jueves, 26 de julio de 2012

"Cuñados" Capítulo 3


Hola!! como andan? 
Chicas que pasó con las firmas? cada vez son menos...:(
Bueno, hoy les quería hacer maratón para que la cosa avance un poco más rápido! ejejej les parece? eso si recuerden ir firmando...
Besos y que tengan una linda tarde!
PD: siempre se me olvida comentarles que pueden seguir al blog por twitter :)   solo deben apretar en acceder y listo! (esto me recuerda a Hola soy Germán (el que no lo haya visto, se ha perdido la mitad de su vida)) 


Otra cosa, alguien me dice como puedo seguir a otro blog, porque antes aparecía arriba "seguir" o algo así, pero ahora solo compartir, informar sobre mal uso y siguiente blog...el que tenga paciencia (porque soy media torpe en esto de la Internet) me enseña?
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Paralizada por la sorpresa, emitió un gemido de ira. El desconocido no sólo había puesto el barco en marcha, sino que ahora se encontraban a una distancia considerable del malecón ¡rumbo a mar abierto!
Desesperada, miró hacia todos lados en la cubierta y dentro del compartimento del motor, pero no encontró indicio alguno de su hermano.
—¡Qué diablos hace? —preguntó furiosa mientras entraba en la caseta del timón—. Vuelva al puerto inmediatamente.
El desconocido la ignoró por unos momentos mientras consultaba la brújula.
Aún no se había puesto la maldita camisa, observó Lali con desagrado.
—Volvamos —lo miró, enfadada—. No hemos recogido a mi hermano.
El hombre recorrió su cuerpo con la mirada, con gran interés y cuando levantó una ceja oscura con gesto burlón, sus facciones adoptaron una apariencia diabólica.
—Sin duda usted no es la mujer con la que he hablado hace unos minutos ¿verdad? —Arrastró las palabras—. La otra estaba manchada de aceite y no tenía atractivo alguno. No puede ser la Lali Espósito que he venido a ver.
La chica se sintió prácticamente desnuda bajo aquella mirada lasciva y la boca se le secó.
—Mi… mire —tartamudeó—… no tiene derecho de…
—No esperaba a alguien con tanto atractivo sexual, señorita Espósito. Pero esto hará que mi misión resulte un placer en vez de una obligación.
No sabía de lo que hablaba el desconocido, pero presintió que estaba en peligro. Después de respirar profundamente, puso las manos sobre las caderas.
—Voy a denunciarle a la policía.
—No lo hará, señorita Espósito —mostró su impecable dentadura en una sonrisa irónica—. «Señorita Espósito» es demasiado formal. Como vamos a tener una relación muy íntima, de ahora en adelante la llamaré Lali. Soy Peter Lanzani —hizo una pausa y por un instante sus ojos verde jade brillaron divertidos—. ¿Significa mi nombre algo para usted Lali?
—No. ¿Por qué debería significar algo? Nunca… —cortó la frase cuando un repentino pensamiento le pasó por la cabeza. ¿Lanzani? ¡No era posible! Y sin embargo… Había algo en él. Poseía esa fría seguridad en sí mismo que sólo proviene del poder y la riqueza. Lo observó con mayor atención, antes de contestarle indecisa—: La… la única familia Lanzani que he oído nombrar son los dueños de la mitad de los barcos de Argentina y de los viñedos.
—Sé con exactitud lo que poseemos. Podría afirmar que somos una de las familias más ricas y poderosas de Argentina—en su voz no había petulancia, se limitaba a afirmar un hecho.
Lali tragó saliva. Todo el mundo sabía quién era la familia Lanzani.
—No me importa lo rico o poderoso que sea usted, señor Lanzani —dijo controlando el miedo que sentía en el pecho—. No tiene derecho de estar en este barco. Si no lo conduce al muelle, lo haré yo misma. Mi contrato indica que estaré fuera más de un mes y no puedo dejar abandonado a mi hermano. Al menos tendré que saber si le ha pasado algo.
—Le aseguro que su hermano está sano y salvo —después de una pausa agregó con suavidad—: Al menos por el momento. Su bienestar depende de usted.
—¿Qué quiere decir? —La palidez cubrió su rostro—. ¿Dónde está?
—Trabajando en uno de nuestros viñedos, bajo la supervisión de mi tío y mis primos. Por lo menos, le daré tiempo para que reflexione en el error que cometió.
—No sé de qué me habla, señor Lanzani, pero le advierto que si algo le pasa a Jaime, yo…
—Supongo que quiere mucho a su hermano —ignoró la amenaza de la chica y la contempló con sarcasmo.
—¡Maldición! —exclamó, furiosa—. ¿Por qué me hace esa pregunta tan estúpida? Desde luego que quiero mucho a mi hermano. Es mi único familiar.
—¿De modo que hace la vista gorda con respecto a la forma de vida tan promiscua de él, porque es su hermano? —preguntó con severidad.
—¿Jaime? —Abrió la boca sorprendida y rió con incertidumbre—. ¿Promiscuo? Usted está loco.
—Quizá no lo conoce tan bien como supone —refunfuñó él—. Es un joven atractivo y agradable. La mayoría de las chicas lo encontrarían irresistible. ¿Espera que le crea que no ha explotado esas ventajas para su propio beneficio?
—Jaime no es así —lo defendió acalorada—. No niego que salga con muchachas si se le presenta la oportunidad, pero jamás perjudicaría… a ninguna de ellas.
—Por favor. No es lógico que un muchacho de dieciocho años presuma de sus conquistas con su hermana mayor, ¿verdad?
El miedo crecía en el interior de Lali. Aunque tenía una vaga idea de a dónde quería llegar ese hombre, rezó con fervor para que sus sospechas fueran infundadas.
Peter Lanzani notó que el rostro de la chica revelaba emociones conflictivas y movió la cabeza con satisfacción, como si hubiera puesto el dedo en la llaga.
—Quizá sea un consuelo para usted saber que su hermano la adora. Al menos es lo que le pareció a mi tío, el cual sostuvo una larga conversación con él.
—Siempre hemos estado muy unidos —dijo con rapidez.
—Magnífico. Si fuera de otra manera, estaría perdiendo el tiempo aquí —la recorrió con la mirada—. Ahora, para cambiar de tema, hablemos de usted, ¿de acuerdo? Háblame de sus amigos… de sus amantes. ¿La promiscuidad es común en su familia?
—Váyase al diablo —sus mejillas se enrojecieron y apretó los puños.
—Si me voy al diablo, también se irá su hermano —la miró en silencio y levantó los hombros.
El tono inequívoco de amenaza hizo que Lali se estremeciera otra vez y luego suspiró profundamente.
—Sólo… tuve un novio, hace varios años.
—¿Cree que soy tonto, señorita Espósito? —levantó una ceja con franca incredulidad.
—Mire, me importa un comino si lo cree o no —apretó los dientes y sus mejillas se arrebolaron de nuevo—. Dirigir este barco me mantiene ocupada y no tengo tiempo para enredos sentimentales.
—¿No tiene tiempo? —preguntó pensativo—. ¿O no le atraen? —la retó—. Ahora es una buena oportunidad de averiguarlo —sugirió con suavidad.
Lali intentó dar un salto hacia atrás, pero él fue más rápido y la aprisionó entre sus brazos. El grito de protesta se ahogó en un jadeo cuando el desconocido la apretó contra su pecho.
—Un cuerpo suave, flexible —susurró al tiempo que le sonreía—. Ahora veremos si sus labios son igual de complacientes —levantó una mano para sujetarla del cabello y Lali miró temerosa las profundidades insondables de aquellos ojos verde mar.
La chica cerró los ojos con rapidez cuando él acercó su boca a la de ella. El desconcierto la mantuvo inmóvil y apretó los labios. Sin dejarse intimidar por la negativa inicial de corresponderle, la lengua de Peter comenzó a atormentar y a explorar su boca hasta que al fin logró introducirla entre aquellos cálidos labios. Oh, Dios, pensó Lali. ¿Cuándo fue la última vez que la besaron así? Aquella era una provocación irresistible y se dio cuenta de que sus miembros perdían fuerza.
A través de la camiseta de algodón, percibía la calidez del pecho de aquel hombre y el ritmo de su corazón, y se avergonzó de no llevar sujetador puesto, ya que sentía que los pezones se le endurecían sobre el cuerpo masculino, lo que sin duda lo excitaría aún más. Sus manos la traicionaron cuando hizo el intento de apartarlo pues se deslizaron entre sus brazos y le apretó la espalda. El roce de la piel masculina provocó un estremecimiento a través de los muslos.
Mientras la lengua de Peter seguía explorando en el interior de su boca, ella comenzó a reaccionar, al principio con lentitud después, el deseo la invadió haciéndole olvidar la sensatez y su lengua comenzó a contestarle con erótico abandono. Todas las terminales nerviosas de su cuerpo se estremecieron de placer al sentir que Peter deslizaba las manos debajo de su camiseta. Lali gemía mientras él le acariciaba los pechos. Su toque era un fuego… que la marcaría para siempre.
Cuando la rodilla del desconocido trató de separar sus muslos ella luchó con desesperación por recobrar el juicio. Avergonzada, lo empujó con fuerza.
—¡Basta! —con desesperación apartó su boca de la de él—. Suélteme, maldición.

Continuará...

3 comentarios:

  1. Empeze a leer esta nove en un fotolog pero no la terminaron..... :( me alegra que la vallas a terminar!!! :D

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