martes, 31 de julio de 2012

"Cuñados" Capítulo 11








Hola!! como andan? yo exhausta!  acabo de salir de un entrenamiento horrible...peeeero aquí me tienen :) jiij 
Chicas vayan acostumbrándose a este Peter porque en muchas ocasiones lo van a odiar!  
Espero que les guste el capítulo de hoy y firmen mucho! jejeje Besos y que tengan linda semana!
______________________________________________________________________



La cubierta del Miranda estaba llena. En la parte delantera había una docena de garrafas de aceite de oliva, cuatro cajones con pollos, dos cabras, un piano pequeño y varias bolsas de fruta y verdura.
Dos hombres de edad avanzada tocaban unas flautas y escupían a un lado.
En la caseta del timón, Lali encendió la radio para oír el último pronóstico del tiempo. Aunque el agua era clara, estaba revuelta. El tiempo había sido maravilloso durante demasiado tiempo y, cuando una tempestad golpeaba el Atlántico, era catastrófico.
—¿A qué se debe esa mirada de preocupación?
Lali echó un vistazo a Peter, quien de pronto apareció en la puerta. Ya habían pasado cuatro días desde que tuvieron aquella pelea en la playa, pero desde entonces, su relación era bastante agradable. Charlaban poco, pero al menos se habían acabado los insultos y él no había vuelto a mencionar a Jaime ni le recordó la amenaza que pesaba sobre ella. Tal vez había cambiado de opinión, pero era poco probable porque Peter Lanzani no parecía ser un hombre que rectificara su actitud. Si su intención era dejarla embarazada, nada en el mundo lo detendría. Quizá sólo estaba cambiando de táctica y trataba de ser sutil por primera vez en su vida.
—Tengo un mal presentimiento con respecto a este tiempo —susurró.
—¿Cuál es el último pronóstico? —contempló el mar tranquilo y el cielo sin nubes.
—Igual al anterior. Continuará el buen tiempo.
—¿Pero tienes un mal presentimiento?
—¡Es verdad! —exclamó, resentida—. Ahora ríete, ponme en ridículo. Llámame imbécil.
—¿Doy la impresión de estar riéndome? —sus facciones se endurecieron y sus ojos verdes brillaron de manera familiar.
—No —apartó la vista, avergonzada.
—Si aseguras tener un mal presentimiento, es suficiente para mí —gruñó.
La chica apretó la boca con desconfianza y después volvió a mirarlo buscando en su cara el más leve signo de burla, pero no lo encontró.
—¿De verdad?
—Durante los últimos días he tenido la oportunidad de observar tu trabajo. Sabes manejar este barco y estás familiarizada con estas aguas. Eres un marinero nato y confío en tu instinto.
El halago la sorprendió y sintió que se ruborizaba.
—No… no insinúo que vaya a desencadenarse una tormenta —se protegió—. Lo que quiero decir es que éste es un mal lugar para que nos pille.
—¿Por qué? —parecía desconcertado por la afirmación.
—Si consultas la carta de navegación, verás que no tenemos mucha agua debajo del barco. Estamos navegando encima de un escollo sumergido. Al norte de nosotros, el mar es mucho más profundo, y un viento fuerte sólo crea olas muy altas que podríamos salvar sin problema. Pero cuando estas olas llegan a la superficie, rompen y el mar ataca en todas direcciones, como una caldera de agua hirviendo. El Miranda no se hundiría, pero sería azotado de forma terrible.
Demasiado tarde comprendió que la invitación que le había hecho de que consultara la carta de navegación también era una invitación a que se acercara a ella, y la piel de su pecho desnudo una vez más rozó la parte superior del brazo de Lali. A pesar de que sus terminales nerviosas se sacudieron, ella se quedó inmóvil, temerosa de que Peter interpretara el más ligero movimiento de ella como un indicio de deseo sexual.
Al fin, Peter se enderezó y dijo gruñendo:
—Sería aconsejable meter la carga en la bodega, porque está muy poco protegida en la cubierta.
—Pensaba justo en eso. Nunca he perdido un cargamento y no pretendo empezar ahora. Primero meteremos en la bodega el piano y las cabras; el resto nos llevará sólo unos minutos. Los dos pasajeros pueden bajar al camarote.
—Está bien. Lo haré ahora —respondió Peter.
Lali cambió la frecuencia de la radio a onda corta y mientras escuchaba las noticias, con disimulo observó el trabajo de Peter. Después de desamarrar la grúa, Peter tiró de ella hacia adelante y la enganchó al piano. Después de ponerlo en la bodega, prestó atención a las dos cabras. Con un pedazo de cuerda, con habilidad, formó una cuna y una a una las metió en la bodega.
La chica reconoció que Jaime no lo habría hecho mejor ni más rápido y ese hombre sin duda estaba acostumbrado al trabajo duro. Lo comprendió desde el momento en que subió toda esa agua por la colina, porque un cuerpo como el de él no se desarrollaba dictando cartas en una oficina.
Por último, desamarró la lona impermeabilizada, en caso de que tuvieran que cubrir la bodega deprisa.
Apartando los ojos de él, Lali revisó la brújula y se regañó a sí misma mientras corregía el rumbo del barco. Eso es lo que ocurría cuando no se ponía atención al trabajo. Esperaba que Peter no se hubiera dado cuenta, aunque era difícil, ya que esos ojos verdes y calculadores estaban pendientes de todo.

Un poco después, Peter regresó con la chica y apagó la radio.
—¡La estaba oyendo! —se quejó Lali.
—Puedes oírla después. Ahora prefiero hablar.
—Si se trata de Jaime y de tu hermana, no quiero escucharte —le lanzó una mirada de reproche—. Habla de cualquier cosa menos de ellos.
—Está bien. Hablaremos de ti —de manera inesperada se puso detrás de ella, haciéndola abrir enormemente los ojos, cuando con las manos le oprimió los senos.
—¡Basta! —apretó el timón—. ¿Qué diablos haces?
—Pasando el tiempo de la forma más agradable que puedo pensar, dadas las circunstancias —su voz era suave y vibrante.

Continuará...

Que fresco nuestro Peter no??? un aprovechador total...ajajaja Besos las quiero!! :)

lunes, 30 de julio de 2012

"Cuñados" Capítulo 8, 9 y 10



Hola! como están?? Mil perdones por la desaparición, pero el fin de semana viaje y no tuve posibilidad de subirles, además mi compu se hecho a perder...Como recompensa hoy subí tres capítulos!
Besos!
___________________________________________________

—Desde luego —parecía enojado—. Estoy bien, ¿y tú? ¿Está contigo el hermano de Helenaa?
Cerró los ojos aliviada de que hasta ahora su hermano estuviera ileso.
—¿La? ¿Todavía estás ahí?
—Sí, Jaime. Y sí… su hermano está aquí.
—Dile de mi parte que si te pone un dedo encima, lo…
—No te preocupes por mí —lo interrumpió—. Puedo cuidarme —ojalá su voz pareciera convincente.
—Mira… iba a contarte lo de Helenaa —le aseguró después de un incómodo silencio—. Debes creerme, La. Tan pronto como me enteré de su estado, tenía la intención de regresar al Miranda a contártelo, pero estos pistoleros pagados me metieron a la fuerza en un coche.
—¿De modo que es verdad lo sucedido entre ella y tú? ¿Va a tener un hijo? —el corazón le dio un vuelco.
—Sí. Voy a ser padre —se hizo otro silencio incómodo mientras él trataba de coordinar sus ideas—. Supongo que no es el momento de celebrarlo. Déjame hablar con su hermano.
—Desea… desea hablar contigo —sentía una presión en el pecho y le pasó a Peter el teléfono.
Peter sostuvo el auricular un momento y después colgó, cortando la comunicación.
—Por lo menos podrías haber escuchado lo que quería decirte —estalló Lali.
—¿Oír sus disculpas… súplicas de misericordia? Ya es demasiado tarde —le hizo una señal al camarero quien se llevó el teléfono.
En ese momento, Pablo, el dueño del hotel, se acercó y le sonrió a Peter.
—El alojamiento que pediste está listo y la ropa que ordenaste ya llegó.
—Magnífico —Peter inclinó la cabeza, satisfecho—. ¿Y el otro asunto?
—Lo están atendiendo. Los hombres creen que necesitarán algunas horas. Estará listo a tiempo y no tendrás queja. Son los mejores de la ciudad
Uno de los temas de conversación llamó la atención de Lali. ¡Había ordenado «alojamiento»!
Tan pronto como Pablo se alejó, Lali gritó furiosa:
—No voy a quedarme aquí. Regresaré al barco.
—Me temo que no será posible —arrastró las palabras—. Pero no te preocupes. Las habitaciones están separadas.
—Sin duda las unirá una puerta —se arriesgó a comentar.
—No —sus dientes brillaron en una sonrisa depredadora—. Me atrevo a decir que estás impaciente por acabar con todo esto, pero esta noche no sería un buen momento para empezar. Has tenido un día muy ajetreado y estás cansada. Prefiero esperar a que te recuperes por completo del disgusto. Después de todo, deseo que disfrutes de la experiencia tanto como yo.
A media mañana ya estaban cerca del siguiente puerto que tenían que visitar. Peter estudiaba el mapa y después consultó su reloj.
—Llegaremos en dos horas. ¿Cuál es el cargamento esta vez?
—No lo sabré hasta que lleguemos ahí —contestó ella con frialdad—. Tal vez verduras para transportar al mercado más cercano —se apartó el cabello de la cara—. Pero antes iremos a otro lado —mantuvo firme el timón al tiempo que contemplaba el cielo azul.
—¿A dónde? —demandó, irritado.
Contenta de demostrarle que ella estaba a cargo del barco, le lanzó la pulla:
—Es cosa mía. Lo sabrás cuando lleguemos.
Al igual que ella, Peter llevaba vaqueros y sandalias, pero de nuevo se había quitado la camisa y en el estrecho espacio de la caseta del timón, el contacto ocasional era inevitable. De nuevo la tocó… su pecho desnudo le rozó el antebrazo… y un escalofrío la invadió. Tal vez lo hacía de forma deliberada, reflexionó, ya que ella era capaz de llevar el timón en la dirección correcta y no era necesario que él se inclinara y consultara la brújula cada dos minutos.
—Mira, Peter… aquí no hay sitio para los dos —el temblor de su voz la traicionó—. ¿Por qué no subes a cubierta y buscas otra cosa que hacer?
—Vamos a estar mucho más cerca que esto, Lali —sus ojos brillaron divertidos ante la aparente incomodidad de ella—. Pensé que ya te habías acostumbrado a la idea. Sin embargo, si mi cercanía te molesta, yo puedo manejar el timón. Baja a preparar café.
Sin mirarlo a los ojos, Lali bajó hacia la pequeña cocina.
El dolor de cabeza con el que se había levantado por la mañana, seguía molestándola y sólo había bebido un zumo de naranja y una aspirina.
Durante el desayuno, Peter, le preguntó con preocupación:
—¿No tienes hambre? ¿No dormiste bien?
Ella lo miró en amargo silencio, sin molestarse en contestar.
—No te preocupes —Peter alzó los hombros—. El aire marino te despejará la cabeza.
Poco después, salieron del hotel. Cargando la nueva bolsa de viaje con la ropa que había comprado, Peter caminó delante de ella por el concurrido paseo marítimo en dirección al muelle, y subieron al Miranda.
Tan pronto como había subido a cubierta, había echado a un lado la bolsa y había entrado en el compartimento del motor.
—Esta es la razón por la que no quise que subieras a bordo anoche. El ruido del trabajo de los mecánicos no te habría dejado dormir.
Lali miró el compartimento del motor con gran sorpresa.
—¡Es… es un motor nuevo! ¿De… dónde salió?
—¿Supones que un hada lo trajo? —Su irónico comentario se convirtió en un gruñido—. Ordené que lo instalaran anoche.
—No tenías derecho —balbuceó—. ¡No puedo pagar un motor nuevo! El viejo podía arreglarse.
—Nadie te exige que lo pagues —aclaró con brusquedad—. Si voy a permanecer un mes en este barco, no quiero quedar atrapado en una tormenta con un motor que está a punto de deshacerse de viejo. Este es el manual de mantenimiento —le arrojó un libro—. Es evidente que no sabes nada de motores, por lo que te aconsejo que, en tus ratos libres, lo estudies con atención.
—¿Ratos libres? —Le lanzó una mirada de resentimiento—. Voy a estar demasiado ocupada intentando preservar mi dignidad.
—Si estuviera en tu lugar, no le pondría un precio demasiado alto a mi dignidad —advirtió, inflexible—. No creo que tu hermano lo agradeciera.
De nuevo la amenazaba, pensó desesperada.



Capítulo 9

Lali contempló de nuevo el caro motor. La ganancia de un año apenas habría cubierto su precio, ¡y él se lo regalaba! ¿Acaso le remordía la conciencia y esa era una forma de… de…? No. Apartó de su mente ese pensamiento. Los hombres soberbios y arrogantes como él nunca sufrían remordimientos. Más bien le preocupaba salvar el pellejo en caso de que se presentara una tormenta.
Cinco minutos después, el Miranda se alejaba del muelle hacia mar abierto.
En aquel momento, Peter, con un gruñido de agradecimiento, aceptó el café que ella le había preparado. La chica hizo un ademán hacia una mancha en el horizonte.
—Ahí está Montevideo.
—Vira un punto al lado derecho —le pidió—. Hay una islita a la derecha de Montevideo. Iremos ahí primero, a Isla de Flores.
Peter movió el timón para tomar el rumbo que ella le indicó. Parada detrás de él, Lali sonrió. Cuando Peter se había empeñado en navegar con ella y ocupar el lugar de Jaime, no sabía lo que eso significaba.
Cuando anclaron en la pequeña bahía, el sol estaba en todo su esplendor y el calor en la cubierta del Miranda era terrible. Se dirigieron a la playa en un bote de remos.
—¿Y ahora qué? —preguntó Peter cuando arrastraba el bote sobre la arena.
—Vamos a subir por esa colina para ver a una antigua amiga mía.
Sin más explicaciones, empezó a andar. No sabía si él la iba a seguir. Quizá preferiría descansar en la playa o nadar hasta que ella regresara, pero lo dudaba. Un poco después le oyó caminar detrás de ella. Sonrió satisfecha.
En aquel calor, era agotador subir por la ladera escarpada. El lugar no podía verse desde la playa, pero poco a poco se acercaban a una casa blanca medio en ruinas.
—¿Cati? —gritó Lali al estar lo suficiente cerca de la casa.
De pronto, una anciana envuelta en un chal negro apareció en la puerta y levantó la mano para saludar.
—¿Quién es? —preguntó Peter.
—Vive aquí sola —explicó en voz baja—. Tiene setenta años.
—¿Sin familia?
—Se fueron de aquí hace mucho tiempo, en busca de una mejor forma de vida. Cati se niega a irse. Su esposo está enterrado aquí.
—Vivir sola debe de ser difícil para ella —observó—. Está loca por negarse a vivir con su familia.
—Acabo de decirte que su esposo está enterrado aquí —replicó Lali—. Para algunas personas, esa circunstancia es importante. Quizá yo haría lo mismo —después de mirarlo con amargura, añadió—: De todas formas, jamás la he oído quejarse. Cultiva toda su comida y tiene algunas ovejas y cabras. De vez en cuando su familia le manda un poco de dinero. Su verdadero problema es el agua, ya que el pozo de aquí se secó hace varios años. Ahora el único pozo en la isla se encuentra al pie de la colina por la que acabamos de subir. Es una anciana muy decidida e independiente y hace casi todas sus cosas, excepto subir cargando cincuenta litros de agua por esa colina —le dirigió una mirada significativa—. Jaime y yo tenemos la costumbre de pasar a verla, por lo menos cada seis semanas, a cambio de un poco de queso de leche de cabra, Jaime siempre le ofrece llenar el tanque donde almacena el agua. Algunas veces tarda dos horas.
—A tu hermano debe gustarle mucho el queso de leche de cabra —gruñó Peter.
—No. Lo odia.
—Comprendo. Por eso estoy aquí. Para ocupar el puesto de Jaime. ¿Qué capacidad tiene el depósito?
—Mil litros —le informó—. Cuarenta y cinco litros cada vez, significan veinte viajes al pozo —con la mirada se mofó de él—. Desde luego es probable que pienses que eso es una bajeza para un hombre como tú. O quizá tu estado físico no sea tan bueno como parece. Supongo que pasas la mayor parte del tiempo en una oficina con aire acondicionado y lo más pesado que levantas es el teléfono. Un hombre con las uñas tan bien arregladas como las tuyas, no se acostumbraría a un trabajo pesado. Supongo que tendré que hacerlo yo misma. Tardaré más tiempo, pero no puedo dejar que Cati lo haga. Le diré que…
—Por amor de Dios, deja de parlotear —la interrumpió con un bufido de impaciencia—. Yo llenaré el maldito depósito de agua.
—Magnífico. Esperaba que te ofrecieras —sonrió con frialdad.
Con satisfacción se dio cuenta de que su acompañante no perdería el tiempo. Después de ser presentado con Cati, tomó los dos recipientes de plástico y bajó por la colina.
A Cati le desagradó que Jaime no hubiera ido, pero Lali le contó la mentira de que estaba en Chile pasando unas semanas.
—¿Y este hombre… Peter? —los ojos de Cati brillaron—. Es muy guapo. Ya es hora de que conquistes a un hombre como él. Su apariencia es fuerte, como debe ser un buen esposo y padre.
Lali se las arregló para cambiar de tema y ayudó a la anciana a hornear el pan, en el horno de leña que estaba en el exterior. El sol inclemente les calentaba la espalda y, al terminar, se sentaron en la sombra, cerca de la puerta principal.
Dejaron de hablar al ver que Peter caminaba rumbo al depósito de agua con un recipiente de veinticinco litros en cada mano. Mientras se acercaba, Lali observó la forma en que los músculos de los brazos, hombros y estómago se tensaban. Su pecho moreno brillaba y un trapo en la frente evitaba que el sudor le cayera sobre los ojos.
—Ya ha cargado suficiente —Cati sintió compasión por él—. El tanque ya debe estar a la mitad. Es todo lo que necesito. Llámalo y tomemos un vaso de vino.
—Déjalo que lo llene del todo, Cati, a Peter le gusta hacer este tipo de trabajos. Jamás me perdonaría si impido que termine esa tarea. Me hablabas de tu hija en Melo…
Un buen rato después, una vez que se despidieron de Cati, Peter bajaba por la colina en silencio y Lali lo seguía, esbozando una sonrisa de satisfacción. Tenía la esperanza de haberle dejado agotado o de que se hubiera hecho daño en algún músculo.
Lali acomodó en el bote de remos los dos panes recién horneados y el trozo de queso que Cati les había regalado. Después empujó el bote hacia el agua.
—Un momento —ordenó Peter—. Necesito descansar un momento.
—¿Por qué? —preguntó ella, inocente—. ¿Tan cansado te ha dejado el trabajo?
La parte superior del cuerpo varonil estaba cubierta de sudor y la sonrisa de burla de la chica desapareció para convertirse en una expresión de angustia cuando él desabrochó con lentitud la hebilla de su cinturón. En su prisa por alejarse, Lali tropezó y cayó de espaldas horrorizada, levantó la vista y observó que Peter se quitaba los vaqueros. Cielos, pensó. Iba a vengarse de ella ahí y en aquel momento.
Peter se paró junto a ella, totalmente desnudo. En una situación como ésa, se suponía que una dama debía apartar los ojos ruborizada, pero los ojos de la chica se negaron a desviarse y lo miró fascinada. Sus muslos eran fuertes y su… su… virilidad… Era imponente. Era… Se le secó la boca y a gatas trató de alejarse de él, pues sentía las rodillas tan débiles que no pudo ponerse de pie.
—¿Peter…? No te acerques… Me prometiste que no ibas a… a…


Capítulo 10

—¿Qué te prometí? —preguntó con ironía—. ¿Poseerte a la fuerza? Tranquilízate. Sin duda no es la primera vez que ves a un hombre desnudo. Sólo voy a nadar para refrescarme. Si fueras más sensata y menos pudorosa harías lo mismo.
Después de darle la espalda se metió en el agua.
Transcurrió un rato, antes de que los latidos del corazón de Lali se normalizaran y, temblorosa, se puso de pie. Peter tenía razón. Por un instante, deseó… No. Apartó de su mente ese pensamiento insensato.
De pronto comprendió que era una buena idea nadar. Pero no ahí, tan cerca de él. Caminó por la playa hacia el otro lado de la pequeña bahía y miró hacia atrás. Ya no podía alejarse más. Se mordió un labio, luchando contra sí misma, pero, al fin, el agua fresca y transparente ganó la batalla. Se quitó la camiseta y el sujetador, los vaqueros y las pequeñas braguitas. Después de echar una última mirada al otro lado de la bahía respiró profundo y se sumergió en el agua.
Mientras nadaba de espaldas, cerró los ojos en un intento por relajarse, pero aquel pensamiento le martilleaba la cabeza. Era necesario que hiciera algo con ese hombre. Pararse desnudo delante de ella había sido una provocación deliberada. Oh, era astuto, diabólicamente frío y calculador, no había duda. Lo había hecho para observar su reacción y ella había caído en la trampa, pues sus ojos se habían detenido demasiado tiempo sobre ese cuerpo, y esa reacción le había dado a él la respuesta que esperaba.
De ahora en adelante sería más cuidadosa. Debía existir alguna forma de salir de esa situación… alguna forma en la que no fuera a caer, víctima de su propia fragilidad humana.
Después de nadar diez minutos más, regresó a la playa. Se quitó el agua de los ojos e inspeccionó la playa, pero no vio a Peter.
Una vez vestida y sintiéndose más cómoda, Lali caminó hacia el bote de remos, pero se detuvo y blasfemó entre dientes. Los jeans de Peter estaban sobre la arena, en el mismo lugar donde los había dejado, lo cual significaba que en cualquier momento saldría desnudo del mar.
Desconsolada, tomó asiento, apoyó los codos sobre las rodillas y la barbilla sobre las manos para esperarlo. Un rato después, con el rabillo del ojo se dio cuenta de que Peter nadaba en dirección a la playa y desvió la cabeza.
Poco después echó una rápida mirada. Por fortuna ya estaba vestido. Lali se puso de pie.
Estaba tumbado boca arriba con los ojos cerrados, cuando ella se acercó, y como si percibiera su cercanía él se incorporó para dirigirle una larga mirada.
—Siéntate aquí —dio una palmada sobre la arena, junto a él.
—No —de inmediato rechazó la invitación—. Ya es hora de irnos.
—Ya es hora de que aprendas a no discutir conmigo —frunció el ceño con aspecto amenazador—. O te sientas de manera voluntaria o te obligaré.
La forma en que aquellos ojos la miraban fue suficiente para que se sentara obedientemente en la arena.
—No tan lejos —resopló—. Más cerca. No voy a comerte. Deseo hablar del cretino de tu hermano.
—Si se trata del asunto relacionado con tu hermana, estoy de acuerdo contigo. Pero eso no te da derecho a…
—No me refiero a lo de mi hermana —aclaro con brusquedad—. Hablo de sus intentos de ayudar a esa anciana. ¿Se da él cuenta del peligro en que la pone?
—¿Cati? ¿Peligro? —frunció la frente—. No entiendo a qué te refieres. ¿De qué manera la pone en peligro? Sólo hace lo que cualquier persona honrada haría. Siempre que puede la ayuda.
—¿Quieres decir que le tiene lástima?
—No sólo eso. Entre Cati y Jaime existe un vínculo especial.
—¿Vínculo? —ahora fue él quien frunció el entrecejo—. ¿Qué clase de vínculo?
—Jaime tenía sólo seis años cuando conoció a Cati. Mi padre vivía entonces, pero Jaime echaba de menos a nuestra madre. Un día llegamos a la isla por casualidad… nos refugiamos del fuerte viento que soplaba en la bahía. A la mañana siguiente, el viento dejó de soplar, pero mi padre decidió que permaneciéramos unos días aquí. Después del desayuno. Jaime decidió ir a explorar; al ver que no regresaba, después de cuatro horas, decidimos ir a buscarlo. Escalamos por la colina, vimos la casa y nos dimos cuenta de que Jaime estaba ayudándole a Cati a ordeñar las cabras —sonrió ante el recuerdo—. Cati y Jaime se cayeron bien de inmediato, Cati extrañaba a su familia y Jaime necesitaba una madre, de modo que encontraron uno en otro lo que más deseaban —alzó los hombros—. Desde entonces siempre ha sido así. Como te mencioné, la visitamos siempre que podemos.
—Muy conmovedor —opinó Peter en tono guasón—. ¿Y que ocurrirá si enferma cuando vosotros no estéis con ella? A su edad es fácil que se caiga y se rompa un hueso. Debería estar con su familia.
—Lo sabemos —aclaró para justificarse—. Pero si su propia familia no puede convencerla ¿qué probabilidades tenemos nosotros?
—Para empezar dejad de llenarle el depósito de agua —contestó con aspereza—. Tú y tu hermano le facilitáis la vida y así puede seguir negándose a irse a vivir con sus hijos. Si tu hermano estuviera más interesado en el bienestar de Cati que en desempeñar el papel de hijo sustituto, habría hecho cualquier cosa para que ella se fuera. Incluso a la fuerza, si fuera preciso.
—Pero… pero su esposo está enterrado aquí. Asegura que no puede dejarlo.
—Tonterías —aseguró con desdén—. La tumba de su marido siempre estará aquí. Podría venir a visitarla cuando quisiera. No hay razón de que se encarcele ella misma en un lugar como éste.
Sin duda él tenía razón. Además, era la solución insensible que debía esperar de un hombre como él.
Un pensamiento repentino aumentó la desesperación de Lali.
—Como Jaime ya no vendrá —comentó—, supongo que la única alternativa de Cati será irse. Supongo que ahora mismo debería subir a darle la noticia. Dentro de dos semanas, cuando se acostumbre a la idea, regresaré para llevarla a tierra firme.
Peter frunció de nuevo el entrecejo. Ninguno de sus comentarios parecía agradar a ese cretino.
—¿Por qué aseguras que tu hermano no volverá? —preguntó—. No veo razón alguna que le impida seguir cuidándola. Pero como ya te expliqué antes, su condición física depende de ti.
—¿De qué hablas? —ahora ella frunció las cejas—. No regresará conmigo, pues no es un hombre que evada sus obligaciones. Se casará con tu hermana y cuidará de ella y de su hijo.
—Y mientras tanto ¿quién va a cuidar de ti y de tu hijo? —arrastró la voz—. Tu hermano no se casará con Helenaa —aseguró con frialdad—. De modo que tranquilízate. Nuestra familia mantendrá y se quedará con el hijo de tu hermano y éste quedará libre para mantener y cuidar del mío.
Jamás había experimentado una sensación de agravio tan abrasadora, e hizo un esfuerzo por controlarse y no abofetearle.
—¿Y qué sucederá con tu hermana? ¿Acaso no tiene ni voz ni voto en este asunto? ¿Y si está enamorada de Jaime y desea casarse con él?
—Su futuro ya está decidido —afirmó enérgico—. Helenaa se irá a Londres para vivir con unos familiares. Llegará a ese continente vestida de negro, pues supuestamente será viuda. A su tiempo, se le encontrará un esposo adecuado.
—¡Eres… un salvaje! ¡Un bastardo inhumano… y cínico! —le lanzó una mirada de furia.
—El único bastardo en la familia Lanzani es el que mi hermana va a tener gracias a la cortesía de tu hermano —con lentitud se puso de pie. La ira de sus ojos se convirtió en algo más escalofriante y sus dedos se enroscaron en el cabello de Lali.
—¿Mi paciencia se está acabando? Lali. Ya te amonesté con anterioridad por tu insolencia. ¿Por qué no utilizas ahora toda esa energía en tu propio beneficio? Conoces las reglas del juego y tarde o temprano tendrás que iniciarlo…


Continuará...

viernes, 27 de julio de 2012

"Cuñados" Capítulo 7



Bienvenido seas Viernes querido! jiiji bueno no tanto...la tristeza abunda en estos lados...Pero yo me quedo con el hermoso recuerdo que dejaron TODOS los chicos que pasaron por Casi Ángeles y por supuesto los Teen...
Hay que mantener en el recuerdo que ellos nos enseñaron a RESISTIR, a que todo en la vida LLEGA EN FORMA DE AMOR...que siempre hay UN DÍA MAS y UNA VEZ MÁS para poder amar...que el MIEDO A PERDER a alguien es una forma de quererlo...y así como muchas canciones los Teen dejaron algo especial en cada uno de nuestros corazones! :)
A veces hay que BAJAR EL TELÓN y nos duele, pero la vida como rueda, siempre nos entregará un cielo azul después de la tormenta.
Besos!
_________________________________________________________________



—Usted gana. Lo… prometo —musitó, después de morderse un labio.
—Eso no es suficiente, Lali —le advirtió, mientras sacudía la cabeza—. Tienes que sonreír y decirme: «Sí, Peter, lo prometo».
De modo que no sólo quería hacerla sufrir, también era un sádico. Levantó los ojos y casi se ahogó al decir:
—Sí, Peter, lo prometo.
—Mmm —la miró indeciso, una mueca irónica deformaba sus labios—. Está bien. Con un poco de práctica, tu sonrisa mejorará —tomó asiento de nuevo y cruzó los brazos—. Ahora dime lo que deseo saber. ¿Era un buen amante tu ex-novio?
—No sé —al ver un brillo de ira en los ojos de su interlocutor, añadió deprisa—: Mira, es el único hombre con quien me he acostado, de modo que no sé si era bueno o no.
—¿Disfrutaste haciendo el amor con él? —insistió.
—No mucho —contestó avergonzada.
—En ese caso, debió de ser un mal amante —sonrió, condescendiente—. No fue tu culpa. Detrás de tu frío exterior, existe una pasión ardiente que espera ser liberada. Esta tarde yo mismo lo sentí.
Lali se ruborizó al evocar la forma en que su cuerpo había respondido a la deliberada provocación de él. Incluso en la cama, Víctor nunca logró que su corazón se acelerara de esa manera.
—¿Lo abandonaste porque era… poco hábil? —Peter continuó con su interrogatorio.
—No —fue la amarga respuesta—. Me di cuenta de que yo sólo era la novia de los sábados por la noche.
—¿La de los sábados por la noche? —frunció la frente, desconcertado.
—Sí. Averigüé que tenía otra para los lunes y otra para los jueves.
—Entonces, ¿era infiel?
—Puedes decirlo de esa manera —en su voz se adivinaba un dejo de sarcasmo.
—¿Y desde entonces, no ha habido otro hombre? —le llenó de nuevo el vaso.
—¿Pretendes emborracharme? —miró el vaso.
—Contesta mi pregunta —ordenó con brusquedad.
—No —aclaró un poco ruborizada—. No ha habido otro hombre —hizo una pausa y agregó—: Sin duda conoces el dicho: «gato escaldado, del agua fría huye».
—Tengo la impresión de que me estás diciendo la verdad Lali. Te considero una persona franca y honrada.
—Mira —comenzó con fingida cortesía—, ¿te importaría decirme por qué me haces todas esas preguntas? Mi vida pasada nada tiene que ver contigo. Quiero decir… ¿Por qué te importa tanto la clase de vida sexual que he llevado?
—Es muy importante, Lali —la miró de arriba abajo sin emoción—. Mi intención es lastimar a tu hermano para que sufra la misma desgracia que él le causó a mi familia. Si tú fueras una persona de moral relajada, como parece ser tu hermano, a él le importaría poco tu embarazo.
La frialdad de su razonamiento era casi increíble. Al recobrar la respiración, la chica lo miró con desprecio.
—Supongo que lo único que lamentas es que no sea virgen, ¿no es cierto? Eso te habría hecho feliz.
—Un hombre no puede tenerlo todo. Sin embargo, quiero que te enteres de que no tengo nada personal contra ti, Lali. En realidad, creo que comienzas a gustarme. Eres muy atractiva, y como dije antes, mi misión aquí será un placer en vez de un deber —extendió las manos en un ademán de admiración—. Te aseguro que comprendo tu situación, pero no es culpa mía que tu hermano no comparta tus escrúpulos morales.
Los rumores que Lali había oído acerca de Peter eran ciertos. Si esa era la forma en que trataba a la gente que le agradaba, Dios prestara ayuda a sus enemigos.
Un pensamiento repentino llegó a su mente. Al principio lo descartó como inverosímil, pero decidió que era mejor obligarlo a que mostrara sus cartas.
—Quiero hablar con mi hermano —le dijo, serena.
—No es posible —dijo ceñudo.
—¿Por qué? Me dijiste que tus primos lo tienen encerrado en algún lugar. Supongo que hay teléfono.
—Desde luego —inclinó la cabeza—. Pero hablar con él no será bueno para nadie. Además, en este momento, él sufre la agonía de ignorar los planes que tengo para ti. Por ahora, preferiría que las cosas se quedaran así.
Una vez más, ella se preguntó cómo alguien podía ser tan insensible.
—Tal vez estés convencido de mi honestidad, pero yo no de la tuya —señaló con frialdad.
—¿Dudas de la palabra de un Lanzani? —Su boca se contrajo en una línea de ira—. Estás pisando terreno peligroso. Te sugiero que tengas cuidado.
—Tú dudaste de la mía —replicó—, y después me sometiste a un interrogatorio. Lo único que te pido es que me permitas hablar con mi hermano. Si te niegas, ¿cómo puedo saber que me dices la verdad sobre él… o de todo lo relacionado con el asunto? Esto podría ser un engaño… un ardid premeditado para sacarme del negocio.
—No seas ridícula —parecía fastidiado—. ¿Qué te hace pensar que yo estaría interesado en una operación tan insignificante como la tuya?
Ella ignoró el comentario despectivo e insistió:
—Entonces déjame hablar con Jaime. Si está en tu poder, por lo menos tengo que saber que… que se encuentra bien. Tal vez ya te hayas vengado y pretendes aprovecharte de mí. Lo único que he oído son tus acusaciones y amenazas. Quiero escuchar la verdad de labios de mi hermano.
—Está bien —volvió a mirarla, pensativo—. Te permitiré que tengas una breve conversación con él, si ésa es la única forma de que aceptes tu situación —le hizo una señal al camarero.
Cuando el camarero regresó con un teléfono, Peter marcó un número.
—¿Andrés? Pásame a Espósito. Su hermana desea hablar con él.
Le entregó el teléfono a Lali y ella lo sujetó con fuerza. Unos momentos después la chica oyó la voz jadeante de su hermano.
—¿La? ¿Eres tú?
—Sí, Jaime —hizo una pausa, temerosa de que la voz le temblara y después respiró profundamente—. ¿Estás bien… Jaime?

Continuará...

jueves, 26 de julio de 2012

"Cuñados" Capítulo 6




Cuarto y último capítulo del día, aunque eso depende de ustedes! 5 firmas y otro! Besos.
_____________________________________________________________

—¡Está bien! —La ira en sus ojos se convirtió en amarga derrota—. Prometo no abandonar el puerto. ¿Satisfecho?
Por un instante la contempló con tranquilidad antes de sacudir la cabeza.
—No sé si eres de fiar o no. Lo sabré a su tiempo, pero mientras tanto, prefiero tenerte vigilada.
Ella no supo qué contestar. Al ver que bajaba los hombros en evidente rendición, Peter inclinó la cabeza satisfecho.
—Así está mejor. Primero voy a comprar algo de ropa. Después cenaremos y tomaremos una copa como una pareja normal. ¿Por qué no te relajas e intentas disfrutar?
—Trataré de hacerlo, pero no concibo la idea de disfrutar en su compañía.
—Al menos puedes fingir, ¿no es verdad? —le alzó la barbilla con el dedo índice y sonrió—. De todos modos tendrás que hacerlo tarde o temprano.
La calle, a lo largo del paseo marítimo, era un estruendo de música, a través de los altavoces colgados afuera de las tabernas y clubs nocturnos.
Peter la llevó a una parte más tranquila de la isla y la escoltó por el impresionante vestíbulo de un lujoso hotel para dirigirse a un salón denominado Restaurante del Gourmet. Observó los manteles de lino blanco y la reluciente plata.
Acababan de entrar cuando un hombre de enormes bigotes entró por una puerta lateral y saludó a Peter con afecto. Como dos personas que hacía tiempo que no se veían hablaron mucho rato, hasta que Peter guardó silencio para tener la cortesía de presentarla.
—Pablo, ella es la señorita Espósito, también pertenece al negocio naviero —después de mirarla con irónico regocijo, añadió—: Por el momento estamos hablando de una fusión.
Ella comprendió el sarcasmo, no así el dueño del restaurante, quien hizo una cómica inclinación de cabeza.
—Me alegro de conocerla. Peter y yo somos amigos desde hace mucho tiempo.
Ella sonrió con amabilidad. Aunque los amigos de Peter Lanzani no eran sus amigos, no iba a demostrarlo; de por sí la velada ya era incómoda.
Pablo les asignó una mesa solitaria y después le hizo una seña a un camarero, quien se acercó con una botella de vino y dos vasos.
—¡Cava Clauss! —Peter levantó una ceja después de revisar la botella—. ¿Cómo te las arreglaste para conseguirla?
—Con mucho trabajo, Peter —el dueño irradiaba felicidad ante la reacción de su amigo y extendió las manos—. Siempre guardo algo especial para amigos como tú.
Peter le devolvió la botella al camarero y éste llenó dos vasos. Lali, de mala gana, levantó el suyo y tomó un sorbo. Por lo general prefería el vino blanco y el tinto, pero éste era excelente. Tomó otro sorbo más largo y, al darse cuenta de que el dueño la observaba con preocupación, bajó el vaso.
—Me gusta.
—La señorita Espósito tiene un gusto excelente. Quizás le gustaría pedir ahora, ¿no es verdad?
Peter le entregó la carta, pero ella no le hizo caso:
—Desearía un souvlaki, si lo tiene.
—Yo pediré lo mismo —comentó Peter—. Pero antes me gustaría que me trajeran una pluma y papel, Pablo.
Pablo se lo pidió a un camarero. Peter escribió deprisa unas instrucciones y le entregó el papel a Pablo.
—¿Puedes hacerte cargo de esto, mi querido amigo?
—Por supuesto —Pablo sonrió después de leer la lista—. Nos haremos cargo de todo, a tu entera satisfacción.
—¿Qué ha escrito en el papel? —preguntó Lali, suspicaz, una vez que el dueño se fuera.
—Una lista de lo que necesito —contestó, informal—. Ahora relájate, tranquilízate y disfruta de tu vino.
¿Tranquilizarse? Sin duda se burlaba de ella. Después de beber otro sorbo de vino, miró alrededor con envidia. Las pocas veces que Jaime y ella tenían tiempo de cenar en tierra, iban a una taberna barata. Sin duda ese lugar era carísimo… aunque para Lanzani no significaba nada.
En ese momento, Peter parecía contento de estar ahí, bebiendo su vino y observándola. La muchacha hacía lo posible por ignorarlo y miraba hacia otro lado.
Cuando llegó la comida, Peter tuvo la oportunidad de concentrarse en otra cosa. No debería tener hambre ya que la tensión y la ira habían destrozado su estómago, pero de pronto recuperó el apetito. Quizá había sido el vino o el delicioso aroma del cordero asado, o tal vez la magnífica presentación de la ensalada.
Después de terminar de cenar, Lanzani volvió a llenar los vasos. Ella ya había bebido dos con la comida, lo cual era su límite, pero aquella situación no podía describirse como normal. Nunca se había emborrachado, pero quizás aquél era el momento.
Estaba demasiado preocupada como para prestar atención a lo que decía Peter, pero la mención del Miranda fue lo que llamó su atención.
—¿Qué decía del Miranda?
—Que a pesar de su estado es una buena embarcación —repitió con paciencia—. No es de fabricación argentina. ¿Cómo la conseguiste?
—Era de mi padre —le informó—. Después de su muerte, Jaime y yo nos la quedamos. Y tiene razón, no es de fabricación argentina. Originalmente era un barco de pesca construido en Escocia para resistir los rigores del Mar del Norte. Soporta todas las inclemencias del Atlántico.
—Háblame de tu padre. ¿Qué clase de hombre era?
La noche avanzaba y otra botella de vino apareció en la mesa. Lali se preguntaba cuánto tendría que beber, para que el vino hiciera efecto.
—¿Por qué no me pregunta qué desayuné esta mañana? —preguntó Lali con sarcasmo—. Me ha preguntado todo lo demás.
—No exactamente —aclaró, afable—. Háblame sobre tu ex-novio. ¿Era un buen amante?
—Eso no le importa —contestó furiosa.
—Trato de que me importe —le advirtió con voz baja y amenazadora—. Así que contéstame.
—No pienso hacerlo —impávida, lo miró de frente—. Y no puede obligarme.
—Lali, parece que aún no te das cuenta de la posición en que te encuentras, de modo que de nuevo voy a explicártela. No es mi intención pasar un mes escuchando tus insultos, ni viendo continuamente tu ceño fruncido. De ahora en adelante, harás justo lo que te diga y fingirás disfrutar mi compañía —la examinó pensativo.
—No soy tan buena actriz —aclaró con amargura—. Me pide lo imposible.
—Comprendo —suspiró profundamente y, después de ponerse de pie, la miró con frialdad—. En ese caso, me voy. Cogeré el transbordador de por la noche, y mañana a primera hora me encargaré de tu hermano. Quizá necesite algunos días de hospitalización después de su «accidente», pero estoy seguro de que caminará sin mucha dificultad en una semana.
—¡Cielos! —exclamó horrorizada—. ¡No! No lo haría… no podría… —su voz se apagó, pero una vocecita interior le aseguró: «Desde luego que podría. Es un despreciable bárbaro. No lo pensaría dos veces»—. Por… por favor —tartamudeó—. Por favor siéntese.
—Sólo si prometes comportarte de una forma más civilizada de ahora en adelante.
Aquella era la peor pesadilla que jamás hubiera imaginado.

Continuará...

"Cuñados" Capítulo 5









Tercer capítulo de hoy! vamos, vamos con las firmas!!
_________________________________________________________________



De pie, en el improvisado muelle de madera, Lali contemplaba a Peter, que hábilmente manejaba la grúa para desembarcar el último cargamento.
Josep Chambers, el hombre a cargo del equipo arqueológico, cotejaba los artículos con una lista.
—Parece que todo está en orden, Lali. Llegaste justo a tiempo; ya estábamos preocupados. Se nos había terminado nuestra última caja de provisiones —sacó un sobre del bolsillo de su camisa—. Esta es la lista de provisiones que necesitaremos al final de septiembre.
—Muy bien, señor Chambers —sonrió con alegría.
—¿Quien es el nuevo marinero de cubierta? —preguntó Josep, moviendo la cabeza hacia Peter.
—Un sustituto temporal —contestó con voz alta.
—Supongo que Jaime está ocupado en su pasatiempo acostumbrado de perseguir a las jovencitas. Ojalá yo tuviera dieciocho años.
El inoportuno comentario ocasionó que Peter se quedara rígido.
Terminó de amarrar la grúa y consultó su reloj.
—En una hora podemos llegar a Buenos Aires —gruñó él—. Suelte las cuerdas y yo pondré en marcha el motor.
—Este barco todavía me pertenece —le advirtió, seca—. No acepto órdenes suyas. Mañana iremos rumbo al sur. Buenos Aires está en la otra dirección.
—Necesito comprar algo de ropa —explicó él, incisivo—. Sólo cuento con la que traigo puesta.
—No es culpa mía —replicó—. Debió pensar en eso antes de tomar la decisión de entrar en… —terminó la frase con un chillido porque él la sujetó para llevarla al muelle con brusquedad.
—Haga lo que quiera —gruñó él—. Puede quedarse aquí esta noche. Regresaré mañana a recogerla.
Le dio la espalda para entrar en el compartimento del motor y ella lo observó iracunda.
—Puede pasar la noche con sus amigos arqueólogos —Peter asomó un momento la cabeza—. Estoy seguro de que le dejarán una tienda de campaña.
Cualquier cosa sería mejor que pasar la noche cerca de él, pero la camioneta conducida por Josep Chambers ya se había ido al lugar de las excavaciones, más o menos a ocho kilómetros. De todos modos, ¿por qué tendría que ser ella la que se fuera?
Subió al barco, con aire desafiante, dispuesta a enfrentarse a él. Ojalá pudiera convertirse en hombre por cinco minutos para darle a Peter Lanzani una lección que jamás olvidaría.
—¿De modo que cambió de opinión? —Peter salió del compartimento, después de poner en marcha el motor—. Magnífico. Vaya a desamarrar la cuerda de la popa.
—Desamárrela usted —le lanzó la pulla—. Voy a bajar.
En la intimidad de su camarote se sentó en el borde de su litera. ¡Dios, qué lío! ¿Cómo era posible que su vida se hubiera complicado de esa manera, en tan poco tiempo? Si no fuera por el cretino que estaba arriba, esa noche habría sido igual que las demás. Estaría preparando la cena mientras Jaime se ocupaba del mantenimiento de rutina. Cenarían en cubierta y después ella fregaría los platos. Más tarde se pondrían a jugar a las cartas compartiendo una botella de vino para recordar a su padre y los buenos tiempos que pasaron juntos. Por lo general. Jaime se acostaba antes que ella. En una noche cálida como ésa, dormiría en la cubierta de proa y ella se sentaría afuera de la caseta del timón para contemplar las estrellas un rato antes de acostarse.
Habían llevado una vida sana, feliz y sencilla, y no les había importado saber que nunca serían ricos. Algún día Jaime se casaría… o quizás ella se enamoraría de alguien, pero ninguno de los dos se preocupaba y, al igual que su padre, habían dejado su futuro en manos del destino.
Pero ahora, su destino se había convertido en un callejón sin salida.
Aún no habían tomado ninguna decisión con respecto al ultimátum de Peter, pero de algo estaba segura… no permitiría que la familia Lanzani llevara a cabo su amenaza contra su hermano. El simple hecho de pensarlo era horrible.
Comprendió con amargura que no le quedaba otro remedio que aceptar las condiciones de Peter, lo cual significaría humillación y absoluta degradación. ¿Pero qué era todo eso comparado con la amenaza contra Jaime?
Quedarse embarazada y tener un hijo no deseado era una perspectiva que la desalentaba, pero, ¿cómo evitarlo? Y cuando tuviera a ese hijo, ¿qué pasaría? Su deber sería mantenerlo, cuidarlo, ¿y cómo hacerlo y seguir con su vida despreocupada, nómada? El Miranda no era lugar adecuado para criar a un niño.
En cuanto a Jaime, tendría que hacerse cargo de la muchacha y de su hijo. Su vida estaría completa y ya no tendría tiempo para ella, a pesar de ser el culpable de toda esa situación.
Y Peter Lanzani era un sádico. «Ojo por ojo», le había dicho, pero estaba equivocado. Existía una gran diferencia. Jaime aparentemente había seducido a una muchacha de la familia Lanzani… o tal vez había sido al revés… pero desde luego no la había violado como Peter intentaba hacerlo con ella. Aunque tratara de negarlo y de cambiar las palabras, el chantaje moral que estaba usando era violencia en un nivel más refinado.
Cuando más pensaba en ello, sus problemas parecían más sombríos y sin solución; no obstante, después de media hora se dio por vencida y subió a cubierta para calmarse.
El rostro de su acompañante era una máscara de luz y sombra mientras la miraba desde la cámara del timón. Le volvió la espalda con desdén y miró hacia el frente. La luz de las estrellas iluminaba el mar y pudo ver las luces de Buenos Aires.
El Miranda parecía moverse más rápido que de costumbre y Lali frunció las cejas. Eso significaba que el acelerador estaba abierto a toda su capacidad, aumentando el desgaste del motor y el consumo de combustible, pero desde luego, ese hombre no se preocuparía por algo tan insignificante.
Pronto oyó los sonidos provenientes de la playa… las bocinas de los taxis y la música de una discoteca. Durante la época de turismo no tenía tiempo de visitar las ciudades de mayor tamaño.
El corazón le dio un vuelco cuando Peter entró al concurrido puerto a toda velocidad; se dirigió hacia un hueco vacío en el muelle, movió el timón y acomodó el barco en su lugar. Ella soltó el aire en un suspiro de alivio. ¡Maldición! Lo había hecho con el propósito de asustarla o de impresionarla.
Con los brazos cruzados, dejó que él se encargara de amarrar el barco. Una vez que su acompañante desembarcara, ella bajaría a cenar y después entraría en su camarote para dormir.
Pero los planes de Peter eran diferentes. La sujetó de la cintura y casi la levantó en brazos para subirla al muelle.
—Suélteme —espetó al tiempo que lo empujaba—. No voy a ir con usted a ningún lado.
—No te queda otro remedio, Lali —sus ojos brillaron de forma peligrosa por un instante—. Si te dejo sola tomarás una decisión absurda, por ejemplo: zarpar sin mí. Desde luego tarde o temprano te alcanzaría, pero mientras tanto, sentiría que tu desafortunado hermano… —levantó los hombros sin concluir la frase.

Continuará...

"Cuñados" Capítulo 4




Segundo capítulo del día!! :)
_________________________________________________________________

Privado de las delicias de aquella boca, los labios de Peter descansaron sobre el cuello de Lali y comenzaron a trazar un sendero de sensualidad desde la oreja hasta el hueco del cuello. Cuando estaba a punto de rendirse para aliviar aquel deseo incontrolable, una partícula de sensatez brilló en el torbellino de la mente de Lali, quien alzó las manos para obligarlo a apartar la cara.
Con un gruñido, él la soltó, haciéndola tambalearse sobre sus talones. Al tocarse la mejilla y ver una pequeña mancha de sangre en sus dedos, Peter esbozó una mueca sombría.
—De modo que la hermosa rosa argentina tiene espinas con las que lucha para defender su honor. No tiene idea de cuánto me agrada su actitud, Lali.
Aunque el arañazo no había sido intencionado, no iba a decírselo.
—Si vuelve a tocarme no será un simple arañazo lo que tenga en su cara.
—No se preocupe, señorita Espósito —descartó su amenaza con una sonrisa fría, burlona—. No tengo intención de volver a hacer un esfuerzo por seducirla. Si sólo fuese su cuerpo lo que me interesara, ahora mismo la tumbaría sobre la cubierta y sin duda se retorcería de placer.
La respiración de Lali volvió a la normalidad, su mente de nuevo comenzó a funcionar con prudencia. Bajó la vista al darse cuenta de que su amenaza había sido ridícula. Su fuerza no podía compararse con la de un hombre como él, y si en realidad hubiera querido hacerla suya, no se habría detenido por un simple arañazo ni por su negativa. Ahora lo único que sentía era indignación contra sí misma por su debilidad y su facilidad para excitarse.
—¿Qué se supone que le ha hecho mi hermano para que se crea con algún derecho sobre mí?
—A mí no me ha hecho nada, Lali —aclaró con una voz que de manera inesperada revelaba amargura e ira—. A mi hermana… Helenaa.
Una mano helada le apretó el corazón obligándola a morderse un labio. Ahora todo estaba claro, pues era consciente de la importancia del honor familiar en hombres como él. La idea de que un vulgar marinero se fijara en su hermana debió de ser el peor insulto.
—Mire —declaró ella con calma—, Jaime siempre me hace caso. Le… pediré que de ahora en adelante se mantenga alejado de su querida hermana. De todos modos, estoy segura de que no quiso molestarla.
—Helenaa es una chica preciosa —la examinó una vez más con la mirada—. Tiene dieciocho años —explicó con amargura—, y estaba comprometida con el hijo de un amigo. Iban a casarse dentro de seis meses, pero gracias a su hermano, la boda no se llevará a cabo.
—Oh, por favor —protestó—. El hecho de que Jaime haya salido con su hermana no significa que…
—Hizo algo más que «salir» con ella —la interrumpió cortante—. La deshonró. Está embarazada y su hermano es el padre de ese niño.
Lali palideció y lo miró con incredulidad, luego habló en voz baja:
—Eso… eso no es verdad. Jaime no sería tan tonto… quiero decir… quizá está equivocado —de inmediato comprendió la impertinencia de su comentario y con una mueca de desagrado esperó la contestación de su interlocutor.
—No me considere un estúpido. ¿Cree que habría venido sin tener la más completa seguridad de lo ocurrido?
Sintiéndose enferma, llena de frustración, se mordió el labio inferior. ¿Cómo podía ser Jaime tan estúpido? Maldito cretino. Habría sido ya bastante reprobable que lo hiciera con otra muchacha, pero tenía que mezclarse con alguien del clan Lanzani; tal vez no sabía quién era ella, pero de todas formas debió ser más respetuoso con la chica. Se sintió avergonzada por el comportamiento de su hermano.
Miró con indecisión el rostro indignado de Peter y estuvo a punto de preguntarle si estaba seguro de que su hermana no había provocado a Jaime, pero se arrepintió.
—La situación es tan incómoda para mí como para usted —advirtió con aire resignado—, y compadezco a su hermana. La acción de Jaime es imperdonable, pues ya tiene suficiente edad para saber lo que hace. Pero no sé cómo actuar.
—Al menos está de acuerdo con que debería recibir un castigo ¿no es verdad?
—¿Qué clase de castigo? —preguntó con cautela. Había oído algunas descripciones gráficas de la forma en que esas personas arrogantes y soberbias devolvían los insultos al honor de su familia. Y si la familia era rica y poderosa, la policía acostumbraba a darles la razón.
—Ojo por ojo, señorita Espósito —le advirtió con una sonrisa lúgubre—, y diente por diente. Estoy seguro de que conoce la referencia bíblica, ¿no es cierto?
Al principio, Lali no comprendió de qué le hablaba, pero enseguida cayó en lo que quería decir.
Al darse cuenta del efecto que su amenaza ejercía sobre ella, inclinó la cabeza con irónico regocijo.
—Sí, señorita Espósito. Después de todo, es sólo una justicia común. Puedo actuar con usted de la misma forma en que lo hizo su hermano con mi hermana —se detuvo como si quisiera asegurarse de que ella no dudaba de la suerte que correría y sonrió por anticipado—. Voy a seducirla y a dejarla embarazada, señorita Espósito.
Por un momento ella se quedó sin respiración por la absoluta insensibilidad del hombre y después lo miró con una mezcla de menosprecio e ira.
—De modo que me mintió y después de todo pretende violarme, como la bestia que en realidad es —bufó con desdén—. Aunque sea rico y se considere un hombre de honor, en lo que a mí respecta, alguien que pretende hacer tal cosa vale menos que la espuma de mar.
—Está equivocada, mi querida Lali. No voy a violarla. Al contrario. Usted misma va a suplicarme de rodillas que le haga el amor.
—Debe de estar loco de atar. Jamás haría semejante cosa.
—Dispone de un mes —le señaló con tranquilidad—. Este viaje durará un mes y cuando termine, lo mejor será que usted esté embarazada. Si no…
—¿Si no, qué? —demandó con una sonrisa burlona.
—Su hermano regresará a su lado. Pero mis primos se encargarán de dejarlo estéril.
Al ver la expresión de horror de la muchacha, Peter sonrió satisfecho y se frotó las manos con energía.
—¿Por qué no prepara un poco de café mientras yo me ocupo del barco? Le aseguro que nos espera un mes muy interesante y agotador.

Continuará...