Hola!! como andan?
Chicas que pasó con las firmas? cada vez son menos...:(
Bueno, hoy les quería hacer maratón para que la cosa avance un poco más rápido! ejejej les parece? eso si recuerden ir firmando...
Besos y que tengan una linda tarde!
PD: siempre se me olvida comentarles que pueden seguir al blog por twitter :) solo deben apretar en acceder y listo! (esto me recuerda a Hola soy Germán (el que no lo haya visto, se ha perdido la mitad de su vida))
Otra cosa, alguien me dice como puedo seguir a otro blog, porque antes aparecía arriba "seguir" o algo así, pero ahora solo compartir, informar sobre mal uso y siguiente blog...el que tenga paciencia (porque soy media torpe en esto de la Internet) me enseña?
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Paralizada por la
sorpresa, emitió un gemido de ira. El desconocido no sólo había puesto el barco
en marcha, sino que ahora se encontraban a una distancia considerable del
malecón ¡rumbo a mar abierto!
Desesperada, miró hacia
todos lados en la cubierta y dentro del compartimento del motor, pero no encontró
indicio alguno de su hermano.
—¡Qué diablos hace?
—preguntó furiosa mientras entraba en la caseta del timón—. Vuelva al puerto inmediatamente.
El desconocido la ignoró
por unos momentos mientras consultaba la brújula.
Aún no se había puesto
la maldita camisa, observó Lali con desagrado.
—Volvamos —lo miró,
enfadada—. No hemos recogido a mi hermano.
El hombre recorrió su
cuerpo con la mirada, con gran interés y cuando levantó una ceja oscura con
gesto burlón, sus facciones adoptaron una apariencia diabólica.
—Sin duda usted no es la
mujer con la que he hablado hace unos minutos ¿verdad? —Arrastró las palabras—.
La otra estaba manchada de aceite y no tenía atractivo alguno. No puede ser la Lali
Espósito que he venido a ver.
La chica se sintió prácticamente
desnuda bajo aquella mirada lasciva y la boca se le secó.
—Mi… mire —tartamudeó—…
no tiene derecho de…
—No esperaba a alguien con
tanto atractivo sexual, señorita Espósito. Pero esto hará que mi misión resulte
un placer en vez de una obligación.
No sabía de lo que
hablaba el desconocido, pero presintió que estaba en peligro. Después de
respirar profundamente, puso las manos sobre las caderas.
—Voy a denunciarle a la
policía.
—No lo hará, señorita Espósito
—mostró su impecable dentadura en una sonrisa irónica—. «Señorita Espósito» es
demasiado formal. Como vamos a tener una relación muy íntima, de ahora en
adelante la llamaré Lali. Soy Peter Lanzani —hizo una pausa y por un instante
sus ojos verde jade brillaron divertidos—. ¿Significa mi nombre algo para usted
Lali?
—No. ¿Por qué debería
significar algo? Nunca… —cortó la frase cuando un repentino pensamiento le pasó
por la cabeza. ¿Lanzani? ¡No era posible! Y sin embargo… Había algo en él.
Poseía esa fría seguridad en sí mismo que sólo proviene del poder y la riqueza.
Lo observó con mayor atención, antes de contestarle indecisa—: La… la única
familia Lanzani que he oído nombrar son los dueños de la mitad de los barcos de
Argentina y de los viñedos.
—Sé con exactitud lo que
poseemos. Podría afirmar que somos una de las familias más ricas y poderosas de
Argentina—en su voz no había petulancia, se limitaba a afirmar un hecho.
Lali tragó saliva. Todo
el mundo sabía quién era la familia Lanzani.
—No me importa lo rico o
poderoso que sea usted, señor Lanzani —dijo controlando el miedo que sentía en
el pecho—. No tiene derecho de estar en este barco. Si no lo conduce al muelle,
lo haré yo misma. Mi contrato indica que estaré fuera más de un mes y no puedo
dejar abandonado a mi hermano. Al menos tendré que saber si le ha pasado algo.
—Le aseguro que su
hermano está sano y salvo —después de una pausa agregó con suavidad—: Al menos
por el momento. Su bienestar depende de usted.
—¿Qué quiere decir? —La
palidez cubrió su rostro—. ¿Dónde está?
—Trabajando en uno de
nuestros viñedos, bajo la supervisión de mi tío y mis primos. Por lo menos, le
daré tiempo para que reflexione en el error que cometió.
—No sé de qué me habla,
señor Lanzani, pero le advierto que si algo le pasa a Jaime, yo…
—Supongo que quiere
mucho a su hermano —ignoró la amenaza de la chica y la contempló con sarcasmo.
—¡Maldición! —exclamó,
furiosa—. ¿Por qué me hace esa pregunta tan estúpida? Desde luego que quiero
mucho a mi hermano. Es mi único familiar.
—¿De modo que hace la
vista gorda con respecto a la forma de vida tan promiscua de él, porque es su
hermano? —preguntó con severidad.
—¿Jaime? —Abrió la boca
sorprendida y rió con incertidumbre—. ¿Promiscuo? Usted está loco.
—Quizá no lo conoce tan
bien como supone —refunfuñó él—. Es un joven atractivo y agradable. La mayoría
de las chicas lo encontrarían irresistible. ¿Espera que le crea que no ha
explotado esas ventajas para su propio beneficio?
—Jaime no es así —lo
defendió acalorada—. No niego que salga con muchachas si se le presenta la
oportunidad, pero jamás perjudicaría… a ninguna de ellas.
—Por favor. No es lógico
que un muchacho de dieciocho años presuma de sus conquistas con su hermana
mayor, ¿verdad?
El miedo crecía en el
interior de Lali. Aunque tenía una vaga idea de a dónde quería llegar ese hombre,
rezó con fervor para que sus sospechas fueran infundadas.
Peter Lanzani notó que
el rostro de la chica revelaba emociones conflictivas y movió la cabeza con satisfacción,
como si hubiera puesto el dedo en la llaga.
—Quizá sea un consuelo
para usted saber que su hermano la adora. Al menos es lo que le pareció a mi
tío, el cual sostuvo una larga conversación con él.
—Siempre hemos estado
muy unidos —dijo con rapidez.
—Magnífico. Si fuera de
otra manera, estaría perdiendo el tiempo aquí —la recorrió con la mirada—.
Ahora, para cambiar de tema, hablemos de usted, ¿de acuerdo? Háblame de sus
amigos… de sus amantes. ¿La promiscuidad es común en su familia?
—Váyase al diablo —sus
mejillas se enrojecieron y apretó los puños.
—Si me voy al diablo,
también se irá su hermano —la miró en silencio y levantó los hombros.
El tono inequívoco de
amenaza hizo que Lali se estremeciera otra vez y luego suspiró profundamente.
—Sólo… tuve un novio,
hace varios años.
—¿Cree que soy tonto,
señorita Espósito? —levantó una ceja con franca incredulidad.
—Mire, me importa un
comino si lo cree o no —apretó los dientes y sus mejillas se arrebolaron de
nuevo—. Dirigir este barco me mantiene ocupada y no tengo tiempo para enredos
sentimentales.
—¿No tiene tiempo?
—preguntó pensativo—. ¿O no le atraen? —la retó—. Ahora es una buena oportunidad
de averiguarlo —sugirió con suavidad.
Lali intentó dar un
salto hacia atrás, pero él fue más rápido y la aprisionó entre sus brazos. El
grito de protesta se ahogó en un jadeo cuando el desconocido la apretó contra
su pecho.
—Un cuerpo suave,
flexible —susurró al tiempo que le sonreía—. Ahora veremos si sus labios son
igual de complacientes —levantó una mano para sujetarla del cabello y Lali miró
temerosa las profundidades insondables de aquellos ojos verde mar.
La chica cerró los ojos
con rapidez cuando él acercó su boca a la de ella. El desconcierto la mantuvo
inmóvil y apretó los labios. Sin dejarse intimidar por la negativa inicial de
corresponderle, la lengua de Peter comenzó a atormentar y a explorar su boca
hasta que al fin logró introducirla entre aquellos cálidos labios. Oh, Dios,
pensó Lali. ¿Cuándo fue la última vez que la besaron así? Aquella era una
provocación irresistible y se dio cuenta de que sus miembros perdían fuerza.
A través de la camiseta
de algodón, percibía la calidez del pecho de aquel hombre y el ritmo de su corazón,
y se avergonzó de no llevar sujetador puesto, ya que sentía que los pezones se
le endurecían sobre el cuerpo masculino, lo que sin duda lo excitaría aún más.
Sus manos la traicionaron cuando hizo el intento de apartarlo pues se
deslizaron entre sus brazos y le apretó la espalda. El roce de la piel
masculina provocó un estremecimiento a través de los muslos.
Mientras la lengua de Peter
seguía explorando en el interior de su boca, ella comenzó a reaccionar, al
principio con lentitud después, el deseo la invadió haciéndole olvidar la
sensatez y su lengua comenzó a contestarle con erótico abandono. Todas las
terminales nerviosas de su cuerpo se estremecieron de placer al sentir que Peter
deslizaba las manos debajo de su camiseta. Lali gemía mientras él le acariciaba
los pechos. Su toque era un fuego… que la marcaría para siempre.
Cuando la rodilla del
desconocido trató de separar sus muslos ella luchó con desesperación por
recobrar el juicio. Avergonzada, lo empujó con fuerza.
—¡Basta! —con
desesperación apartó su boca de la de él—. Suélteme, maldición.
Continuará...
Zarpado lanzani! Más!
ResponderEliminarEmpeze a leer esta nove en un fotolog pero no la terminaron..... :( me alegra que la vallas a terminar!!! :D
ResponderEliminarPeter atacó con todo.
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