lunes, 16 de julio de 2012

Capítulo 54








Hola! como están? como comenzaron su semana? 
Mil perdones por no subir el capítulo de ayer, que obviamente se lo MERECIAN! hubieron 7 lindas firmas! :) Las recompensare con el capítulo que les debía y el de hoy, si hay hartas firmas subiré otro! Besos.
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Peter se fue calmando gradualmente, pero su abrazo desesperado no se relajó. Lali le apartó el pelo del rostro mojado con gesto tierno.

—Todos estos años —dijo Peter en tono ahogado—... lo he odiado y maldecido... y también lo he echado de menos... Y durante todo este tiempo ha estado muerto.
Aún había que decir algo más, algo doloroso.

—Haz que draguen el lago —sugirió Lali, y sintió cómo Peter se encogía. Él había nadado y pescado en aquel lago.
Había más cosas que decir, decisiones que tomar, pero Peter tenía la cabeza hundida en su pecho y notó que estaba totalmente agotado. Su propia fatiga, física y mental, estaba empezando a hacer mella también en ella.

—Duérmete —le susurró, acariciándole la sien—. Ya hablaremos por la mañana.
Debió de quedarse adormecida, pero pese a su cansancio, había algo que seguía arrastrándola hacia la semiinconsciencia. Se agitó nerviosa, sintiendo el peso de Peter encima de ella. ¿Qué había dicho? Algo acerca de la carta de poderes...

El cuerpo de Peter era como un horno, despedía calor en oleadas. Estaba bañada en sudor a pesar de los esfuerzos del ventilador del techo. No abrió los ojos, pero frunció la frente intentando enfocar con claridad la idea. La carta de poderes... ¿Por qué había enviado Alejo un falso poder escrito tan deprisa, cuando ninguna persona razonable esperaría que Nicolás abandonase de forma tan radical a su familia y sus negocios? Seguro que esperaba que Nicolás se pusiera en contacto...
A menos que supiera que eso iba a ser imposible.
Alejo.

Abrió los ojos de golpe y contempló confusa el extraño resplandor rojo que invadía el dormitorio. El calor se había intensificado y el aire era acre y le quemaba los ojos y la nariz.
Entonces lo comprendió de repente.

—i Peter! —Lo llamó a gritos y lo sacudió con fuerza—. i Levántate! ¡La casa se incendia!


Eugenia detuvo el auto en el mismo sitio que en las dos ocasiones anteriores, sacándolo de la carretera y entrando en un acceso a un pastizal, fuera de la vista de la casa. Llevaba ropa oscura y zapatos de suela blanda para moverse en silencio sin que la vieran. Era de lo más fácil llegar hasta la casa a pie, dejar los mensajes y marcharse sin ser detectada. Dejar el paquete había requerido un poco más de planificación, ya que había sido a la luz del día, pero Lali le había simplificado las cosas al no encontrarse en casa. Simplemente había sido cuestión de introducir el paquete en el buzón del correo y arrancar.

Salió del auto, pistola en mano, y puso el pie en la carretera oscura. No había mucho tráfico ni siquiera durante el día, y si viniera un auto podría verlo y oírlo con tiempo de sobra para esconderse. Mientras tanto, la carretera era lo más fácil para caminar y no dejar huellas.
Había un extraño resplandor rojo en el cielo nocturno, visible justo por encima de los árboles.

Eugenia lo contempló, desconcertada. Tardó unos segundos en comprender de qué se trataba, y sus ojos se desorbitaron de alarma. ¡La casa estaba ardiendo, y Peter estaba allí! Con la garganta cerrada en un gemido de terror, echó a correr.

Peter se bajó de la cama y arrastró a Lali consigo al suelo, donde era más fácil respirar, aunque el humo acre seguía quemándole la garganta y los pulmones a cada inspiración. Cogió su bata de la silla y se la lanzó.

—Sal arrastrándote al pasillo y ponte esto —le ordenó— y unos zapatos. —Se puso a toda prisa los pantalones y los zapatos, en tres movimientos rápidos—. Yo te seguiré justo detrás.
Lali obedeció, mirando hacia atrás varias veces para cerciorarse de que estaba allí. Se echó la bata por encima tosiendo violentamente.

Una vez en el pasillo, vieron que las llamas lamían también el exterior de la ventana del cuarto de baño. Peter no hizo caso de ello y penetró en el baño para coger las toallas del toallero. Por obra de algún milagro, todavía había presión de agua, de modo que empapó las toallas en el lavabo.
Alargó una de ellas a Lali tosiendo y carraspeando.

—Póntela en la cara —le dijo con la voz enrarecida.
Lali así lo hizo, se sostuvo la toalla empapada contra la nariz y la boca y reptó lo mejor que pudo. La toalla ayudó, pues empezó a respirar un poco mejor.

El fuego parecía rodearlos con sus siniestras llamas amarillas dondequiera que miraban. El denso humo que llenaba la casa reflejaba el resplandor, de modo que éste parecía provenir de todas direcciones. ¿Cómo podía haberse extendido tan rápidamente, engullendo la casa de aquel modo?

El crujir del fuego se había convertido en un rugido conforme iba haciéndose más grande, consumiendo la casa cada vez más. El calor le abrasaba la piel y continuamente caía una lluvia de chispas semejantes a minúsculos cuchillos incandescentes que agujereaban lo que encontraban a su paso. Las tablas del suelo que iba tocando daban la sensación de respirar, cada vez más calientes, y Lali supo que pronto el suelo empezaría a arder. Si para entonces no estaban fuera, morirían.

Peter sentía lo mismo. Lali no se movía lo bastante rápido; la bata se le enredaba en las piernas y le restaba velocidad. La empujó bruscamente a un lado para poder moverse por delante de ella.

Tomó el cuello de la bata y lo utilizó para tirar de ella, poco menos que arrastrándola, y así obligarla a avanzar más deprisa. Notó que el suelo es taba cada vez más caliente y supo que como mucho disponían sólo de un minuto para salir de allí, o sería demasiado tarde. Forzó la vista para ver a través de las nubes de humo, y la relativa oscuridad de la parte frontal de la casa le proporcionó un atisbo de esperanza.

—¡La puerta principal! —rugió, intentando hacerse oír por encima del estruendo infernal—. ¡Todavía no está ardiendo!

La casa era muy pequeña, pero la puerta principal parecía encontrarse muy lejos. Lali sentía los pulmones doloridos y abrasados, bombeando desesperadamente en busca de aire, pero el fuego estaba consumiendo todo el preciado oxígeno. Se le nubló la vista y tuvo la impresión de que el mundo se torcía hacia un lado. El suelo de madera le raspaba las rodillas mientras Peter tiraba de ella, y el dolor la incitaba a realizar un mayor esfuerzo. Intentó recuperarse y obligó a sus músculos a seguir moviéndose mientras repetía en silencio una letanía de desesperación: No te pares, no te pares, si te paras Peter se parará también, no te pares. El terror por la seguridad de él, por encima de todo lo demás, fue lo que la obligó a continuar.

De pronto Peter se puso de pie con paso inseguro, la izó a ella y la sujetó fuertemente contra sí.
Lali miró con ojos turbios su amado rostro, ennegrecido por el humo.

—¡Prepárate! —bramó él, y empleó su toalla para cubrir el recalentado picaporte y abrir la puerta de un tirón.

Continuará...

4 comentarios:

  1. Madre mia, y yo que pensaba que Euge le haria algo malo y seguro que cuando los vea los ayuda, o eso espero, por lo menos ayudara a Petery este le contara todo lo que Lali le dijo...y juntos descubriran alasesino...pobre euge, ella que se entrego a Alejo... cada vez me gusta esta novela mas...es muy atrapante

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  2. Me dejas uuuff,casi no respiro como ellos,menos mal k ahora k entro ,tengo el consuelo d leer el siguiente.Alejo,desde hace tiempo me dió mala espina,y me la sigue dando.

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  3. nooooooooooooooooooooooooo como me la dejas asi oooo que ha pasado quien fue euge no iva a aser eso pero quien lo hiso mas novela euge la siega el dolor

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  4. Noooooo,
    Por Dios, Incendiar La Casa Con Ellos A Dentro
    Y Eugenia Fue La De Los Paquetes Y Las Amenazas
    Pero Hay Me Confundi
    Espero Mas Nove, Me Gusta
    Y Es Sumamente Interesante

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