Hola! como andan? veo que la noticia de la nove fue media esparcida porque aumentaron un poco las visitas jejeje
Bueno aquí les dejo el capítulo! espero que dejen su firmilla para saber que les parece...y felicito a Chari que se atrevió a firmar! jejej creo que ya saque eso de la verificación...Besos!
—Peter
—dijo la otra voz, una voz de chica, tensa y temblorosa.
—Shhh
—murmuró Peter, un sonido grave que apenas le llegó a Lali. Dijo algo más, pero
fue algo que Lali no logró entender. Luego dijo — Mon chére – y en ese momento
todo encajó de pronto. Peter estaba hablando en francés, y tan pronto cayó en
la cuenta aquellas palabras cobraron sentido en su mente, como si hubiera hecho
falta aquella pequeña comprensión para que los sonidos encontrasen el ritmo
necesario en su cerebro. Aunque los Espósito no eran inmigrantes franceses ni
criollos, Lali entendía la mayor parte de lo que Peter estaba diciendo. La
mayoría de los parroquianos hablaban y entendían francés, en diversos grados.
Sonaba
como si estuviera tratando de tranquilizar a un perro asustado, pensó Lali. Su
voz era cálida y arrulladora, salpicada de frases halagadoras y cariñosas.
Cuando la muchacha habló de nuevo, su voz todavía sonó tensa, pero esa vez
tenía un matiz de embriaguez.
Llevada
por la curiosidad, Lali se echó hacia un lado y movió con cuidado la cabeza
para asomar un ojo por el marco de la ventana abierta Lo que vio la dejó
congelada en el sitio.
Peter
y la chica estaban desnudos en la cama, la cual estaba colocada con el cabecero
debajo de la ventana de la pared adyacente. Ninguno de los dos tenía
probabilidades de verla, lo cual era un golpe de suerte, pues Lali no podría
haberse movido incluso aunque ambos se la hubieran quedado mirando
directamente.
Peter
estaba tendido de espaldas a ella, con el brazo izquierdo colocado debajo de la
cabellera rubia de la muchacha. Se inclinaba sobre ella de un modo que hizo que
Lali contuviera la respiración, porque había en aquella postura algo a la vez
protector y depredador. La estaba besando, unos besos lentos que dejaban la
habitación en silencio excepto por los profundos suspiros de ambos, y tenía el
brazo derecho... Parecía como si... estuviera... Cambió de postura, y Lali vio
con claridad que tenía la mano derecha entre los muslos desnudos de la chica, justo
encima de su gatito peludo.
Lali
se sintió mareada, y cayó en la cuenta de que le dolía el pecho de aguantar la
respiración.
Exhaló
el aire con cuidado y apoyó la mejilla contra la madera blanca. Sabía lo que
estaban haciendo. Tenía once años y ya no era una niña aunque todavía no le
hubieran empezado a crecer los pechos. Varios años antes había oído a Gimena y
a papá haciendo lo mismo en su dormitorio, y su hermano mayor, Joaquín, le
había explicado gráficamente y sin ningún pudor cómo era la cosa. Ella había
visto a perros hacerlo, y también había oído chillar a los gatos mientras lo
hacían.
La
chica lanzó un grito, y Lali volvió a mirar. Esta vez Peter estaba encima de
ella, todavía murmurando suavemente en francés, halagándola, calmándola. Le decía
lo bonita que era y lo mucho que la deseaba, tan atrayente y deliciosa. Y
mientras hablaba iba ajustado su posición, abriéndose paso entre los cuerpos de
los dos con la mano derecha y apoyado sobre el codo izquierdo. Debido al
ángulo, Lali no veía lo que estaba haciendo, pero de todas maneras ya lo sabía.
Le causó una fuerte impresión reconocer a la chica: María Del Cerro. Su padre
era un abogado de Prescott.
—¡Peter!
—exclamó María con voz tensa—. ¡Dios mío! No puedo...
Las
musculosas nalgas de Peter se contrajeron, y la muchacha se arqueó bajo él,
gritando otra vez. Pero estaba aferrada a Peter, y el grito fue de intenso
placer. Movió sus largas piernas, enroscando una alrededor de la cadera de Peter
y anclando la otra al muslo. Peter
comenzó a moverse despacio. Su cuerpo joven y musculoso se estremecía de
fuerza. La escena era cruda y perturbadora, pero también había en ella una
belleza que tenía cautivada a Lali.
Peter
era tan grande y fuerte, con su bronceado cuerpo, elegante e intensamente
masculino, mientras que María era esbelta y bien proporcionada, delicadamente
femenina en su manera de suspirar. Peter
parecía tener extremo cuidado con ella, y ella disfrutaba mucho, aferrada a la
espalda de él con sus esbeltas manos, la cabeza arqueada hacia atrás y moviendo
las caderas a la par del lento ritmo del muchacho.
Lali
los contempló a ambos con ojos ardientes. No estaba celosa. Peter estaba tan
por encima de ella, y ella era tan joven, que nunca había pensado en él en
sentido romántico y posesivo. Peter era el brillante centro de su universo, un
ser al que había que rendir culto desde lejos, y ella se sentía tontamente
feliz con sólo verlo de forma ocasional. Hoy, cuando él de hecho llegó a
hablarle, y tocó su camiseta, se sintió en el paraíso. No podía imaginarse a sí
misma en el lugar de María, desnuda entre sus brazos, ni siquiera imaginarse
cómo sería aquello.
Los
movimientos de Peter iban haciéndose más rápidos, la muchacha gritó de nuevo
agarrada a él, con los dientes apretados como si sufriera dolor, pero Lali
sabía de manera instintiva que no era así. Peter estaba ya arremetiendo contra
ella, también con la cabeza inclinada hacia atrás, el pelo castaño empapado en
las sienes y rozando sus hombros sudorosos. Se estremeció y tensó, y de su garganta
surgió un sonido áspero y profundo.
A Lali
le latía el corazón con fuerza, y se apartó de la ventana con los ojos muy
abiertos para deslizarse por la puerta acristalada y salir de ahí tan
silenciosamente como había entrado. De modo que así era. Había visto a Peter
haciéndolo, precisamente. Sin la ropa, era todavía más guapo de lo que había
imaginado. No había hecho nos asquerosos ruidos parecidos al resoplar de un
cerdo que hacía papá, cuando estaba lo bastante sobrio para convencer a Gimena
de que entrase en el dormitorio, lo cual no sucedía muy a menudo en los dos
últimos años.
Si el
padre de Peter, Nicolás, era tan guapo haciéndolo como lo era Peter, pensó Lali
con vehemencia, no podía censurar a Gimena por haberlo preferido a papá.
Alcanzó
la seguridad del bosque y se deslizó en silencio entre los árboles. Era tarde,
y probablemente papá le echaría una reprimenda al llegar a casa por no estar
allí para hacerle la cena y ocuparse de Torito, tal como se suponía que debía
hacer, pero valdría la pena. Había visto a Peter.
Exhausto
y feliz, tembloroso y jadeante tras el orgasmo, Peter levantó la cabeza de la
curva que formaban el cuello y el hombro de María. Ella también jadeaba, con
los ojos cerrados. Había pasado la mayor parte de la tarde seduciéndola, pero
el esfuerzo había merecido la pena. Aquella larga y lenta preparación había
hecho que el sexo fuera mejor de lo que había esperado.
Un
relámpago de color, un movimiento minúsculo en su visión periférica, atrajo su
atención, y volvió la cabeza hacia la ventana abierta y la arboleda que se
extendía más allá de la entrada. Alcanzó a ver sólo por un instante una figura
pequeña y frágil coronada de pelo castaño oscuro pero eso le bastó para
identificar a la más joven de los Espósito.
¿Qué
haría la niña merodeando por el bosque tan lejos de su cabaña Peter no dijo
nada a María, pues a ésta le entraría el pánico si creyera que alguien podía
haberla visto colarse en la casa con él, aunque ese alguien fuese sólo un
miembro de aquella gentuza de los Espósito. Ella estaba prometida a Maximiliano
Recca, y no le haría ninguna gracia que nada le arruinara eso, ni siquiera su
propia satisfacción. Los Recca no eran tan ricos como los Lanzani —nadie lo era
en aquella parte de la ciudad—, pero María sabía que podía manejar a Maximiliano
de una forma en que jamás podría manejar a Peter. Peter era el pez más gordo,
pero no sería un marido cómodo, y María era lo bastante astuta para saber que
de todos modos no tenía ninguna posibilidad con él.
—¿Qué
pasa? —murmuró, acariciándole el hombro.
—Nada.
—Peter volvió la cabeza y la besó, intensamente, y después desentrelazó los
cuerpos de ambos y se sentó en el borde de la cama Es que acabo de darme cuenta
de lo tarde que es.
María
echó un vistazo a la ventana y observó que se iban alargando las sombras, y se
incorporó con un gritito.
—¡Dios
mío, esta noche tengo que cenar con los Recca! ¡No voy a poder estar lista a la
hora!
—Saltó
de la cama y empezó a recoger las prendas de ropa dispersas por la habitación.
Peter
se vistió más pausadamente, pero su cabeza seguía dando vueltas a la niña de
los Espósito.
¿Los
habría visto? Y si era así, ¿diría algo? Era una niña extraña, más tímida que
su hermana mayor, que ya daba signos de ser una ramera tan grande como su
madre. Pero la pequeña tenía unos ojos maduros en aquella carita de niña, unos
ojos que le recordaban a los de un gato, de color avellana con manchas doradas,
de forma que unas veces eran marrones y otras parecían amarillos.
Tenía
la sensación de que ella no se había perdido mucho; debía de saber que su madre
era la amante del padre de él, que los Espósito vivían en aquella cabaña sin
pagar alquiler para que Gimena estuviera disponible cada vez que Nicolás Lanzani
la deseara. La niña no se arriesgaría a ponerse en contra de ningún Lanzani.
Pobre
niña, tan delgada y pequeña y con aquellos ojos de vidente. Había nacido en la
basura, y nunca tendría la oportunidad de salir de ella, suponiendo que
quisiera hacerlo. Salvador Espósito era un borracho mezquino, y los dos chicos
mayores, Joaquín y Patricio eran unos matones vagos y ladrones, tan mezquinos
como su padre y con visos de convertirse también en borrachos. A la madre, Gimena,
también le gustaba la botella, pero no había permitido que la dominase como le
había pasado a Salvador. Ella era lozana y hermosa, a pesar de haber tenido
cinco hijos, y poseía aquel cabello oscuro que sólo había heredado su hija
pequeña, además de los ojos verdes y el delicado cutis de nata. Gimena no era
mezquina, como Salvador, pero tampoco hacía mucho de madre con sus hijos. Lo
único que le importaba era que se acostaran con ella. Incluso se hacían bromas
sobre ella en la parroquia.
Gimena
permanecía abajo, siempre que hubiera un hombre dispuesto a subirse encima de
ella. Exudaba sexo, sexo lujurioso, y
atraía a los hombres hacia ella igual que una hembra en celo a un perro.
Estefanía,
su hija mayor, era un auténtico zorrón en ciernes, y ya andaba a la caza de
cualquier polla dura que pudiera encontrar. Tenía la misma fijación mental que Gimena
en lo que se refería al sexo, y Peter dudaba mucho de que todavía fuera virgen
aunque sólo estuviera en los primeros años de la secundaria. No dejaba de
ofrecérsele a él, pero Peter no se sentía tentado lo más mínimo.
Antes
se follaría a una serpiente que a Estefanía Espósito.
El
chico más joven de los Espósito era retrasado. Peter lo había visto sólo una o
dos veces, y siempre agarrado a las piernas de la hermana pequeña... ¿Cómo se
llamaba esa niña, maldita sea?
Un
minuto antes había pensado algo que le recordaba a ella... ¿Ma? ¿Malena la de
los ojos felinos? No, era otra cosa, pero que se le parecía... Mariana. Eso
era.
Continuará...
Me encanta.Peter a pesar d la edad d Mariana,una niña,parece k la tiene bien fichada.Se conoce su personalidad,extraña ,timida,triste,pequeña y delgada,se fija hasta en sus ojos.K no es como su madre y su hermana,unos zorrones(empleo tu calificativo).Al ver a su hermano retrasado siempre con ella,seguro k tambien descubre la bondad k emana.Como se esfuerza en recordar el nombre,y lo asocia a la d los ojos felinos.Si no le importase,no se habria fijado taaaanto.Desde k pasasteis a blog, y poneis la forma facil d comentar,desde luego k comento,no me gusta decir firmar,ya k en fotolog os leia,pero no podia comentar,xk no tengo nada ,ni fotolog,ni tw,ni facebook,ni nada,me manejo poco,pero me encanta leer novelas,y se lo k os agradan y satisfacen los comentarios,asi k x aqui me estoy desquitando,d ser una visualizacion ,jajaja,hasta febrero,a partir d ahi ,consegui comentar y cuando alguien lo tiene k no puedo hacerlo ,le pido a alguien k le comenta ayuda ,para k la avise .Un beso .Te va a ir bien ,la novela,(tampoco pongo nunca nove,son novelas)esta pero k muy bien,y eso k solo es el comienzo.Suerte.
ResponderEliminarSiiiiiiiii,sacaste la verificacion.
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