Hola! como andan?
Mil perdones por no subir ayer, pero por causas de la vida...termine saliendo del colegio a las 19:40 horas, tuve que estudiar y ocurrieron otras cosas en el transcurso, pero Pasado Pisado :)
El capítulo de hoy va dedicado para ruizirene897, Primera en firmar! Hablando de ella, comenzó a subir nove, así que para todas mis fans (jajaja tenía que decirlo, es que me llenan de orgullo jeje) se las recomiendo 100 por ciento, si no que me parta un rayo ijijij
Inma tu y tus lindos comentarios siempre me pueden :)
Me despido porque el sueño me consume!
Besos.
__________________________________________
—Estaba en un barco. Me caí y nadé
hacia la costa.
—¿Te caíste? Eres bastante patosa.
¿Qué clase de barco era?
—Un yate.
—¿Cuántas personas iban a bordo?
—Cinco —suspiró—. Incluyéndome a mí.
—¿Y nadie vio cómo caías?
—No —contestó, evitando su mirada—.
Estaba oscuro y no había nadie en cubierta.
—Bueno, supongo que ya habrán
descubierto tu desaparición, y habrán avisado a las autoridades.
—Sí, supongo que sí.
Peter la observó con detenimiento
durante unos segundos, antes de caminar hacia la puerta y hacer un gesto para
que lo siguiera.
—Muy bien, vámonos.
Sus fríos y duros modales aumentaron
el enfado de Lali, pero no se quejó, aunque le habría gustado mandarlo al
infierno. La situación era demasiado peligrosa. Si se negaba a acompañarlo
probablemente se limitaría a levantarla y a ponérsela al hombro como si de un
fardo se tratara. No tenía más opción que aceptar su tiranía hasta que
encontrara una forma de regresar a la civilización.
—¡Peter! Espera.
Peter se volvió.
—¿Qué quieres, Cristina?
La anciana mujer parecía preocupada.
—Sé bueno con ella. Prométeme que la
cuidarás, al menos hasta que llegue el día del Gran Ceilidh.
—Conoces de sobra los planes que tengo
para ese día —suspiró él.
—Sí, pero los planes se pueden
cambiar. Mis amigos no quieren a Pamela. Por eso enviaron a Lali. Se amable con
ella, por favor.
—De acuerdo. Lo haré por ti, Cristina
—comentó, observándola con cariño—. Me aseguraré de que no sufra ningún mal. Se
quedará conmigo hasta entonces, y ya veremos lo que sucede.
Cristina sonrió aliviada. Lali
consideró la posibilidad de intentar escapar. Deseaba regresar a la realidad.
El todoterreno avanzó por el bacheado
camino que bordeaba la costa y se dirigió hacia el sur a toda velocidad. Lali
se agarró con fuerza al asiento, deseando que aquel loco condujera más
despacio.
—¿Cómo se llama el barco en el que
estabas? —preguntó, aparentemente decidido a continuar con el interrogatorio.
—Caprice
—contestó.
—¿A dónde se dirigía?
Lali lo miró irritada. Levantó la voz
para hacerse oír por encima del ruido del motor.
—No lo sé. Y no puedo mantener una conversación
mientras me trates de ese modo.
Peter la miró, pero no hizo ningún
comentario. En cuanto volvió a concentrarse en la carretera, Lali le sacó la
lengua. Cinco minutos más tarde frenó, apagó el motor y salió del vehículo.
Ella permaneció inmóvil, con los
brazos cruzados, mirando por el parabrisas. Peter dio la vuelta al coche y
abrió su portezuela.
—Sal.
Para su sorpresa, la ayudó a salir del
automóvil. Lali miró a su alrededor con nerviosismo, preguntándose qué tendría
pensado. A su derecha se extendían los extraños páramos, donde siempre soplaba
el viento; y a su izquierda, un acantilado que daba al mar.
—¿Por qué te has detenido aquí?
—preguntó Lali con aprensión.
—Porque ahí fue donde te encontraron
anoche —contestó, señalando un punto entre las rocas negras—. Estabas helada e
inconsciente. Tuviste mucha suerte, jovencita. Por fortuna, el viejo Gabriel
pasó con su tractor. Si no hubiera mirado hacia el mar, no te habría visto, y
en tal caso habrías muerto de frío.
Lali miró hacia abajo.
—Tienes razón. Me gustaría darle las
gracias cuando lo vea.
—Lo verás —le aseguró con ironía—.
Pero mientras tanto, puedes contestar a unas cuantas preguntas.
—Lo siento, pero no quiero contestar
más preguntas. No veo qué derecho tienes a someterme a…
—Tengo todo el derecho del mundo.
Ahora no estás en Argentina, sino en mis tierras —le recordó—. Técnicamente
hablando acabas de invadir mis propiedades y puedo actuar en consecuencia. De
modo que mientras estés aquí contestarás a cualquier pregunta que te haga.
¿Entendido?
Lali vaciló. Era como un lobo
dispuesto a atacar. Debía tranquilizarlo.
—Muy bien, muy bien. ¿Qué quieres
saber? Algo parecido a una sonrisa iluminó el rostro de Peter.
—Mucho mejor. Podríamos empezar por,
tu nombre.
—Lali Espósito.
—¿Cuántos años tienes?
—Veinte.
—¿Tienes padres? ¿Dónde viven?
Lali estornudó. En aquel momento, supo
que iba a pillarse un catarro.
—No tengo padres. No llegué a
conocerlos. Crecí en un orfanato. Por lo que he podido averiguar, murieron en
un accidente de coche cuando yo tenía un año de edad.
—Lo siento mucho.
—No es necesario que lo sientas. No
tiene nada que ver contigo.
—¿Y qué hay de tus amigos? ¿Tienes
amigos íntimos?
Se levantó un poco de viento. Un
frente de nubes oscuras avanzaba desde el mar.
—Sólo conocidos.
—¿Y novios?
Capítulo 8
—No.
—Mmmm… ¿Cómo es posible que una
atractiva joven como tú no tenga novio? —preguntó, mirándola con escepticismo—.
Es difícil de creer.
—Yo tampoco lo entiendo. Tuve uno,
pero nuestra relación terminó. Discutimos, lo insulté y me marché.
Peter arqueó las cejas, divertido.
—Suena interesante. Cuéntame qué pasó.
Lali lo miró y suspiró.
—¿Son necesarias tantas preguntas?-
hubo un silencio y finalmente contestó- Trabajábamos para la misma empresa.
Tuve una idea para procesar mejor el papeleo y se lo conté. El muy canalla me
quitó la idea y consiguió que lo ascendieran. Ni que decir tiene que dejé bien
claro lo que pensaba de él antes de marcharme.
—Un poco estúpido por tu parte
—comentó él, moviendo la cabeza en gesto negativo—. Debiste haberte quedado
para esperar tu oportunidad.
Lali estaba de acuerdo con Peter, pero
obviamente no lo aceptó. Además, no poseía su sangre fría.
—¿Te acostaste con él o aún eres
virgen?
La pregunta bastó para que se
ruborizase.
—Eso no es asunto tuyo.
—Por supuesto que lo es —gruñó—. Y
será mejor que me des una respuesta o te aseguro que la encontraré yo mismo
aquí y ahora.
Lali lo miró enfadada, pero todo su
coraje desapareció cuando vio que empezaba a desabrocharse el cinturón. Se
apartó y acertó a decir:
—No te atreverás…
Sin embargo, sabía que se equivocaba.
Aquel cretino estaba dispuesto a hacer cualquier cosa. Era el amo y señor de
aquellas tierras. Aunque gritara y alguien la oyese, nunca dirían nada.
—Sigo siendo virgen —contestó al fin—.
Es la verdad, lo juro. Pero no te atrevas a tocarme.
Peter la miró con los ojos
entrecerrados y se abrochó el cinturón.
—Será mejor que sea cierto. Porque si
decido hacerte mi esposa y descubro en la noche de bodas que no eres virgen, te
arrepentirás.
—No tienes por qué preocuparte. No
tengo ninguna intención de casarme contigo. De hecho, si fueras el único hombre
del mundo me alejaría de ti todo lo posible. Eres el individuo más detestable,
arrogante y…
—No creo que tengas elección —la
interrumpió con frialdad—. Tu destino está en mis manos. Tendrás que quedarte
hasta que decida si eres merecedora de convertirte en la primera dama de este
clan.
Lali puso los brazos en jarras, echó
la cabeza hacia atrás y lo miró.
—¿Y qué puede evitar que me marche
ahora mismo? Podría irme andando. Estoy segura de que encontraría una carretera
importante y un modo de regresar al sur. ¿O es que esperas que tus espíritus
vengan y me conviertan en rana o algo así?
Peter sonrió.
—Nada tan drástico. Tendrías que
caminar sesenta y cinco kilómetros. Y te aseguro que por esta carretera no
pasan más de dos o tres coches a la semana. Sólo hay otro modo de escapar de
aquí. Por barco. Pero todos los barcos son míos, y daré la orden de que no te
permitan subir a ninguno.
—¡No puedes hacer tal cosa! ¡No puedes
hacerme prisionera contra mi voluntad! —exclamó, ultrajada.
Peter la miró con ojos burlones.
—Puedo hacer lo que quiera, querida
mía —dijo con suavidad—. ¿Quién va a detenerme? ¿Tus amigos del Caprice? No te preocupes, no creo que
vayan a aparecer. De todas formas, ya hablaremos de eso más tarde. De momento
estoy interesado sólo por ti.
—Mira, estoy helada. ¿Vamos a
quedarnos aquí todo el día?
—Si es necesario, sí —contestó,
mientras sacaba una manta del todoterreno—. Toma, póntela sobre los hombros.
Lali se preguntó si serviría de algo
apelar a sus sentimientos, en el caso de que los tuviera.
—Esto no tiene sentido, ¿no te parece?
Si quieres una esposa, ¿por qué no te casas con una chica del lugar? Estoy
segura de que muchas mujeres te encontrarán atractivo, aunque necesites un
trasplante de personalidad. Pero tú y yo ni siquiera nos caemos bien. Y por
favor, no me cuentes otra vez lo de los espíritus y los fuegos mágicos. No he
nacido ayer.
Peter la miró con fría intensidad.
Hasta tal punto que se estremeció a pesar de la manta.
—Cristina es la que cree en espíritus.
Yo no. Yo creo en los hechos. Pero a pesar de todo lo respeto, como todos los
que vivimos aquí. De lo contrario, no le habría prometido que voy a cuidarte.
—Ya. Hasta que decidas si te casas
conmigo —le recordó con ironía—. Mis sentimientos no importan nada, ¿verdad?
—La culpa de que te encuentres en esta
situación es sólo tuya. Nadie te invitó. Tengo mejores cosas que hacer que ser
la niñera de una quinceañera con mal carácter. Tu presencia va a causarme
muchos problemas.
—Pues lo siento. Si hubiera sabido lo
que iba a pasar, habría preferido ahogarme, y no soy ninguna quinceañera.
Peter hizo caso omiso de su sarcasmo.
—Resulta evidente que le caes bien a Cristina.
No sé qué es lo que ve en ti, pero lo descubriré.
Lali lo retó de nuevo, indignada.
—Estoy segura de que habrá muchas
mujeres que estarían locas por convertirse en tu esposa. ¿Por qué yo, entonces?
Al menos deberías contestarme a esa pregunta.
—Aún eres una desconocida. Y lo único que
puede encontrar un extraño en este lugar es comida, un techo y hospitalidad.
Cosas que ya has conseguido.
Ella lo miró, exasperada, e intentó
cambiar de estrategia.
—No sé nada sobre ti, ni sobre esta
parte del país, ni sobre sus gentes. No encajo y, desde luego, no merezco ser
la primera dama de nada. De pequeña pasé la vida cambiando de orfanatos. No
tengo dinero, ni soy de clase alta. Estás perdiendo el tiempo conmigo.
Continuará...