Hola! como estan?, como comenzaron su semana?.
Perdón por no subir ayer :/ pero me tuve que leer un libro a tiempo record jijij espero que con este capítulo aumenten un poco las firmas eh! aunque sea unas 10! Un beso!
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Salió
de aquel despacho y volvió sobre sus pasos. Cuando estaba a mitad del pasillo
vio a un hombre alto y de complexión fuerte, que hablaba con la menuda mujer de
pelo azul. A Lali casi se le paró el corazón. Sin perder el paso, dio
rápidamente media vuelta en dirección al despacho del sheriff, presa del pánico
ante la idea de enfrentarse a él de nuevo después de la crudeza del último
encuentro. Fue una reacción puramente instintiva; su mente sabía que necesitaba
hablar con él, pero su cuerpo emprendió la huida.
Oyó
el rugido grave de su voz, reconocible donde fuera, y apretó el paso. Al llegar
al final del pasillo, dobló la esquina y miró hacia atrás, y vio que él se
acercaba a grandes zancadas, acortando con sus largas piernas la distancia que
mediaba entre ambos, a una velocidad alarmante. Sus ojos oscuros estaban fijos
en ella.
Lali
se apresuró a rebasar la esquina, y entonces vio allí mismo el baño de señoras,
a la izquierda. Al ver el rótulo se lanzó al interior, empujó la puerta y
esperó de pie, con una mano en el pecho para intentar calmar el retumbar de su
corazón. Miró a su alrededor. Estaba sola en la diminuta estancia provista de
dos retretes. Aguardó, congelada, a que se desvaneciera el sonido de sus
pisadas.
De
pronto la puerta se abrió bruscamente hacia dentro obligándola a retroceder de
un salto para evitar el golpe. Peter llenó la entrada, grande, musculoso y
amenazante, con un frunce siniestro en el rostro. Los ojos le brillaban igual de
furia. Lali trató de huir, pero chocó contra el lavabo. Había muy poco espacio
para maniobrar.
—¡No
puedes entrar aquí!
Él
dio un paso adelante y cerró la puerta.
—¿Estás
segura?
Lali
respiró hondo, intentando calmarse.
—Entrará
alguien.
—Puede
ser. —Peter se acercó un poco más, tanto que ya sólo los separaban centímetros
y ella tuvo que inclinar la cabeza hacia atrás para verlo—. Puede que no. El
sitio lo has elegido tú, no yo.
—Yo
no he elegido nada —le espetó ella—. Trataba de evitarte...
—Ya
me he dado cuenta —repuso él secamente—. ¿Qué estás haciendo aquí?
No había
motivo alguno para no decírselo.
—Esta
mañana he encontrado otra nota en el auto, y se la he traído al sheriff Riera.
El
ceño fruncido de Peter se acentuó.
—Maldita
sea, Lali...
—Me ha
dicho que tenga un perro —dijo Lali, interrumpiendo el sermón—. Precisamente me
dirigía ahora a la perrera.
—Es
una buena idea. Pero no te molestes en ir a la perrera. Yo te compraré uno.
¿Por qué no contestaste ayer al teléfono?
—No
quería hablar contigo. —Lo miró con cara de pocos amigos—. Ya conseguiré el
perro yo misma, gracias. Y no estoy embarazada.
Peter
arqueó sus cejas oscuras.
—¿Cómo
lo sabes? ¿Te ha venido la regla?
—No,
pero no es el momento adecuado del mes.
Peter
soltó un bufido.
—Nena,
yo soy católico, y conozco a un montón de niños que fueron concebidos en el
momento inadecuado del mes.
—Puede,
pero en esto tendrás que confiar en mí. —Mientras hablaba, intentó deslizarse
hacia un lado.
Pero Peter
le puso las manos en la cintura, atrapándola.
—Por
el amor de Dios, quédate quieta —dijo en tono irritado—. Siempre estás tratando
de escapar. ¿Qué crees que voy a
hacerte?
—Lo
mismo que me hiciste la última vez que te vi —replicó ella, y a continuación se
ruborizó.
Aunque
había temido mucho verse de nuevo con Peter, ahora que había sucedido
experimentaba la habitual punzada de deseo. Estaba claro que nunca iba a poder
tratar con él en sentido práctico, ya fuera en la batalla o en cualquier otro
aspecto. Peter no era un hombre que suscitase el aburrimiento en la gente que
lo rodeaba; era demasiado grande, demasiado vital, demasiado abrumador con su
virilidad y su sexualidad. Incluso de niña había reaccionado a su presencia, y
ahora que era una mujer el efecto que ejercía sobre ella se veía dolorosamente
acrecentado. Procuraría no permitir que él lo supiera, pero no podía mentirse a
sí misma. Ya sentía el cuerpo en tensión, cada vez más caliente y húmedo. Era
algo instintivo, totalmente diferenciado de los dictados de su mente.
Peter
bajó las cejas sobre sus ojos de medianoche, que empezaron a brillar.
—Te gustó
—dijo despacio, en un tono peligroso—. No intentes fingir que no querías
hacerlo. Me di cuenta de cada segundo pequeño estremecimiento.
Lali
sintió que se intensificaba el color de sus mejillas, y no sólo por la
vergüenza. Si él no la hubiera tocado, si por lo menos no estuviera tan cerca
como para poder percibir su olor intenso, almizclado, tan deliciosamente
masculino.
—No
—dijo en el mismo tono—. No he dicho eso. —Calló un instante para tomar fuerzas
para la mentira más grande de su vida—. Es que no quiero volver a hacerlo. Fue
un error, y...
—Estás
mintiendo. —Tenía la mirada fija en sus pechos. Sus ojos cambiaron lentamente,
igual que su expresión, que se tensó de deseo—. Se te han puesto los pezones de
punta. Y ni siquiera te he besado todavía.
A Lali
se le cortó la respiración. No necesitaba bajar la vista para saber que aquello
era verdad; notaba la fuerte tensión en los senos, el roce de los pezones
contra el encaje que los cubría. Su cuerpo estaba cada vez más caliente, un
calor que se le concentraba en las ingles. Miró a Peter con un gesto de
impotencia.
Las
pómulos de él se tiñeron de color y su respiración se hizo más profunda.
—Lali
—murmuró.
La
tensión flotaba entre ambos igual que una cuerda vibrante. Lali tenía la
sensación de que alguien estuviera tirando de aquella cuerda para juntarlos
poco a poco de manera inexorable.
Invadida
por el pánico, apoyó las manos en el pecho de él y empujó, pero sin resultado
alguno.
—No
podemos —dijo débilmente—. ¡Aquí no!
Pero
él no la escuchaba. Tenía los ojos fijos en su boca.
—¿Qué?
—dijo en tono ausente al tiempo que le apretaba la cintura con las manos y la
atraía hacia él.
Lali
gimió en voz alta al sentir el cuerpo duro y vital de Peter presionando el
suyo. Él inclinó la cabeza para besarla, y ella levantó la boca
automáticamente. Sus labios eran suaves, su boca ardiente. El deseo le recorrió
todo el cuerpo, irresistible como la marea, y sus manos dejaron de empujarlo
para tomar a puñados la tela de la camisa. Él la apretó aún más contra sí, y
ladeó la cabeza para ahondar en el beso introduciendo la lengua en su boca. Lali
emitió un leve gemido de placer y la succionó, moviendo a su vez la suya en una
caricia.
Peter
se estremeció como si hubiera recibido un golpe y tomó sus nalgas en las manos
para levantarla con fuerza contra su grueso miembro erecto. El ardor del deseo
explotó en una llamarada que los consumió a los dos. Peter retiró la boca un
momento y gimió:
—Dios.
—Al mismo tiempo le alzó la falda de un tirón y le bajó el calzón por los muslos.
Lali
sintió el frío del lavabo contra las nalgas desnudas y parpadeó por la
impresión, que la sacó momentáneamente de aquella marea.
—Espera
—balbuceó.
—No
puedo.
Su
voz era áspera, temblorosa. La sujetó por las caderas con un brazo mientras se
inclinaba para quitarle del todo el calzón. Antes de que Lali pudiera
reaccionar, se irguió de nuevo y la izó hasta el lavabo, le separó los muslos y
se situó entre ellos. A continuación empezó a pelear frenéticamente con el
cierre de su pantalón. Liberó su erección con un gruñido y seguidamente se guió
hacia el interior de ella. Lali clavó las uñas en sus fuertes hombros al sentir
el calor de su miembro desnudo presionando contra sus suaves pliegues,
abriéndose paso entre ellos, buscando la abertura de su cuerpo. La encontró, y Lali
gimió bajo aquella presión cuando dio comienzo la invasión. Peter empujó con
fuerza, dilatándola hasta lo insoportable. Lali aún estaba un poco dolorida de
la primera vez, y su miembro le pareció todavía más macizo que antes.
Cuando
estuvo dentro de ella, Peter se detuvo un instante y apoyó la frente húmeda
contra la de Lali.
—Dios,
estás más cerrada que un puño —jadeó.
Ella
temblaba violentamente, y la abrazó más estrechamente y le acarició la espalda
para confortarla. Al cabo de unos instantes se movió para probar, en pequeñas
embestidas contenidas, que provocaron espasmos de un placer doloroso e intenso
que hizo que ambos se estremecieran con fuerza.
—Simplemente
con penetrarte ya siento deseos de correrme.
Tenía
la voz ronca y la respiración caliente. Empujó un poco más fuerte, un poco más
rápido.
Lali
sintió la gruesa protuberancia moviéndose adelante y atrás dentro de ella, y
sus músculos internos se contrajeron de puro placer. Gimió de nuevo, hundiendo
las uñas en él en el esfuerzo de controlar aquella ola desatada. Peter soltó un
juramento en voz baja y temblorosa de placer. Puso una mano bajo la nalga
desnuda de Lali y la atrajo hasta el borde del lavabo colocándola de tal modo
que cada arremetida lo hiciera rozar el diminuto capullo sexual de ella. Era lo
mismo que había hecho la vez anterior, y ella no tenía más defensa de la que
había tenido antes.
Peter
empezó a empujar con fuerza, arrastrándola hacia el orgasmo. Lali se sintió
arder en llamas, se arqueó con desesperación al encuentro de las caderas de él,
sintiendo en la parte baja del cuerpo una tensión increíble que crecía
violentamente, sin control alguno, el cuerpo entero dominado por aquel intenso,
ingobernable placer.
En
aquel momento empezó a abrirse la puerta con un crujido.
Peter
se movió con la velocidad del rayo y empujó la puerta con la mano izquierda
para cerrarla de golpe antes de que hubiera podido abrirse una fracción de
centímetro.
—¡Eh!
—exclamó una mujer indignada desde el otro lado.
—Éste
está ocupado —dijo Peter con voz ronca sin cejar en el ritmo de sus caderas—.
Vaya a otro.
Lali
no podía decir nada. Con los ojos desorbitados por la alarma, lo único que fue
capaz de hacer fue mirar impotente a Peter.
Peter
hizo el gesto de enseñar los dientes e inclinó la cabeza al tiempo que empezaba
a embestir con más rapidez. Tenía el rostro congestionado, a sólo unos
instantes de obtener satisfacción.
Lali
se estremeció salvajemente cuando la tensión acumulada se liberó de pronto y
una fuerte oleada de sensaciones le recorrió todo el cuerpo. Temblando apretada
contra Peter, hundió la cara en su pecho y mordió la tela de la camisa para
sofocar sus propios gritos.
Peter
siguió sujetando la puerta cerrada con la mano izquierda, mientras usaba la
derecha para afianzarse a sí mismo. Arremetió con fuerza contra Lali, dos, tres
veces, una vez más, y al final se contrajo violentamente. La cabeza le cayó
hacia atrás y de su pecho emergió un gruñido áspero, gutural.
Se
oyeron unos fuertes golpes en la puerta.
—¿Qué
está haciendo ahí dentro? —dijo la mujer, con voz chillona—. ¡Éste es el baño de
señoras! ¡Usted no puede entrar ahí!
Peter
levantó la cabeza lentamente. La expresión de sus ojos era indescifrable, como
si no pudiera creer lo que estaba ocurriendo. Aspiró profundamente y explotó:
—¡Maldita
mujer! —rugió furioso—. ¿Es que no ve que estoy ocupado?
Lali
se deshizo en carcajadas.
Continuará...
Que entrometida la mujer no? jajaja 10 firmas eh!
Recuerden que pueden seguir el blog a través de Twitter :)
Por si alguien tiene ganas de compartir conmigo una charla mi twitter es @Paulii_gleiser
Besos!
Ahhhhh no voy a negar q me encantan estos encuentros, porque sí me gustan, pero creo q luego de esto se merecen y necesitan una conversación.
ResponderEliminarNi esquivándolo logra k Peter sienta menos deseo.Ahora se vendrá d nuevo el intento d k se vaya, x la nueva nota.Como la mujer sea una cotilla del pueblo,lo llevan clarito ,y Lali no va a salir bien parada,espero k no sea así.
ResponderEliminaraaaaaaaa qiero massss
ResponderEliminarnashii
Me encanta...me encanta la atraccion que tienen...me encantan los encuentros...me encantan losdos juntos...y juntos creo que descubriran la verdad...y o-o no se han vuelto a cuidar...y como digo yo...algunos embarazos son de descuidos asi...
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