lunes, 9 de julio de 2012

Capítulo 47





Hola! como estan?, como comenzaron su semana?.
Perdón por no subir ayer :/ pero me tuve que leer un libro a tiempo record jijij espero que con este capítulo aumenten un poco las firmas eh! aunque sea unas 10! Un beso!
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Salió de aquel despacho y volvió sobre sus pasos. Cuando estaba a mitad del pasillo vio a un hombre alto y de complexión fuerte, que hablaba con la menuda mujer de pelo azul. A Lali casi se le paró el corazón. Sin perder el paso, dio rápidamente media vuelta en dirección al despacho del sheriff, presa del pánico ante la idea de enfrentarse a él de nuevo después de la crudeza del último encuentro. Fue una reacción puramente instintiva; su mente sabía que necesitaba hablar con él, pero su cuerpo emprendió la huida.

Oyó el rugido grave de su voz, reconocible donde fuera, y apretó el paso. Al llegar al final del pasillo, dobló la esquina y miró hacia atrás, y vio que él se acercaba a grandes zancadas, acortando con sus largas piernas la distancia que mediaba entre ambos, a una velocidad alarmante. Sus ojos oscuros estaban fijos en ella.

Lali se apresuró a rebasar la esquina, y entonces vio allí mismo el baño de señoras, a la izquierda. Al ver el rótulo se lanzó al interior, empujó la puerta y esperó de pie, con una mano en el pecho para intentar calmar el retumbar de su corazón. Miró a su alrededor. Estaba sola en la diminuta estancia provista de dos retretes. Aguardó, congelada, a que se desvaneciera el sonido de sus pisadas.

De pronto la puerta se abrió bruscamente hacia dentro obligándola a retroceder de un salto para evitar el golpe. Peter llenó la entrada, grande, musculoso y amenazante, con un frunce siniestro en el rostro. Los ojos le brillaban igual de furia. Lali trató de huir, pero chocó contra el lavabo. Había muy poco espacio para maniobrar.

—¡No puedes entrar aquí!
Él dio un paso adelante y cerró la puerta.

—¿Estás segura?
Lali respiró hondo, intentando calmarse.

—Entrará alguien.

—Puede ser. —Peter se acercó un poco más, tanto que ya sólo los separaban centímetros y ella tuvo que inclinar la cabeza hacia atrás para verlo—. Puede que no. El sitio lo has elegido tú, no yo.

—Yo no he elegido nada —le espetó ella—. Trataba de evitarte...

—Ya me he dado cuenta —repuso él secamente—. ¿Qué estás haciendo aquí?
No había motivo alguno para no decírselo.

—Esta mañana he encontrado otra nota en el auto, y se la he traído al sheriff Riera.
El ceño fruncido de Peter se acentuó.

—Maldita sea, Lali...

—Me ha dicho que tenga un perro —dijo Lali, interrumpiendo el sermón—. Precisamente me dirigía ahora a la perrera.

—Es una buena idea. Pero no te molestes en ir a la perrera. Yo te compraré uno. ¿Por qué no contestaste ayer al teléfono?

—No quería hablar contigo. —Lo miró con cara de pocos amigos—. Ya conseguiré el perro yo misma, gracias. Y no estoy embarazada.
Peter arqueó sus cejas oscuras.

—¿Cómo lo sabes? ¿Te ha venido la regla?

—No, pero no es el momento adecuado del mes.
Peter soltó un bufido.

—Nena, yo soy católico, y conozco a un montón de niños que fueron concebidos en el momento inadecuado del mes.

—Puede, pero en esto tendrás que confiar en mí. —Mientras hablaba, intentó deslizarse hacia un lado.
Pero Peter le puso las manos en la cintura, atrapándola.

—Por el amor de Dios, quédate quieta —dijo en tono irritado—. Siempre estás tratando de escapar.  ¿Qué crees que voy a hacerte?

—Lo mismo que me hiciste la última vez que te vi —replicó ella, y a continuación se ruborizó.

Aunque había temido mucho verse de nuevo con Peter, ahora que había sucedido experimentaba la habitual punzada de deseo. Estaba claro que nunca iba a poder tratar con él en sentido práctico, ya fuera en la batalla o en cualquier otro aspecto. Peter no era un hombre que suscitase el aburrimiento en la gente que lo rodeaba; era demasiado grande, demasiado vital, demasiado abrumador con su virilidad y su sexualidad. Incluso de niña había reaccionado a su presencia, y ahora que era una mujer el efecto que ejercía sobre ella se veía dolorosamente acrecentado. Procuraría no permitir que él lo supiera, pero no podía mentirse a sí misma. Ya sentía el cuerpo en tensión, cada vez más caliente y húmedo. Era algo instintivo, totalmente diferenciado de los dictados de su mente.
Peter bajó las cejas sobre sus ojos de medianoche, que empezaron a brillar.

—Te gustó —dijo despacio, en un tono peligroso—. No intentes fingir que no querías hacerlo. Me di cuenta de cada segundo pequeño estremecimiento.

Lali sintió que se intensificaba el color de sus mejillas, y no sólo por la vergüenza. Si él no la hubiera tocado, si por lo menos no estuviera tan cerca como para poder percibir su olor intenso, almizclado, tan deliciosamente masculino.

—No —dijo en el mismo tono—. No he dicho eso. —Calló un instante para tomar fuerzas para la mentira más grande de su vida—. Es que no quiero volver a hacerlo. Fue un error, y...

—Estás mintiendo. —Tenía la mirada fija en sus pechos. Sus ojos cambiaron lentamente, igual que su expresión, que se tensó de deseo—. Se te han puesto los pezones de punta. Y ni siquiera te he besado todavía.

A Lali se le cortó la respiración. No necesitaba bajar la vista para saber que aquello era verdad; notaba la fuerte tensión en los senos, el roce de los pezones contra el encaje que los cubría. Su cuerpo estaba cada vez más caliente, un calor que se le concentraba en las ingles. Miró a Peter con un gesto de impotencia.
Las pómulos de él se tiñeron de color y su respiración se hizo más profunda.

—Lali —murmuró.
La tensión flotaba entre ambos igual que una cuerda vibrante. Lali tenía la sensación de que alguien estuviera tirando de aquella cuerda para juntarlos poco a poco de manera inexorable.
Invadida por el pánico, apoyó las manos en el pecho de él y empujó, pero sin resultado alguno.

—No podemos —dijo débilmente—. ¡Aquí no!
Pero él no la escuchaba. Tenía los ojos fijos en su boca.

—¿Qué? —dijo en tono ausente al tiempo que le apretaba la cintura con las manos y la atraía hacia él.

Lali gimió en voz alta al sentir el cuerpo duro y vital de Peter presionando el suyo. Él inclinó la cabeza para besarla, y ella levantó la boca automáticamente. Sus labios eran suaves, su boca ardiente. El deseo le recorrió todo el cuerpo, irresistible como la marea, y sus manos dejaron de empujarlo para tomar a puñados la tela de la camisa. Él la apretó aún más contra sí, y ladeó la cabeza para ahondar en el beso introduciendo la lengua en su boca. Lali emitió un leve gemido de placer y la succionó, moviendo a su vez la suya en una caricia.

Peter se estremeció como si hubiera recibido un golpe y tomó sus nalgas en las manos para levantarla con fuerza contra su grueso miembro erecto. El ardor del deseo explotó en una llamarada que los consumió a los dos. Peter retiró la boca un momento y gimió:
—Dios. —Al mismo tiempo le alzó la falda de un tirón y le bajó el calzón por los muslos.
Lali sintió el frío del lavabo contra las nalgas desnudas y parpadeó por la impresión, que la sacó momentáneamente de aquella marea.

—Espera —balbuceó.

—No puedo.

Su voz era áspera, temblorosa. La sujetó por las caderas con un brazo mientras se inclinaba para quitarle del todo el calzón. Antes de que Lali pudiera reaccionar, se irguió de nuevo y la izó hasta el lavabo, le separó los muslos y se situó entre ellos. A continuación empezó a pelear frenéticamente con el cierre de su pantalón. Liberó su erección con un gruñido y seguidamente se guió hacia el interior de ella. Lali clavó las uñas en sus fuertes hombros al sentir el calor de su miembro desnudo presionando contra sus suaves pliegues, abriéndose paso entre ellos, buscando la abertura de su cuerpo. La encontró, y Lali gimió bajo aquella presión cuando dio comienzo la invasión. Peter empujó con fuerza, dilatándola hasta lo insoportable. Lali aún estaba un poco dolorida de la primera vez, y su miembro le pareció todavía más macizo que antes.
Cuando estuvo dentro de ella, Peter se detuvo un instante y apoyó la frente húmeda contra la de Lali.

—Dios, estás más cerrada que un puño —jadeó.

Ella temblaba violentamente, y la abrazó más estrechamente y le acarició la espalda para confortarla. Al cabo de unos instantes se movió para probar, en pequeñas embestidas contenidas, que provocaron espasmos de un placer doloroso e intenso que hizo que ambos se estremecieran con fuerza.

—Simplemente con penetrarte ya siento deseos de correrme.
Tenía la voz ronca y la respiración caliente. Empujó un poco más fuerte, un poco más rápido.

Lali sintió la gruesa protuberancia moviéndose adelante y atrás dentro de ella, y sus músculos internos se contrajeron de puro placer. Gimió de nuevo, hundiendo las uñas en él en el esfuerzo de controlar aquella ola desatada. Peter soltó un juramento en voz baja y temblorosa de placer. Puso una mano bajo la nalga desnuda de Lali y la atrajo hasta el borde del lavabo colocándola de tal modo que cada arremetida lo hiciera rozar el diminuto capullo sexual de ella. Era lo mismo que había hecho la vez anterior, y ella no tenía más defensa de la que había tenido antes.


Peter empezó a empujar con fuerza, arrastrándola hacia el orgasmo. Lali se sintió arder en llamas, se arqueó con desesperación al encuentro de las caderas de él, sintiendo en la parte baja del cuerpo una tensión increíble que crecía violentamente, sin control alguno, el cuerpo entero dominado por aquel intenso, ingobernable placer.
En aquel momento empezó a abrirse la puerta con un crujido.

Peter se movió con la velocidad del rayo y empujó la puerta con la mano izquierda para cerrarla de golpe antes de que hubiera podido abrirse una fracción de centímetro.

—¡Eh! —exclamó una mujer indignada desde el otro lado.

—Éste está ocupado —dijo Peter con voz ronca sin cejar en el ritmo de sus caderas—. Vaya a otro.
Lali no podía decir nada. Con los ojos desorbitados por la alarma, lo único que fue capaz de hacer fue mirar impotente a Peter.
Peter hizo el gesto de enseñar los dientes e inclinó la cabeza al tiempo que empezaba a embestir con más rapidez. Tenía el rostro congestionado, a sólo unos instantes de obtener satisfacción.

Lali se estremeció salvajemente cuando la tensión acumulada se liberó de pronto y una fuerte oleada de sensaciones le recorrió todo el cuerpo. Temblando apretada contra Peter, hundió la cara en su pecho y mordió la tela de la camisa para sofocar sus propios gritos.

Peter siguió sujetando la puerta cerrada con la mano izquierda, mientras usaba la derecha para afianzarse a sí mismo. Arremetió con fuerza contra Lali, dos, tres veces, una vez más, y al final se contrajo violentamente. La cabeza le cayó hacia atrás y de su pecho emergió un gruñido áspero, gutural.
Se oyeron unos fuertes golpes en la puerta.

—¿Qué está haciendo ahí dentro? —dijo la mujer, con voz chillona—. ¡Éste es el baño de señoras! ¡Usted no puede entrar ahí!

Peter levantó la cabeza lentamente. La expresión de sus ojos era indescifrable, como si no pudiera creer lo que estaba ocurriendo. Aspiró profundamente y explotó:
—¡Maldita mujer! —rugió furioso—. ¿Es que no ve que estoy ocupado?
Lali se deshizo en carcajadas.

Continuará...

Que entrometida la mujer no? jajaja 10 firmas eh! 
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Por si alguien tiene ganas de compartir conmigo una charla mi twitter es @Paulii_gleiser 
Besos!

4 comentarios:

  1. Ahhhhh no voy a negar q me encantan estos encuentros, porque sí me gustan, pero creo q luego de esto se merecen y necesitan una conversación.

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  2. Ni esquivándolo logra k Peter sienta menos deseo.Ahora se vendrá d nuevo el intento d k se vaya, x la nueva nota.Como la mujer sea una cotilla del pueblo,lo llevan clarito ,y Lali no va a salir bien parada,espero k no sea así.

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  3. aaaaaaaa qiero massss
    nashii

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  4. Me encanta...me encanta la atraccion que tienen...me encantan los encuentros...me encantan losdos juntos...y juntos creo que descubriran la verdad...y o-o no se han vuelto a cuidar...y como digo yo...algunos embarazos son de descuidos asi...

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