Hola! como las trata el finde? espero que super bien :) jijiji nada más que decir les dejo el capítulo de hoy, que tengan linda semana :)
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Salieron al corredor en el momento en que Ornella
bajaba elegantemente
las escaleras para salir al encuentro
de Alejo. Le ofreció la mejilla para que se la besara y le permitió que
le guardara la mano en el hueco del brazo, pequeños contactos que rara vez
había consentido a su marido. La devoción de Alejo había sido beneficiosa para Ornella,
pues aminoró un poco el dolor que le había provocado su destrozada seguridad en
sí misma, pero Peter no estaba tan seguro de que fuera beneficiosa para el
propio Alejo. Su esposa había muerto quince años atrás y debería haber vuelto a
casarse; en aquella fecha no tenía más que cuarenta y un años. Tal vez lo
hubiera hecho, a su debido tiempo, pero entonces Nicolás se marchó y Alejo,
como buen amigo que era, se había consagrado a ayudar a los Lanzani a superar
la crisis. Incluso después de recibir la carta de poderes, Peter tardó dos años
enteros en consolidar su posición, y Alejo estuvo a su lado todo el tiempo,
presente en sesiones estratégicas que duraban noches enteras; también se había
convertido en una especie de padre sustituto para Eugenia y había convencido
paulatinamente a Ornella de que saliera de su total depresión. Se había
enamorado dolorosamente de Ornella, un hecho del que ella no parecía darse
cuenta.
Debería
haberlo visto venir, se dijo Peter al observar a su madre. Aún conservaba un
increíble encanto, con un estilo sereno y clásico que suscitaba el romanticismo
de Alejo. Su cabello negro contenía muy pocas canas y la favorecía
notoriamente. Seguía teniendo el cutis suave y sin arrugas, aunque por alguna
razón se adivinaba claramente su edad. No había juventud en ella, ni ligereza
de espíritu, y siempre ardía una llama de tristeza en el fondo de sus ojos
azules. Al mirar a su madre, a Eugenia y a Alejo, Peter maldijo con vehemencia
a su padre por lo que había hecho.
Alejo,
tras acomodar en su asiento a Ornella, le dijo a Peter:
—Hoy
ha llegado a mis oídos un curioso rumor acerca de uno de los Espósito. —Eugenia
se quedó congelada en el sitio y su mirada nerviosa giró rápidamente hacia Ornella,
que se había quedado pálida e inmóvil. Alejo no vio el brusco gesto de
advertencia que le hizo Peter—. Me tropecé con Ed Morgan, y por lo visto una de
las chicas ha vuelto para vivir aquí.
Alejo
se irguió, su mirada se cruzó con la de Peter, y éste comprendió que Alejo
había preferido no ver su gesto de advertencia. Había sacado a colación el tema
a propósito, para obligar a Ornella a afrontarlo. Ya había hecho aquello mismo
en otras ocasiones, hablar de Nicolás cuando Ornella se encogía al oír
cualquier mención de su marido. Tal vez fuera precisamente lo que había que
hacer; quién sabe, Alejo había logrado obtener mayor reacción de Ornella de la
que nunca habían conseguido Eugenia ni él.
Ornella
se llevó una mano temblorosa a la garganta.
—¿A
vivir... aquí?
—Se
trata de la hija pequeña, Lali —dijo Peter manteniendo un tono calmado—. Ha
comprado la vieja casa de Cleburne y se ha instalado en ella.
—No.
—Ornella miró a su hijo con expresión agónica—. No puedo... No puedo
soportarlo.
—Naturalmente
que puedes —le dijo Alejo para confortarla, al tiempo que tomaba asiento—. Tú
no sales ni hablas con nadie de la ciudad, así que nunca la verás ni sabrás
nada de ella. No hay motivo para que te alteres.
Peter
se reclinó en su silla y reprimió una leve sonrisa. Él y Eugenia tendían a
tratar a Ornella con algodones; no podía evitarlo, aun cuando ella le causaba
una intensa frustración. Alejo no se andaba con tantos miramientos. Era implacable
en sus esfuerzos por obligarla a salir de su cáscara y regresar a la sociedad.
Probablemente tenía razón al hablar abiertamente del tema y las inclinaciones
de Peter y Eugenia eran demasiado protectoras.
Ornella
negó con la cabeza sin dejar de mirar a Peter.
—No
la quiero aquí —dijo, suplicando abiertamente—. La gente hablará... Todo se
revolverá otra vez, y yo no puedo soportarlo.
—Tú
no te enterarás de nada —dijo Alejo.
Ella
se estremeció.
—No
necesito oírlo para saber que está pasando.
No, posiblemente
no. Cualquiera que hubiera vivido en una ciudad pequeña sabía muy bien que los
chismorreos se reciclaban y que nada caía en el olvido para siempre.
—Por
favor —le dijo a Peter con expresión atormentada—. Haz que se vaya.
Peter
tomó un pequeño sorbo de su copa de vino, cuidando de componer una expresión
vacía.
Estaba
hartándose de la manera en que la gente pensaba que él podía por arte de magia
hacer desaparecer a las personas. Excepto secuestrarla o matarla, lo único que
podía hacer con Lali era procurar que las cosas le resultasen tan incómodas
como fuera posible. Esta vez no tenía motivos legales, ninguna acusación de
allanamiento, ninguna familia de borrachos y ladrones que el sheriff no tuviera
inconveniente en expulsar de la ciudad. Lo que tenía era una mujer joven y
totalmente empeñada en mantenerse en sus trece.
—No
va a ser fácil —dijo.
—Pero
tú posees mucha influencia... con el sheriff, el banco...
—No
ha abierto ninguna cuenta bancaria, y el sheriff no puede hacer nada a no ser
que Lali viole una ley. Hasta ahora, no ha violado ninguna. —Peter comprendió
que tampoco abriría una cuenta en el banco de él. Era demasiado lista. Sabía
exactamente a lo que iba a enfrentarse cuando se instalara de nuevo en
Prescott, de otro modo no habría comprado la propiedad de los Cleburne al
contado. Había tomado medidas para limitar los movimientos que él pudiera hacer
en contra de ella.
Tenía
que respetarla como adversario, por su previsión. Estaba claro que Lali le
había puesto las cosas más difíciles. Echaría un vistazo alrededor, utilizaría
sus fuentes para tratar de verificar que realmente había pagado la casa al
contado en lugar de financiarla, pero sospechaba que Lali le había dicho la
verdad.
—Debe
de haber algo —dijo Ornella con desesperación.
Peter
enarcó la cejas.
—Propongo
el asesinato —dijo con burla.
—¡Peter!
—Su madre lo miró atónita—. ¡No estaba sugiriendo nada semejante!
—Entonces,
puede que tengamos que acostumbrarnos a la idea de que viva aquí. Yo puedo
ponerle las cosas enrevesadas, pero eso es todo. Y no quiero que nadie me venga
con ideas brillantes acerca de acoso físico —dijo, clavando la mirada en Eugenia
y Ornella, por si acaso se le había ocurrido aquella idea a alguna de las dos.
No era probable, pero no tenía intención de arriesgarse—. Si podemos librarnos
de ella a mi modo, bien, pero no pienso hacerle daño. —No cuestionó aquel
curioso instinto protector hacia una Espósito. Lali ya había sufrido bastante
en su vida, se dijo recordando a aquella niña aterrorizada y atrapada en el
semicírculo de faros de autos.
—Como
si nosotras fuéramos a hacer algo así —dijo Eugenia, sintiéndose insultada.
—No
creo que fueran a hacerlo, pero no quería dejar el asunto abierto a
especulación.
En
aquel momento llegó Delfina con el primer plato, una crema de pepino, y el tema
fue abandonado por consentimiento mutuo, para diversión de Peter. En aquella
casa no sucedía nada que Felicitas y Delfina no supieran casi al instante de
producirse, pero Ornella y Eugenia seguían la antigua norma de no hablar de
cosas personales delante de la servidumbre. Dudaba de que alguna persona de las
que trabajaban para ellos se considerase a sí misma «servidumbre», sobre todo
Delfina. Llevaba trabajando en aquella
casa más tiempo del que recordaba Peter, y le había pegado a él en las manos
con una cuchara de madera cada vez que lo pillaba intentando robar uno de los
pequeños bizcochos que horneaba para las recepciones de Ornella.
Eugenia
se puso a contar a Alejo un interesante documental que había visto en televisión.
Peter miró a Ornella para hacer un comentario, pero enmudeció al ver cómo
rodaban las lágrimas en silencio por sus mejillas. Estaba tomándose su sopa con
serenidad, hundiendo y levantando la cuchara con ritmo elegante, y mientras
tanto lloraba.
Después
de la cena, Alejo se reunió con Peter en el estudio y pasaron media hora
hablando de negocios hasta que Peter dijo en tono irónico:
—Eugenia
y yo habíamos decidido no hablarle a mamá de Lali.
Alejo
hizo una mueca.
—Ya
me imaginaba algo así. Sé que no me corresponde meter la cuchara en esto... —Peter
soltó un bufido que provocó una rápida sonrisa en el rostro de Alejo antes de
proseguir—, pero es que tu madre no puede seguir ocultándose al mundo para
siempre.
—¿No?
Pues lleva doce años intentándolo de maravilla.
—Si
ella no sale al mundo, he decidido traerle el mundo a ella. A lo mejor así ve
que «si no los puedes vencer, únete a ellos».
—Buena
suerte —dijo Peter, y era sincero.
Alejo
lo miró con curiosidad.
—¿De
verdad vas a obligar a Lali a marcharse?
Peter
se recostó en su asiento y apoyó los pies en la mesa estirándose como una
pantera soñolienta, relajada pero aún peligrosa.
—Por
supuesto que voy a intentarlo, pero lo que le he dicho a mi madre es verdad.
Legalmente, no hay mucho que pueda hacer.
—¿Por
qué no dejarla en paz? —preguntó Alejo con un suspiro—. Yo diría que ya ha
tenido una vida bastante dura tal como está, sin que la gente intente causarle
problemas a propósito.
—¿La
has visto?
—No.
¿Por qué?
—Parece
la hermana gemela de Gimena —dijo Peter—. Ya es bastante malo ser una Espósito,
pero además parecerse así... —Sacudió la cabeza en un gesto negativo—. Va a
remover muchos recuerdos, y no sólo en mi familia. Gimena Espósito era muy
conocida de todos.
—Incluso
así, yo creo que se merece una oportunidad—. Si está intentando llegar a ser
algo, sería una lástima interponerse en su camino.
Peter
sacudió otra vez la cabeza.
—Tengo
que pensar en mamá y en Eugenia. Para mí, ellas son más importantes que ese
trozo de basura que intenta demostrar ser algo.
Alejo
lo contempló con decepción. Peter era un hombre duro y un enemigo peligroso,
pero siempre había sido justo. La desaparición de Nicolás lo había metido de
cabeza en una situación en la que la responsabilidad del bienestar económico, y
también el emocional, de su familia recayó sobre sus jóvenes hombros. Hasta
aquel momento, Peter había sido un muchacho alegre, alborotador y
despreocupado, pero de la noche a la mañana se había convertido en un hombre
mucho más duro, más despiadado. Su sentido del humor, cuando se consentía a sí
mismo tenerlo, todavía bordeaba lo descarado e irreverente, pero durante la
mayor parte del tiempo era mucho más serio. Peter era un hombre que sabía hasta
dónde llegaba su poder y no se arredraba a la hora de utilizarlo. Si Nicolás
había sido respetado en la comunidad financiera, Peter era considerado con el
temor y la cautela con que uno contemplaría a un merodeador.
—Eres
demasiado protector —dijo Alejo por fin—. Ornella y Eugenia no van a
derrumbarse en pedazos por el hecho de que Lali Espósito viva en Prescott. No
les gustará, pero aprenderán a vivir con ello.
Peter
se encogió de hombros.
—Quizá
—más bien, probablemente fuera demasiado protector, pero Alejo no había visto a
Eugenia desangrarse casi hasta morir, ni había presenciado el completo
hundimiento emocional de Ornella. Para cuando Alejo empezó a convencer a Ornella
de que saliera de su habitación, ésta por lo menos ya hablaba otra vez y había
vuelto a comer.
—Me
rindo —dijo Alejo sacudiendo la cabeza—. De todos modos, vas a hacer lo que
quieras. Pero medita sobre ello, y puede que le des un respiro a la chica.
Aquella
misma noche, sentado a solas en el estudio con los pies aún apoyados en el
escritorio, en su postura habitual, mientras leía un informe financiero sobre
unas acciones que había comprado, Peter descubrió que le resultaba difícil
concentrarse. No era el whisky; se había servido una copa cuando se puso a
mirar papeles, más de dos horas antes, y la mayor parte del licor seguía en el
vaso.
El
hecho era que no conseguía quitarse de la cabeza el problema de Lali Espósito.
El silencioso llanto de Ornella lo había afectado más que ninguna cosa que
hubiera podido decir. Si Lali no se merecía que la hicieran sufrir de nuevo,
tampoco su madre ni su hermana. Ellas también eran víctimas inocentes, y Eugenia
estuvo a punto de morirse. No podía olvidar aquello, y tampoco podía verlas
alteradas y no intentar hacer algo al respecto.
Además,
era un hecho que si Mariana Martínez se quedaba en Prescott, Ornella y Eugenia
se sentirían todavía más heridas y perturbadas de lo que ya estaban ahora.
Continuará...
Menudo dilema tiene Peter,bastante hipócrita.Su madre y su hermana ,no merecen sufrir ,y Lali sí.Ellas k lo tenían todo desde siempre,y no hicieron nada cuando Nicolás,se iba con Gimena o con otras mujeres a divertirse, y no pensaba en su mujer y su hija.Lali jamás tuvo nada,su familia bastante k desear,borrachos y putas,ella una niña dulce e inocente,k se encargaba d su hermano Torito k siempre necesito d ella,d sus cuidados y atenciones.Logra ser más k autosufíciente ,y una mujer d éxito sola.Y todavía,los Lanzani se permiten querer rebajarla,espero k no logren,ni una mínima parte d hacerle daño,y k Peter si k sufra ,al menos x todo lo k le hizo cuando solo era una preadolescente,aunque me parece k viéndola d nuevo,han vuelto sus fantasmas,y su deseo x ella.Ya sufre ella bastante con los malos momentos k fueron toda su infancia , niñez y adolescencia.Alejo me parece un hombre sensato,espero k logre algo y k sea para bien.Me explaye.
ResponderEliminarVaya dilema...Peter no deja depensar en lali...y por otro lado noquiere que sufran su hermana ni su madre...pero el amor es mas fuerte aunque lo niegue...
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