jueves, 5 de julio de 2012

Capítulo 44






Holaa! perdón por la tardanza! jijij Que rico que al fin se va a terminar la semana, aunque fue corta me siento muy cansada después de los pruebas finales...y ustedes?, como están? ya salieron de vacas? jiji espero que si y a las que les falte todavía fuerzas y ánimos!!
Dado al crecimiento de las visitas (me hacen muy feliz por eso) me gustaría que se animaran a firmar. Aunque sea unas 10 firmillas por capítulo. Espero que me entiendan eh! pero como dice Gene "LOS COMENTARIOS PARA UN ESCRITOR SON COMO APLAUSOS PARA UN ARTISTA" 
Bye bye y disfruten del cap! Besos
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Si rompiera la ventana, Peter sospecharía inmediatamente que había sido ella, puesto que la noche anterior la había sorprendido merodeando por el garaje de botes. Además, le resultaría difícil colarse por la ventana sin una escalera, y no tenía ninguna. Pero aún no era de noche, y ella nadaba bien. Lo que la noche anterior parecía impensable era muy factible bajo el brillante sol matinal.

El teléfono estaba sonando cuando salió de la casa con las herramientas en la mano. Como normalmente no estaba preparada para aquella clase de aventuras, tuvo que conformarse. Se había puesto un bikini viejo y encima unos pantalones y una blusa. En una bolsa llevaba dos toallas y la linterna, que tal vez pudiera hacerle falta para registrar los rincones oscuros. La linterna no era sumergible, así que la metió dentro de una bolsa de plástico con cierre hermético. Para su seguridad personal, cogió también el cuchillo de cocina más largo que tenía. No sabía qué uso podría darle —esperaba no estar demasiado cerca de una serpiente furiosa como para tener que apuñalarla—, pero el hecho de llevarlo consigo la hacía sentirse mejor, de modo que se lo llevó.

Estaba casi alegre cuando condujo hasta la casa de verano. Ya había intentado registrar aquel lugar en dos ocasiones, y las dos veces la había atrapado Peter. A la tercera sería la vencida.

Cuando llegó al lago, decidió resueltamente no volver la vista hacia la casa de verano, pero no pudo escapar del todo a los recuerdos de lo que había sucedido en aquel porche. ¿Cómo iba a poder, cuando sentía una punzada entre las piernas a cada paso que daba? Pero también experimentó el débil aguijón del deseo, y se odió a sí misma por ello.

Se desvistió a toda prisa y golpeó la puerta del garaje para espantar a los posibles habitantes.  No oyó ningún correteo ni chapoteo en el agua, de modo que tal vez el interior estuviera despejado. De todas formas, aporreó de nuevo la puerta y zarandeó la cadena, para mayor seguridad. Satisfecha de haber hecho todo lo posible al respecto, caminó por el embarcadero hasta llegar a la altura de la puerta del garaje que sellaba el garaje por el lado del lago.

Peter y Eugenia, y los amigos de ambos, con frecuencia habían ido a bañarse allí en verano; en más de una ocasión Lali se había metido en el agua a escondidas, pero nunca cuando había delante otra persona. No le daba miedo estar sola en el agua, y sabía la profundidad que había alrededor del embarcadero. Con la linterna metida en la bolsa en una mano, se introdujo en el agua y buceó un poco, pero emergió con una ligera exclamación por la fría temperatura. Nadó un poco a un lado y al otro para aclimatarse al agua y a la actividad, y al cabo de un momento la temperatura le pareció mucho mejor.

Debajo del garaje estaría oscuro. Encendió la linterna manipulándola a través de la bolsa, y no se dio más tiempo para pensar. Aspiró una gran bocanada de aire y se zambulló por debajo del borde de la puerta.
La visibilidad era muy mala, incluso con la linterna, y debajo del garaje era casi tenebrosa.

Por encima veía un rectángulo de luz, gracias a Dios no ocupado por ningún bote, lo cual habría dificultado más la subida. Se impulsó en dirección a la luz y sacó la cabeza del agua casi antes de darse cuenta de que había alcanzado la superficie. Sacó un brazo y se agarró del borde del bote para estabilizarse, y depositó la linterna sobre una superficie sólida. Sólo entonces se apartó el pelo de la cara para ver con claridad lo que la rodeaba.

El interior del garaje para botes estaba en penumbra y prácticamente vacío. Se izó fuera del agua y se quedó de pie, chorreando y mirando a su alrededor, dejando que los ojos se le acostumbraran a la oscuridad. En otro tiempo el garaje estuvo abarrotado de colchonetas y llantas, y chalecos salvavidas colgados de ganchos en las paredes; el bote para hacer esquí acuático se hallaba ladeado suavemente contra los bordes acolchados de la grada, y en un rincón había apilados varios recipientes de petróleo. Todo aquello había desaparecido. El garaje había sido vaciado y limpiado; lo único que contenía ahora era una cortadora de pasto de las de empujar, un rastrillo para el patio y una escoba desgastada. No existía la menor posibilidad de que un único casquillo de bala siguiera estando allí después de doce años.

Aun sabiendo que sería inútil, de todos modos echó un vistazo. Alumbró todos los rincones con la linterna, se puso a cuatro patas y miró desde aquel ángulo. Nada.  Bueno, de todas maneras era muy difícil, se dijo para consolarse. Lo había intentado, y había disfrutado de un agradable baño matutino.

Volvió a sumergirse en el agua, pasó bajo la puerta y salió a la superficie a la luz del sol. Esta vez no había sorpresas aguardándola. Subió al embarcadero sin novedad y se quitó el traje de baño mojado, y a continuación se secó con la toalla y se vistió. Había tenido la previsión de traerse también ropa interior seca. Excepto por el pelo húmedo, su aspecto era perfectamente normal cuando regresó a casa.
El contestador guardaba dos mensajes más de Peter.

—¿Dónde te has metido, nena? ¿Piensas levantarte tarde y has desconectado el teléfono? Te llamaré más tarde.

Hundió el rostro entre las manos. El contestador emitió un pitido y reprodujo otro mensaje:
—No puedes retrasarlo indefinidamente. Tarde o temprano tienes que hablar conmigo. Atiende el teléfono, nena.

Fue a la ducha para aclararse el pelo del agua del lago. Oyó sonar el teléfono incluso con el grifo abierto y procuró no hacer caso de la sensación de ser acosada. No le resultó fácil. Las llamadas continuaron todo el día, cada mensaje más irritado que el anterior. Peter dejó de mostrarse cariñoso y empezó a exigir:
_¡Lali, maldita sea, atiende el teléfono! Si piensas que vas a poder ignorarme... —Y colgó sin terminar la amenaza.

Entre una y otra llamada de Peter, Lali hizo una a Nueva Orleans, pero no pudo hablar con el detective Estrella. Le dejó un mensaje y esperó a que le devolviera la llamada.

Continuará...

5 comentarios:

  1. ME ENCANTO ESPSEOR MAS NOVELA QYAAAA QUIERO SABER TODO MAS NOVELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

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  2. Peter acosándola ,¿quien lo diría?,jajaja,y cada vez ,mas cabreado,y ella se da el lujo, d ignorar todas las llamadas y mensajes.

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  3. massssssssssssssssss
    nashii

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  4. Me parece muy bien que no le conteste jajaja. Pero bueno tal como le dijo él en algún momento van a tener que hablar, pero que se la haga un poco difícil.
    Esperamos más!

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  5. Es lo mejor, que no le conteste, asi se dara cuenta lo dolida queesta

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