Hola! como están? como comenzaron su semana?
Mil perdones por no subir el capítulo de ayer, que obviamente se lo MERECIAN! hubieron 7 lindas firmas! :) Las recompensare con el capítulo que les debía y el de hoy, si hay hartas firmas subiré otro! Besos.
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Peter
se fue calmando gradualmente, pero su abrazo desesperado no se relajó. Lali le
apartó el pelo del rostro mojado con gesto tierno.
—Todos
estos años —dijo Peter en tono ahogado—... lo he odiado y maldecido... y
también lo he echado de menos... Y durante todo este tiempo ha estado muerto.
Aún
había que decir algo más, algo doloroso.
—Haz
que draguen el lago —sugirió Lali, y sintió cómo Peter se encogía. Él había
nadado y pescado en aquel lago.
Había
más cosas que decir, decisiones que tomar, pero Peter tenía la cabeza hundida
en su pecho y notó que estaba totalmente agotado. Su propia fatiga, física y
mental, estaba empezando a hacer mella también en ella.
—Duérmete
—le susurró, acariciándole la sien—. Ya hablaremos por la mañana.
Debió
de quedarse adormecida, pero pese a su cansancio, había algo que seguía
arrastrándola hacia la semiinconsciencia. Se agitó nerviosa, sintiendo el peso
de Peter encima de ella. ¿Qué había dicho? Algo acerca de la carta de
poderes...
El
cuerpo de Peter era como un horno, despedía calor en oleadas. Estaba bañada en
sudor a pesar de los esfuerzos del ventilador del techo. No abrió los ojos,
pero frunció la frente intentando enfocar con claridad la idea. La carta de
poderes... ¿Por qué había enviado Alejo un falso poder escrito tan deprisa,
cuando ninguna persona razonable esperaría que Nicolás abandonase de forma tan
radical a su familia y sus negocios? Seguro que esperaba que Nicolás se pusiera
en contacto...
A
menos que supiera que eso iba a ser imposible.
Alejo.
Abrió
los ojos de golpe y contempló confusa el extraño resplandor rojo que invadía el
dormitorio. El calor se había intensificado y el aire era acre y le quemaba los
ojos y la nariz.
Entonces
lo comprendió de repente.
—i Peter!
—Lo llamó a gritos y lo sacudió con fuerza—. i Levántate! ¡La casa se incendia!
Eugenia
detuvo el auto en el mismo sitio que en las dos ocasiones anteriores, sacándolo
de la carretera y entrando en un acceso a un pastizal, fuera de la vista de la
casa. Llevaba ropa oscura y zapatos de suela blanda para moverse en silencio
sin que la vieran. Era de lo más fácil llegar hasta la casa a pie, dejar los
mensajes y marcharse sin ser detectada. Dejar el paquete había requerido un
poco más de planificación, ya que había sido a la luz del día, pero Lali le
había simplificado las cosas al no encontrarse en casa. Simplemente había sido
cuestión de introducir el paquete en el buzón del correo y arrancar.
Salió
del auto, pistola en mano, y puso el pie en la carretera oscura. No había mucho
tráfico ni siquiera durante el día, y si viniera un auto podría verlo y oírlo
con tiempo de sobra para esconderse. Mientras tanto, la carretera era lo más
fácil para caminar y no dejar huellas.
Había
un extraño resplandor rojo en el cielo nocturno, visible justo por encima de
los árboles.
Eugenia
lo contempló, desconcertada. Tardó unos segundos en comprender de qué se
trataba, y sus ojos se desorbitaron de alarma. ¡La casa estaba ardiendo, y Peter
estaba allí! Con la garganta cerrada en un gemido de terror, echó a correr.
Peter
se bajó de la cama y arrastró a Lali consigo al suelo, donde era más fácil
respirar, aunque el humo acre seguía quemándole la garganta y los pulmones a
cada inspiración. Cogió su bata de la silla y se la lanzó.
—Sal arrastrándote
al pasillo y ponte esto —le ordenó— y unos zapatos. —Se puso a toda prisa los
pantalones y los zapatos, en tres movimientos rápidos—. Yo te seguiré justo
detrás.
Lali
obedeció, mirando hacia atrás varias veces para cerciorarse de que estaba allí.
Se echó la bata por encima tosiendo violentamente.
Una
vez en el pasillo, vieron que las llamas lamían también el exterior de la
ventana del cuarto de baño. Peter no hizo caso de ello y penetró en el baño
para coger las toallas del toallero. Por obra de algún milagro, todavía había
presión de agua, de modo que empapó las toallas en el lavabo.
Alargó
una de ellas a Lali tosiendo y carraspeando.
—Póntela
en la cara —le dijo con la voz enrarecida.
Lali
así lo hizo, se sostuvo la toalla empapada contra la nariz y la boca y reptó lo
mejor que pudo. La toalla ayudó, pues empezó a respirar un poco mejor.
El
fuego parecía rodearlos con sus siniestras llamas amarillas dondequiera que
miraban. El denso humo que llenaba la casa reflejaba el resplandor, de modo que
éste parecía provenir de todas direcciones. ¿Cómo podía haberse extendido tan
rápidamente, engullendo la casa de aquel modo?
El crujir
del fuego se había convertido en un rugido conforme iba haciéndose más grande,
consumiendo la casa cada vez más. El calor le abrasaba la piel y continuamente
caía una lluvia de chispas semejantes a minúsculos cuchillos incandescentes que
agujereaban lo que encontraban a su paso. Las tablas del suelo que iba tocando
daban la sensación de respirar, cada vez más calientes, y Lali supo que pronto
el suelo empezaría a arder. Si para entonces no estaban fuera, morirían.
Peter
sentía lo mismo. Lali no se movía lo bastante rápido; la bata se le enredaba en
las piernas y le restaba velocidad. La empujó bruscamente a un lado para poder
moverse por delante de ella.
Tomó
el cuello de la bata y lo utilizó para tirar de ella, poco menos que
arrastrándola, y así obligarla a avanzar más deprisa. Notó que el suelo es taba
cada vez más caliente y supo que como mucho disponían sólo de un minuto para
salir de allí, o sería demasiado tarde. Forzó la vista para ver a través de las
nubes de humo, y la relativa oscuridad de la parte frontal de la casa le
proporcionó un atisbo de esperanza.
—¡La
puerta principal! —rugió, intentando hacerse oír por encima del estruendo
infernal—. ¡Todavía no está ardiendo!
La
casa era muy pequeña, pero la puerta principal parecía encontrarse muy lejos. Lali
sentía los pulmones doloridos y abrasados, bombeando desesperadamente en busca
de aire, pero el fuego estaba consumiendo todo el preciado oxígeno. Se le nubló
la vista y tuvo la impresión de que el mundo se torcía hacia un lado. El suelo
de madera le raspaba las rodillas mientras Peter tiraba de ella, y el dolor la
incitaba a realizar un mayor esfuerzo. Intentó recuperarse y obligó a sus
músculos a seguir moviéndose mientras repetía en silencio una letanía de
desesperación: No te pares, no te pares, si te paras Peter se parará también,
no te pares. El terror por la seguridad de él, por encima de todo lo demás, fue
lo que la obligó a continuar.
De
pronto Peter se puso de pie con paso inseguro, la izó a ella y la sujetó
fuertemente contra sí.
Lali
miró con ojos turbios su amado rostro, ennegrecido por el humo.
—¡Prepárate!
—bramó él, y empleó su toalla para cubrir el recalentado picaporte y abrir la
puerta de un tirón.
Continuará...
Madre mia, y yo que pensaba que Euge le haria algo malo y seguro que cuando los vea los ayuda, o eso espero, por lo menos ayudara a Petery este le contara todo lo que Lali le dijo...y juntos descubriran alasesino...pobre euge, ella que se entrego a Alejo... cada vez me gusta esta novela mas...es muy atrapante
ResponderEliminarMe dejas uuuff,casi no respiro como ellos,menos mal k ahora k entro ,tengo el consuelo d leer el siguiente.Alejo,desde hace tiempo me dió mala espina,y me la sigue dando.
ResponderEliminarnooooooooooooooooooooooooo como me la dejas asi oooo que ha pasado quien fue euge no iva a aser eso pero quien lo hiso mas novela euge la siega el dolor
ResponderEliminarNoooooo,
ResponderEliminarPor Dios, Incendiar La Casa Con Ellos A Dentro
Y Eugenia Fue La De Los Paquetes Y Las Amenazas
Pero Hay Me Confundi
Espero Mas Nove, Me Gusta
Y Es Sumamente Interesante