viernes, 13 de julio de 2012

Capítulo 51










Mil perdones por la hora!!! :/ Como recompensa el capítulo es larguito! espero que les guste! Besos.
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—Eugenia intentó suicidarse —dijo Peter bruscamente—. Se cortó las muñecas nada más decirle yo que papá se había ido. Estuvo a punto de morir desangrada antes de que tuviera tiempo de llevarla a un hospital. Cuando fui a la cabaña aquella noche, venía precisamente del hospital de Baton Rouge.

Lali se dio cuenta de que estaba intentando explicar su rabia, por qué había hecho lo que había hecho. Lo besó en el hombro en un gesto de perdón. De hecho ya lo había perdonado hacía tiempo, pues comprendía el dolor y la sensación de traición que debía de haber experimentado.
Peter contempló el ventilador del techo.

—Mi madre se retrajo completamente. Dejó de hablar, incluso dejó de comer. Se pasó dos años sin salir de su habitación. Es la persona más egocéntrica que conozco —dijo con una sinceridad brutal—, pero no quiero volver a verla así.

Y por eso se mostraba tan inflexible respecto de que ni Eugenia ni su madre se vieran molestadas por nada que Lali dijera o hiciera. Ella misma había experimentado algo de aquel excesivo afán de protección. En cierto sentido Peter era como el señor feudal de Prescott, su influencia alcanzaba casi todos los aspectos de la vida de la parroquia, y, al igual que un señor feudal, se tomaba muy en serio sus responsabilidades.

Rodó para situarse encima de Lali y la penetró con una suave insistencia que de todos modos la hizo contener la respiración, porque estaba dolorida de todas las veces anteriores. Se apoyó en los codos y tomó la cabeza de ella en las manos.

—Esa noche es un lazo entre nosotros —susurró—. Por muy desagradable que fuera, ambos compartimos ese recuerdo. Además, no todo fue desagradable. Esa noche te deseé, Lali. —Comenzó a moverse dentro de ella, y sus ojos se oscurecieron conforme iba aumentando la pasión—. Tú tenías sólo catorce años, pero yo te deseé. Y cuando volví a verte en el motel, fue como si esos doce años de separación no existieran, porque seguía deseándote. —Entonces inició una sonrisa—. ¿Quieres que te lo diga en francés?


Cuando se despertó, Lali permaneció tumbada en silencio y contempló cómo dormía Peter. Sus pestañas negras eran dos tizones oscuros en sus pómulos, y una incipiente barba negra le sombreaba el mentón. Dormía con los labios entreabiertos y el poderoso cuerpo relajado. Su belleza la impresionó. Con el cabello largo esparcido sobre los hombros, parecía un pirata descansando en el lecho de una dama tras una larga jornada de abordajes y luchas a espada. El minúsculo diamante que llevaba en la oreja izquierda no hacía nada por menoscabar aquella imagen.

Estaba demasiado dolorida para hacer el amor otra vez, se dijo, pero aun así aquel cuerpo la atraía. Estaba hecho maravillosamente bien, todos huesos largos y músculos duros. Tenía un brazo colgando por un lado de la cama, pero el otro yacía relajado sobre su pecho. Tenía manos grandes, con dedos delgados y bien formados, pero el meñique era tan grueso como el pulgar de ella. Pensó en aquellas manos sobre su propio cuerpo y tembló de placer.

Se inclinó sobre él e inhaló delicadamente el aroma cálido de su piel, que ascendía en volutas de calor. Aquél era Peter. Aquel pensamiento la dejó estupefacta de nuevo. Estaba allí de verdad, podía tocarlo, besarlo, hacer todas las cosas que había soñado hacer durante la mayor parte de su vida.

Su carne la atraía igual que un imán, le aceleraba ligeramente la respiración y hacía que se le sonrosara la piel. A aquellas alturas no había restricciones a su sensualidad natural, y la libertad de tocarlo y ser tocada por él resultaba intoxicante. Apoyó una mano en su muslo y palpó músculo duro bajo la aspereza del vello; luego deslizó las puntas de los dedos, en una sensual exploración, hacia donde la piel era lisa y sin vello. El escroto colgaba bajo, los testículos eran como dos huevecillos en su saco. Volvió la mano y lo cogió; estaba frío y pesaba. Peter se agitó inquieto y separó las piernas, pero no se despertó. Era un maravilloso animal macho y, al menos por el momento, totalmente suyo.

Se inclinó un poco más sobre él dejando que las puntas de sus senos rozasen el vello duro y rizado del pecho de él, y contuvo un instante la respiración ante la sensación de hormigueo que hizo que los pezones se le pusieran erectos.
En aquel momento Peter abrió los párpados.

—Hum —dijo en tono placentero, e inmediatamente rodeó a Lali con sus brazos.
Ella hundió la cara contra su garganta y se deslizó por su cuerpo, contoneándose sinuosamente para frotarse contra él, disfrutando como un felino.

—Es maravilloso tocarte —susurró al tiempo que le mordisqueaba el lóbulo de la oreja y después lo acariciaba con la lengua—. Tienes los tres factores.

—¿Cuáles son los tres factores? —quiso saber él—. ¿O debería saberlo?

—Caliente, duro y velludo.

Peter rió y se estiró lánguidamente debajo de ella. Fue una sensación sorprendente, como estar encima de una balsa que se balancea en la superficie del océano. Se agarró de sus hombros para no caerse. El pelo de Peter le rozó los dedos, y cuando volvió a quedarse quieto ella introdujo la mano en aquella mata. Era densa y sedosa.

—¿Por qué llevas el pelo largo? —le preguntó, tomando otro mechón y haciéndole cosquilla con él en la nariz
Él hizo una mueca, atento, y luego rompió a reír.

—¿Me prometes no decírselo a nadie?

—Lo prometo... a no ser que me digas que alguien te asustó con un retrato del Cuco; eso tendría que contarlo.
Los dientes blancos de Peter relucieron en una leve sonrisa avergonzada.

—Es casi igual de malo. Me dan miedo las maquinillas de cortar el pelo.
Lali se quedó tan atónita que resbaló de su pecho.

—¿Las maquinillas? —repitió. ¿Aquel hombre todo musculoso tenía miedo de las maquinillas de cortar el pelo?

—No me gusta el ruido que hacen —explicó Peter, volviéndose hacia un lado y doblando un brazo bajo la cabeza. Tenía los ojos sonrientes—. Me da horror. Me acuerdo de cuando tenía cuatro o cinco años y apartaba la cabeza cuando mi padre intentaba sujetarme quieto para que me cortaran el pelo. Naturalmente, el hecho de sujetarme convertía a mi padre en un traidor, así que empezó a sobornarme para que fuera bueno, pero yo no podía. Era oír aquel zumbido y ponerme malo. Cuando tenía unos diez años, ya habíamos llegado al acuerdo de cortarme el pelo a tijera. Cuanto mayor me hago, más voy espaciando los cortes de pelo.—Rió en voz alta—.

—¿Quién te corta el pelo? —preguntó Lali, demasiado fascinada para reír. Todavía estaba tratando de asimilar la imagen de un hombre adulto que evitaba las peluquerías igual que algunas personas evitan al dentista.

—A veces yo mismo. Otras veces me lo corto cuando estoy en Nueva Orleans. Allí hay un salón que tiene la norma de no usar maquinillas de cortar cuando estoy yo. ¿Por qué? ¿Quieres encargarte tú de hacerlo? —Le puso una mano a un lado del cuello y le acarició el lóbulo de la oreja con el dedo pulgar. Sonreía, pero Lali percibió que hablaba en serio.

—¿Confiarías en mí para cortarte el pelo?

—Por supuesto. ¿No te confiarías tú en mí para lo mismo?
Su respuesta fue rápida.

—No en esta vida. Pero sí te dejaría que me depilaras las piernas.

—¡Trato hecho! —contestó Peter con la misma rapidez, al tiempo que la abrazaba.


Continuará...

4 comentarios:

  1. ajajajajajaajaj encerio??? le rtiene miedo jaja mas tiernoooo jajajaj quiero ver realizado ese trato

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  2. Además del buen sexo k tienen,son capaces d hablar d tribialidades.Espero k no cambien las cosas,xk recordemos k todo lo demás sigue estando igual.Así k después d esto ,no me imagino con lo k puede sorprendernos Peter.¿Seguirá queriendo k Lali se marche a otro lugar ,y seguir teniéndola,pero apartada?,espero k no ,k todo se solucione para el bien d los dos.

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  3. Jajajaja resulta increíble, pero bueno cada quien tiene sus propios miedos!! Ojala sigan de buenas mucho tiempo!!!

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