
—¡Naturalmente
que sí! Hay muchas cosas que puede hacer.
—Deja
que lo explique de otra forma. No creo que pueda ser tan drástico con Lali,
teniendo en cuenta lo que siente por ella. ¡Despierta, Eugenia! —la avivó—.
Presta atención a tu hermano. Se siente atraído por ella. Esto no resulta nada
fácil para él. Eugenia sintió que la sangre huía de su rostro y lo dejaba
acorchado. ¿Que Peter se sentía atraído... por aquella mujer? No, no podía ser
tan cruel. No podía hacerla pasar de nuevo por aquella pesadilla.
Incapaz
de decir nada más, se despidió de Alejo con un gesto de la mano, sin poder hacer
frente a la mirada de compasión que vio en sus ojos. Se apresuró a salir de su
oficina, y hasta que alcanzó la calle no cayó en la cuenta de que no le había
dicho que ya no iba a poder estar más con él.
Su
madre se moriría si Peter se envolviera con la hija de Gimena Espósito. Los
chismorreos serían tan crueles que jamás podría volver a levantar la cabeza.
Dejó escapar una ligera risa. ¡Y pensar que a ella le preocupaba lo que su
madre opinase de Nicolás Riera!
Continuará...
Eugenia k se decide, y Alejo le da una noticia bomba.Segurito va corriendo con su hermano, a recriminarle k se sienta atraido x Lali,y a exigirle d nuevo, k la eche del pueblo a como d Lugar.Espero k en algún momento, Euge sea capaz d hablar directamente con Lali.
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