martes, 5 de junio de 2012

Capítulo 20





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Dejó el auricular en su sitio con el ceño fruncido. Por la razón que fuera, a Gimena la ponía nerviosa la posibilidad de hablar con Peter, y eso significaba que no tenía muchas posibilidades de hacerla cambiar de opinión. Gimena no había sido nunca de las que se esforzaban mucho por nadie, ni siquiera en algo tan sencillo como una llamada telefónica.
Bien, si Gimena no quería hablar con Peter, entonces habría que buscar alguna otra forma de convencer a éste, y la mejor era averiguar qué le había pasado a Nicolás en realidad.

¿Cómo hacía uno para averiguar si una persona desaparecida doce años atrás estaba viva o muerta?, se preguntó Lali. Ella no era detective, no conocía los procedimientos necesarios para acceder a los archivos que normalmente se examinaban cuando se buscaba a alguien. Supuso que lo que tenía que hacer era contratar a un auténtico detective privado que supiera aquellas cosas. Pero resultaría caro, y ella no disponía de mucho dinero extra después de haberse gastado todo el efectivo sobrante en la casa.

¿Dónde podría encontrar un detective? En Prescott no existía nada parecido, pero supuso que sí lo habría en una ciudad de tamaño mediano. Baton Rouge era una población que contaba casi con doscientos cincuenta mil habitantes, pero también se encontraba demasiado cerca de la esfera de influencia de Peter. Más segura sería Nueva Orleans, probablemente. A lo mejor estaba actuando como una paranoica con lo del poder de Peter, pero prefería ser paranoica antes que ser descubierta desprevenida. ¡Un hombre que intentaba impedir a una mujer comprar comida era diabólico! Curvó la boca en una leve sonrisa ante aquella idea. Ya un poco más en serio, sentía un sano respeto por las molestias que Peter tendría que tomarse para cumplir sus promesas y sus advertencias.

Buscaría un buen detective y lo contrataría para que investigase datos de bancos y tarjetas de crédito, cosas así. Si Nicolás estaba vivo, seguramente habría usado sus amplios activos financieros para mantenerse; no se lo imaginaba fregando platos a cambio de un sueldo ridículo. Quizá fuera posible averiguar si había hecho la declaración de la renta. Seguro que cualquier detective como Dios manda sería capaz de hacerlo en poco tiempo, tal vez una semana, de modo que el coste debía de ser aceptable.

¿Y si el detective no encontraba una pista documental? Si Nicolás hubiera utilizado una tarjeta de crédito, Peter lo habría sabido, habría visto el cargo en el extracto mensual de movimientos. ¿Habría sabido Peter durante todos aquellos años dónde estaba su padre y no habría dicho nada? Aquella posibilidad era interesante... e indignante. Si Peter había encontrado de verdad a Nicolás, ¿no se habría puesto en contacto con él? Y si lo había hecho, sabría que Nicolás no se había fugado con Gimena. Así pues, de ello se deducía que, por el motivo que fuera, Peter nunca había intentado buscar a su padre, pues de lo contrario sabría que no había razón alguna para aquella venganza contra ella.

No podía olvidar lo que consideraba que era la situación más probable: que Nicolás estaba muerto.

Se lo imaginaba marchándose, aunque el divorcio habría sido un paso más lógico, pero no se lo imaginaba dejando pasar el tiempo sin ponerse jamás en contacto con sus hijos y haciendo caso omiso del dinero de los Lanzani. Aquello, simplemente, no era propio de la naturaleza humana.
Tendría que recurrir a un detective privado para buscar a Nicolás, pero no creía que fuera a tener éxito.

Después de aquello, empezaría a hacer preguntas por la ciudad; no sabía lo que podría descubrir, pero la respuesta al rompecabezas se encontraba allí, si ella lograse siquiera imaginar cómo encajar las piezas. Alguien tenía que saber qué había sucedido aquella noche. La verdad estaba allí mismo, aguardando a que alguien la descubriera.

Sacó una hoja de papel, se detuvo unos instantes y escribió involuntariamente el nombre de su madre en la cabecera. Era mucha coincidencia que Gimena se hubiera ido la misma noche en que había desaparecido Nicolás y no supiera nada del tema. Quizá sí que se habían fugado juntos, y después algo le ocurrió a Nicolás, algo que Gimena no quiso saber. Aunque la única circunstancia en la que Lali se podía imaginar a Gimena recurriendo a la violencia sería en caso de legítima defensa, tenía que poner su nombre al principio de la lista.

Junto a Gimena, porque también tenía un motivo, escribió «Peter» con letras mayúsculas. Luego contempló ambos nombres. Uno de ellos, posiblemente los dos, sabía lo que le había pasado a Nicolás.   Apostaría lo que fuese. Sintió una náusea que le roía el estómago. Entre varios sospechosos de asesinato, ¿cuál escogía como más probable: su madre o el hombre al que había amado siempre?

Impresionada, contempló el papel amargamente. El conocerse a uno mismo rara vez resultaba agradable. Debía de ser la idiota más grande del mundo, porque a pesar de la destrucción que Peter había provocado en su persona, a pesar de que había intentado hacerle la vida imposible, a pesar de la posibilidad de que hubiera tenido algo que ver en la muerte de su padre, no podía huir de él, destruirlo, ni siquiera ignorar aquella profunda, irresistible atracción que sentía hacia él, igual que las virutas de metal se sienten atraídas hacia un imán. El solo hecho de verlo la dejaba sin fuerzas por dentro, y cuando él la tocaba sentía la electricidad de aquel contacto en todas las células de su cuerpo. Nunca la había tocado excepto estando furioso; ¿cómo sería si fuese a ella como amante, con la intención de provocarle placer? No era capaz de imaginárselo. Le herviría la sangre, se le pararía el corazón.

¿Qué iba a hacer si descubría que Peter en efecto había matado a su padre o había ordenado que lo mataran? Aquella idea le provocó un súbito dolor en el pecho, y a duras penas logró contener un gemido. Tendría que hacer lo mismo que haría si se tratase de cualquier otra persona. De lo contrario no se soportaría a sí misma, y viviría el resto de su vida afligida.

Había otros sospechosos, aunque eran menos probables. Escribió sus nombres debajo de los dos primeros. Ornella. Salvador. Quizá Eugenia. De forma lateral, la lista se ampliaba a los otros hombres con quienes su madre había dormido también, así como a las otras mujeres de Nicolás. Para ser dos personas que estaban tan encaprichadas la una de la otra, habían sido notablemente infieles. Ed Morgan también tenía que figurar en aquella lista, y Lali escribió su nombre con gran placer. Se devanó los sesos tratando de pensar en más nombres, pero doce años era mucho tiempo y la mayoría de los hombres resultaron claramente olvidables. Acaso los chismorreos de la ciudad pudieran suministrarle alguno, además de varias de las conquistas de Nicolás. A juzgar por su reputación, había dejado un buen rastro por todo el sureste de Luisiana. Era probable que pudiera enumerar bastantes damas de la sociedad de Prescott, lo cual convertiría a los esposos de éstas en candidatos legítimos para aparecer en la lista. Dejó el bolígrafo con un gesto irónico. Tal como iba aquella lista, bien podía coger una guía de teléfonos y empezar por la A.

—No parece usted un detective privado.

Andrés Bauer parecía un hombre de negocios próspero y de aspecto un tanto conservador.  En su despacho no se divisaba ni un solo cenicero. Más bien lo contrario, se veía limpio y pulcro, y el traje gris claro de su dueño hacía juego con él. Tenía unos ojos oscuros y tristes, pero la expresión que brillaba en ellos se iluminó y sé hizo más cálida al sonreírle a Lali.

—¿Me imaginaba con una botella de bourbon en la mesa y un cigarro con dos centímetros de ceniza colgando de la boca?

—Algo así. —Lali le devolvió la sonrisa—. O con una camisa hawaíana.
Él rió en voz alta al oír aquello.

—No es mi estilo. La ropa me la escoge siempre mi mujer... —Se interrumpió, y la tristeza volvió a sus ojos al mirar una fotografía que descansaba sobre el escritorio.
Lali siguió aquella mirada. El marco estaba de lado respecto a ella, pero aun así logró distinguir que era la foto de una mujer de mediana edad y con una expresión tan alegre que invitaba a sonreír. Debía de haber muerto para que hubiera aquella tristeza en los ojos del detective.

—¿Es su mujer? —le preguntó con suavidad.
Él consiguió sonreír de nuevo, pero esta vez de manera forzada.

—Sí, así es. La perdí hace unos meses.

—Lo siento mucho. —Acababa de conocerlo, pero su sentimiento era sincero.

—Fue una enfermedad repentina —explicó el detective con voz un tanto temblorosa—. Yo estoy mal del corazón; los dos pensábamos que yo iba a ser el primero en marcharse, y estábamos preparados para ello. Estábamos ahorrando todo lo posible para cuando yo ya no pudiera trabajar.
Entonces enfermó, un catarro, creíamos, pero cuarenta y ocho horas después murió de una neumonía vírica. Para cuando comprendió que estaba enferma de verdad, que no era un simple resfriado, ya era demasiado tarde.  Se le llenaron los ojos de lágrimas, y Lali extendió un brazo sobre la mesa para apoyar una mano en la suya. Él volvió la mano y le apretó los dedos, y después parpadeó desconcertado.—Perdone —se disculpó, sonrojándose. Sacó su pañuelo y se secó los ojos—. No sé qué me ha pasado. Usted es una clienta, acabamos de conocernos, y aquí me tiene, llorando sobre su hombro.

—Yo también he perdido a seres queridos— dijo Lali, pensando en Torito y en Pablo—. A veces ayuda hablar de ello.

—Sí, pero esto ha sido totalmente inapropiado por mi parte. Mi única excusa es que tiene usted una calidez especial, querida. —Advirtió que había añadido un apelativo cariñoso, y volvió a sonrojarse—. ¡Bueno! Tal vez sea mejor que le pregunte qué la ha traído aquí.

—Hace doce años desapareció un hombre—dijo Lali—. Me gustaría que averiguara si sigue vivo.
El detective tomó un bolígrafo y rápidamente garabateó algo en un cuaderno.

—¿Era su padre? ¿Un antiguo novio?

—No, nada de eso. Era el amante de mi madre.

El señor Bauer levantó la vista hacia ella, pero no parecía sorprendido. Era probable que en su profesión hubiera recibido encargos mucho más extraños que aquél. Pensando que él tendría mayores posibilidades de encontrar algo si conocía todos los detalles y circunstancias, en vez de sólo los hechos desnudos del nombre, la edad y la descripción de Nicolás, le refirió todo lo que había sucedido doce años antes y por qué quería averiguar sí Nicolás estaba vivo.

—Tengo que decirle —añadió— que yo creo que está muerto. Quizá me esté dejando llevar por mi imaginación, pero creo que alguien lo mató.
El señor Bauer depositó el bolígrafo con cuidado encima del cuaderno, entre las rayas azules.

—Supongo que es usted consciente, señora Martínez, de que teniendo en cuenta lo que me ha contado, es muy probable que su madre esté implicada. El hecho de que se fuera la misma noche... Bueno, ya comprende usted lo que parece.

—Sí, lo entiendo. Pero no acabo de creerme que lo matara ella misma. Mi madre —dijo Lali con una débil sonrisa— jamás mataría la gallina de los huevos de oro.

—Pero sí cree que ella sabe lo que ocurrió.
Lali afirmó con la cabeza.

—He intentado convencerla de que hable de ello, pero no quiere.

—Supongo que no existen pruebas que puedan presentarse al sheriff.

—Ninguna. No quiero que averigüe si Nicolás fue asesinado, señor Bauer, sólo quiero que averigüe, si puede, si está vivo o no. Existe una remota posibilidad de que simplemente le diese la espalda a todo.

—Muy remota —dijo él secamente—. Aunque he de admitir que han ocurrido cosas más raras. Pero si existe algún rastro documental, lo encontraré. Si hubiera estado huyendo de la ley, habría cambiado de nombre, pero no había motivo para que ocultase su identidad. Debería ser bastante fácil averiguar si alguna vez ha salido a la luz.

—Gracias, señor Bauer. —Sacó una tarjeta personal y se la entregó—. Aquí tiene mi número.
Llámeme cuando sepa algo.

Salió del despacho contenta de haberlo elegido a él. Lo había contactado primero por teléfono, habían hablado de los honorarios y concertado una cita. Luego comprobó sus referencias y quedó satisfecha con las respuestas. El señor Bauer había sido muy recomendado por sus contactos profesionales, quienes lo habían descrito como una persona a la vez honrada y competente, de ésas en las que uno confía de manera instintiva. Si Nicolás estaba vivo, el señor Bauer daría con él.

Continuará...

6 comentarios:

  1. Jamás se va a dar x vencida,casi sin recursos y sigue adelante,decidida a demostrarle a Lanzani k ella no tiene la culpa d nada¿conseguira k Peter la tome en serio?,ya quiero saber como..Con esa lista,todo el pueblo puede estar en ella,jajaja,hombres x parte d Gimena,y mujeres x parte d Nicolás.La familia Lanzani ,en la mira.

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  2. m e encabta ya la abia leido antes pero la estoy voyviendo a leer xq me gusta!!!!
    nashiii

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  3. Acabo de encontrarte por fin...no veas como te he buscado porque me habian recomendado tu nove, y por fin hoy lo he conseguido, siempre me salia fotolog no el blog...
    Ahora me pondre al dia con la nove...y ya tienes una nueva lectora

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    1. Anda, este me habia dado error al escribirlo y ahora veo que esta tambien, por eso se parece al siguiente

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  4. Por fin te he encontrado...no veas lo que me ha costado... me habian recomendado la nove (Chari), y siempre me salia fotolog y no el blog...
    ahora voy a ponerme al dia con la nove... ya tienes lectora nueva

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  5. Ya me he puesto al dia...es atrapante y buenisima...
    He firmado creo en los ultimos 5 capitulos creo y en el que Peter echa a toda la familia de Lali, en ese no he podido resistirme a firmar...

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