Hola!! aqui les dejo el cap! espero que firmen eh! que tengan linda semana! Besos!
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Con
los largos días de verano, a las ocho y media era sólo el atardecer, pero para
las ocho de aquella tarde Torito estaba ya cansado y dando cabezadas. Lali lo
bañó y lo acostó, y le acarició un momento el cabello con el corazón encogido
por la pena. Era un niño tan dulce, ajeno a los problemas de salud que le
impedirían llegar a hacerse adulto.
A las
nueve y media oyó que llegaba Salvador en su vieja camioneta, que traqueteaba y
escupía por el tubo de escape. Acudió a soltar el pestillo de la rejilla para
dejarlo entrar. El olor a whisky penetró con él, un tufo purulento de color
amarillo verdoso.
Tropezó
al llegar a la entrada y se enderezó con esfuerzo.
—¿Dónde
está tu madre? —graznó en aquel tono mezquino y desagradable que empleaba
siempre que bebía, lo cual sucedía la mayor parte del tiempo.
—Salió
hace un par de horas.
Avanzó
dando tumbos hacia la mesa. Lo desigual del suelo hacía que sus pasos fueran
mucho más arriesgados.
—Maldita
zorra —musitó—. Nunca está aquí. Anda siempre meneando el trasero delante de
ese novio rico que tiene. Nunca está aquí para hacerme la cena. Así, ¿cómo va a
comer un hombre?
—rugió
de pronto, golpeando la mesa con el puño.
—La
cena ya está hecha, papá —dijo Lali en voz baja, con la esperanza de que el
rugido no despertase a Torito—. Voy a servirte un plato.
—No
quiero comer nada —replicó él, tal como Lali esperaba. Cuando bebía, nunca
quería comer, sólo beber más.
—¿Hay
algo de beber en esta maldita casa? —Se incorporó tambaleándose y empezó a
abrir las puertas de los armarios y a cerrarlas violentamente cuando no
encontraba lo que estaba buscando.
Lali
se movió deprisa.
—Hay
una botella en el dormitorio de los chicos. Voy por ella.
No
quería que Salvador entrara allí a trompicones, maldiciendo y probablemente
vomitando, y despertase a Torito. Entró como un rayo en la pequeña habitación a
oscuras y buscó a ciegas debajo del colchón de Patricio hasta que su mano topó
con un vidrio frío. Sacó la botella y regresó corriendo a la cocina. Sólo
estaba llena hasta menos de la mitad, pero cualquier cosa serviría para aplacar
a su padre. Quitó el tapón de rosca y tendió la botella a Salvador.
—Aquí
tienes, papá.
—Buena
chica —repuso él, mientras se llevaba la botella a la boca con expresión
satisfecha—.
Eres
una buena chica, Lali, no una puta como tu madre y tu hermana.
—No
hables así de ellas —protestó Lali., incapaz de escuchar. Una cosa era saberlo,
y otra muy distinta hablar de ello. Como si él pudiera arrojar la primera
piedra.
—¡Hablo
como me da la maldita gana! —estalló Salvador—. No me repliques, niña, o te doy
una paliza.
—No
te estaba replicando, papá. —Mantuvo el tono calmado, pero por prudencia se
situó fuera de su alcance. Si no podía alcanzarla, no podría golpearla. Era
propenso a arrojar alguna cosas pero ella era rápida y sus proyectiles rara vez
le acertaban.
—Qué
hijos me ha dado ésa —dijo con desprecio—. Joaquín y Patricio son los únicos a
los que puedo soportar. Estefanía es una puta como su madre, tú eres una
listilla caprichosa, y el último es un maldito idiota.
Lali
mantuvo la cabeza girada para que su padre no pudiera ver las lágrimas que le
arrasaban los ojos. Se sentó en el usado y hundido sofá y empezó a doblar la
ropa que había lavado aquel día.
De
nada servía hacer ver a Salvador que la había herido. Si alguna vez olía la
sangre, pasaba a matar, y cuanto más borracho estaba, más cruel se volvía. Lo
mejor era no hacerle caso. Al igual que todos los borrachos, se distraía
fácilmente, y Lali se imaginó que de todos modos pronto se quedaría dormido.
No
sabía por qué le hacía daño aquello. Hacía mucho tiempo que había dejado de
sentir nada por Salvador, ni siquiera miedo. Ciertamente, allí no había nada
que amar, el hombre que había sido hacía mucho que había quedado destruido por
incontables botellas de whisky. Si alguna vez había mostrado alguna esperanza,
ésta ya había desaparecido para cuando nació Lali, pero por alguna razón ella
pensaba que siempre había sido muy parecido a como era ahora. Simplemente, era
de esa clase de personas que siempre culpaban a los demás de sus problemas en
lugar de hacer algo por corregirlos.
En
ocasiones, cuando estaba sobrio, Lali creía comprender por qué Gimena se había
sentido atraída por él en otro tiempo. Salvador tenía una estatura un poco
superior a la media y un cuerpo fibroso que nunca había criado grasa.
Conservaba el cabello oscuro, si bien ya clareando un poco en la coronilla, e
incluso se podría decir que era un hombre apuesto... cuando no estaba bebido.
Borracho,
como estaba ahora, sin afeitar y con el pelo revuelto y colgando en mechones
sucios, los ojos enrojecidos y enturbiados por el alcohol y el rostro
congestionado, no había en él nada de atractivo. Llevaba la ropa sucia y llena
de lamparones, y olía que daba asco. A juzgar por la acidez de su aliento,
había vomitado por lo menos una vez, y las manchas que llevaba en la parte
delantera de los pantalones indicaban que no había tenido el debido cuidado al
orinar.
Se
terminó la botella en silencio y después eructó sonoramente.
—Tengo
que ir a mear —anunció, y acto seguido se incorporó con pie inseguro y se
dirigió a la puerta de entrada de la casa.
Los
movimientos de Lali eran medidos, sus manos no temblaron en ningún momento
mientras escuchaba el chorrito de orina repiquetear contra los escalones de la
entrada, para que todo el que viniera a casa esa noche lo pisara al entrar. Lo
primero que haría por la mañana sería limpiar el suelo.
Salvador
regresó al interior de la casa tambaleándose. No se había subido la cremallera
de los pantalones, pero al menos no había dejado a la vista su sexo.
—Me
voy a la cama —dijo, dirigiéndose a la habitación de atrás. Lali observó cómo
daba un traspié y se enderezaba de nuevo sujetándose con la mano al marco de la
puerta. No se desvistió, sino que se desplomó sobre la cama tal como estaba.
Cuando Gimena llegara a casa y se encontrara con Salvador atravesado en la cama
con aquella ropa sucia, armaría una bronca y despertaría a todo el mundo.
En
cuestión de minutos, los profundos ronquidos de Salvador levantaban eco por
toda la atestada cabaña.
Lali
se levantó inmediatamente y fue al colgadizo que habían construido en la parte
trasera, el cual compartía con Estefanía. Sólo Salvador y Gimena tenían una
cama como Dios manda; el resto dormía en jergones. Encendió la luz, una
bombilla desnuda que despidió una luz hiriente, y se puso rápidamente el
camisón. A continuación, sacó su libro de debajo del colchón. Ahora que Torito
estaba acostado y Salvador durmiendo la borrachera, a lo mejor disponía de un
par de horas de tranquilidad antes de que llegase nadie más. Salvador era
siempre el primero en llegar a casa, pero también era el primero que se
levantaba.
Había
aprendido a no vacilar cuando se le presentaba una oportunidad para disfrutar,
sino a aprovecharla. En su vida había demasiado pocas para dejarlas pasar sin
saborearlas. Adoraba los libros y leía cualquier cosa que cayese en sus manos.
Había algo mágico en la manera en que podían hilvanarse las palabras para crear
todo un mundo nuevo. Mientras leía podía abandonar aquella atestada cabaña y
viajar a mundos llenos de emoción, belleza y amor. Cuando leía, en su mente era
otra persona, alguien que merecía la pena, en lugar de un miembro de aquella
gentuza de los Espósito.
No
obstante, había aprendido a no leer delante de su padre ni de los chicos
porque, como mínimo, se burlaban de ella. Cualquiera de ellos, con su estilo
más ruin, lo más probable era que le arrancara el libro de las manos y lo
tirara al fuego, o por la taza del wáter, y que se riera a carcajadas como si
los frenéticos esfuerzos de Lali por salvarlo fueran lo más gracioso que
hubiera visto jamás. Gimena gruñía por el hecho de que ella desperdiciara el
tiempo leyendo en vez de hacer las labores de la casa, pero no le hacía nada al
libro en sí. Estefanía se reía de ella a veces, pero de forma despreocupada e
impaciente. No entendía para nada por qué Lali prefería enterrar la nariz en un
libro en lugar de salir a divertirse un poco.
Aquellos
preciosos momentos de soledad, en los que podía leer en paz, eran para Lali lo
mejor del día, a no ser que tuviera la suerte de ver a Peter. A veces pensaba
que si no pudiera leer, ni siquiera durante unos minutos, se volvería loca y
empezaría a chillar, y ya no podría parar. Pero no importaba lo que hiciera su
padre, no importaba lo que oyese decir acerca de su familia, no importaba lo
que hubieran estado haciendo Joaquín y Patricio o lo débil que pareciera Torito,
mientras pudiese abrir un libro para perderse entre sus páginas.
Aquella
noche disponía de más de unos minutos para leer, para perderse en las páginas
llenas de fantasías. Se acomodó en su jergón y sacó la vela que guardaba
debajo de la cama. La encendió, la situó convenientemente, en equilibrio sobre
una caja de madera que había a la derecha del jergón, y se colocó de forma que
la espalda le quedara apoyada contra la pared. La luz de la vela, aunque
pequeña, bastaba para contrarrestar el fuerte brillo de la bombilla y le
permitía leer sin forzar demasiado la vista. Uno de aquellos días, se prometió
a sí misma, se compraría una lámpara. Ya se la imaginaba, una auténtica lámpara
para leer que proyectara una luz brillante y suave. Y también tendría una de
esas almohadas en forma de cuña para recostarse.
Uno
de aquellos días.
Era
casi medianoche cuando se rindió y dejó de luchar contra los párpados que se le
cerraban. Odiaba dejar de leer, pues no quería perder nada de aquel tiempo que
tenía para ella misma, pero tenía tanto sueño que ya no se enteraba de lo que
estaba leyendo, y desperdiciar la lectura era peor que desperdiciar el tiempo.
Así que, con un suspiro, se levantó, volvió a guardar el libro en su escondite
y después apagó la luz. Se metió ente las gastadas sábanas haciendo chirriar el
jergón bajo su peso y sopló la llama de la vela.
Perversamente,
en aquella súbita oscuridad, el sueño no venía.
No tienes una idea d como me encanta la novela,a pesar d k todavia,no han cruzado casi palabras Peter y Lali,la historia d cada uno d ellos ,es fundamental,para entender lo k venga despues.
ResponderEliminarEs preciosa esta novela
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