domingo, 6 de mayo de 2012

Capítulo 5


Hola!! aqui les dejo el cap! espero que firmen eh! que tengan linda semana! Besos!
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Con los largos días de verano, a las ocho y media era sólo el atardecer, pero para las ocho de aquella tarde Torito estaba ya cansado y dando cabezadas. Lali lo bañó y lo acostó, y le acarició un momento el cabello con el corazón encogido por la pena. Era un niño tan dulce, ajeno a los problemas de salud que le impedirían llegar a hacerse adulto.

A las nueve y media oyó que llegaba Salvador en su vieja camioneta, que traqueteaba y escupía por el tubo de escape. Acudió a soltar el pestillo de la rejilla para dejarlo entrar. El olor a whisky penetró con él, un tufo purulento de color amarillo verdoso.
Tropezó al llegar a la entrada y se enderezó con esfuerzo.

—¿Dónde está tu madre? —graznó en aquel tono mezquino y desagradable que empleaba siempre que bebía, lo cual sucedía la mayor parte del tiempo.

—Salió hace un par de horas.
Avanzó dando tumbos hacia la mesa. Lo desigual del suelo hacía que sus pasos fueran mucho más arriesgados.

—Maldita zorra —musitó—. Nunca está aquí. Anda siempre meneando el trasero delante de ese novio rico que tiene. Nunca está aquí para hacerme la cena. Así, ¿cómo va a comer un hombre?
—rugió de pronto, golpeando la mesa con el puño.

—La cena ya está hecha, papá —dijo Lali en voz baja, con la esperanza de que el rugido no despertase a Torito—. Voy a servirte un plato.

—No quiero comer nada —replicó él, tal como Lali esperaba. Cuando bebía, nunca quería comer, sólo beber más.

—¿Hay algo de beber en esta maldita casa? —Se incorporó tambaleándose y empezó a abrir las puertas de los armarios y a cerrarlas violentamente cuando no encontraba lo que estaba buscando.
Lali se movió deprisa.

—Hay una botella en el dormitorio de los chicos. Voy por ella.

No quería que Salvador entrara allí a trompicones, maldiciendo y probablemente vomitando, y despertase a Torito. Entró como un rayo en la pequeña habitación a oscuras y buscó a ciegas debajo del colchón de Patricio hasta que su mano topó con un vidrio frío. Sacó la botella y regresó corriendo a la cocina. Sólo estaba llena hasta menos de la mitad, pero cualquier cosa serviría para aplacar a su padre. Quitó el tapón de rosca y tendió la botella a Salvador.

—Aquí tienes, papá.
—Buena chica —repuso él, mientras se llevaba la botella a la boca con expresión satisfecha—.
Eres una buena chica, Lali, no una puta como tu madre y tu hermana.

—No hables así de ellas —protestó Lali., incapaz de escuchar. Una cosa era saberlo, y otra muy distinta hablar de ello. Como si él pudiera arrojar la primera piedra.

—¡Hablo como me da la maldita gana! —estalló Salvador—. No me repliques, niña, o te doy una paliza.

—No te estaba replicando, papá. —Mantuvo el tono calmado, pero por prudencia se situó fuera de su alcance. Si no podía alcanzarla, no podría golpearla. Era propenso a arrojar alguna cosas pero ella era rápida y sus proyectiles rara vez le acertaban.

—Qué hijos me ha dado ésa —dijo con desprecio—. Joaquín y Patricio son los únicos a los que puedo soportar. Estefanía es una puta como su madre, tú eres una listilla caprichosa, y el último es un maldito idiota.

Lali mantuvo la cabeza girada para que su padre no pudiera ver las lágrimas que le arrasaban los ojos. Se sentó en el usado y hundido sofá y empezó a doblar la ropa que había lavado aquel día.

De nada servía hacer ver a Salvador que la había herido. Si alguna vez olía la sangre, pasaba a matar, y cuanto más borracho estaba, más cruel se volvía. Lo mejor era no hacerle caso. Al igual que todos los borrachos, se distraía fácilmente, y Lali se imaginó que de todos modos pronto se quedaría dormido.

No sabía por qué le hacía daño aquello. Hacía mucho tiempo que había dejado de sentir nada por Salvador, ni siquiera miedo. Ciertamente, allí no había nada que amar, el hombre que había sido hacía mucho que había quedado destruido por incontables botellas de whisky. Si alguna vez había mostrado alguna esperanza, ésta ya había desaparecido para cuando nació Lali, pero por alguna razón ella pensaba que siempre había sido muy parecido a como era ahora. Simplemente, era de esa clase de personas que siempre culpaban a los demás de sus problemas en lugar de hacer algo por corregirlos.

En ocasiones, cuando estaba sobrio, Lali creía comprender por qué Gimena se había sentido atraída por él en otro tiempo. Salvador tenía una estatura un poco superior a la media y un cuerpo fibroso que nunca había criado grasa. Conservaba el cabello oscuro, si bien ya clareando un poco en la coronilla, e incluso se podría decir que era un hombre apuesto... cuando no estaba bebido.

Borracho, como estaba ahora, sin afeitar y con el pelo revuelto y colgando en mechones sucios, los ojos enrojecidos y enturbiados por el alcohol y el rostro congestionado, no había en él nada de atractivo. Llevaba la ropa sucia y llena de lamparones, y olía que daba asco. A juzgar por la acidez de su aliento, había vomitado por lo menos una vez, y las manchas que llevaba en la parte delantera de los pantalones indicaban que no había tenido el debido cuidado al orinar.
Se terminó la botella en silencio y después eructó sonoramente.

—Tengo que ir a mear —anunció, y acto seguido se incorporó con pie inseguro y se dirigió a la puerta de entrada de la casa.

Los movimientos de Lali eran medidos, sus manos no temblaron en ningún momento mientras escuchaba el chorrito de orina repiquetear contra los escalones de la entrada, para que todo el que viniera a casa esa noche lo pisara al entrar. Lo primero que haría por la mañana sería limpiar el suelo.

Salvador regresó al interior de la casa tambaleándose. No se había subido la cremallera de los pantalones, pero al menos no había dejado a la vista su sexo.

—Me voy a la cama —dijo, dirigiéndose a la habitación de atrás. Lali observó cómo daba un traspié y se enderezaba de nuevo sujetándose con la mano al marco de la puerta. No se desvistió, sino que se desplomó sobre la cama tal como estaba. Cuando Gimena llegara a casa y se encontrara con Salvador atravesado en la cama con aquella ropa sucia, armaría una bronca y despertaría a todo el mundo.
En cuestión de minutos, los profundos ronquidos de Salvador levantaban eco por toda la atestada cabaña.

Lali se levantó inmediatamente y fue al colgadizo que habían construido en la parte trasera, el cual compartía con Estefanía. Sólo Salvador y Gimena tenían una cama como Dios manda; el resto dormía en jergones. Encendió la luz, una bombilla desnuda que despidió una luz hiriente, y se puso rápidamente el camisón. A continuación, sacó su libro de debajo del colchón. Ahora que Torito estaba acostado y Salvador durmiendo la borrachera, a lo mejor disponía de un par de horas de tranquilidad antes de que llegase nadie más. Salvador era siempre el primero en llegar a casa, pero también era el primero que se levantaba.

Había aprendido a no vacilar cuando se le presentaba una oportunidad para disfrutar, sino a aprovecharla. En su vida había demasiado pocas para dejarlas pasar sin saborearlas. Adoraba los libros y leía cualquier cosa que cayese en sus manos. Había algo mágico en la manera en que podían hilvanarse las palabras para crear todo un mundo nuevo. Mientras leía podía abandonar aquella atestada cabaña y viajar a mundos llenos de emoción, belleza y amor. Cuando leía, en su mente era otra persona, alguien que merecía la pena, en lugar de un miembro de aquella gentuza de los Espósito.

No obstante, había aprendido a no leer delante de su padre ni de los chicos porque, como mínimo, se burlaban de ella. Cualquiera de ellos, con su estilo más ruin, lo más probable era que le arrancara el libro de las manos y lo tirara al fuego, o por la taza del wáter, y que se riera a carcajadas como si los frenéticos esfuerzos de Lali por salvarlo fueran lo más gracioso que hubiera visto jamás. Gimena gruñía por el hecho de que ella desperdiciara el tiempo leyendo en vez de hacer las labores de la casa, pero no le hacía nada al libro en sí. Estefanía se reía de ella a veces, pero de forma despreocupada e impaciente. No entendía para nada por qué Lali prefería enterrar la nariz en un libro en lugar de salir a divertirse un poco.

Aquellos preciosos momentos de soledad, en los que podía leer en paz, eran para Lali lo mejor del día, a no ser que tuviera la suerte de ver a Peter. A veces pensaba que si no pudiera leer, ni siquiera durante unos minutos, se volvería loca y empezaría a chillar, y ya no podría parar. Pero no importaba lo que hiciera su padre, no importaba lo que oyese decir acerca de su familia, no importaba lo que hubieran estado haciendo Joaquín y Patricio o lo débil que pareciera Torito, mientras pudiese abrir un libro para perderse entre sus páginas.

Aquella noche disponía de más de unos minutos para leer, para perderse en las páginas llenas de fantasías. Se acomodó en su jergón y sacó la vela que guardaba debajo de la cama. La encendió, la situó convenientemente, en equilibrio sobre una caja de madera que había a la derecha del jergón, y se colocó de forma que la espalda le quedara apoyada contra la pared. La luz de la vela, aunque pequeña, bastaba para contrarrestar el fuerte brillo de la bombilla y le permitía leer sin forzar demasiado la vista. Uno de aquellos días, se prometió a sí misma, se compraría una lámpara. Ya se la imaginaba, una auténtica lámpara para leer que proyectara una luz brillante y suave. Y también tendría una de esas almohadas en forma de cuña para recostarse.
Uno de aquellos días.

Era casi medianoche cuando se rindió y dejó de luchar contra los párpados que se le cerraban. Odiaba dejar de leer, pues no quería perder nada de aquel tiempo que tenía para ella misma, pero tenía tanto sueño que ya no se enteraba de lo que estaba leyendo, y desperdiciar la lectura era peor que desperdiciar el tiempo. Así que, con un suspiro, se levantó, volvió a guardar el libro en su escondite y después apagó la luz. Se metió ente las gastadas sábanas haciendo chirriar el jergón bajo su peso y sopló la llama de la vela.
Perversamente, en aquella súbita oscuridad, el sueño no venía.

2 comentarios:

  1. No tienes una idea d como me encanta la novela,a pesar d k todavia,no han cruzado casi palabras Peter y Lali,la historia d cada uno d ellos ,es fundamental,para entender lo k venga despues.

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