martes, 3 de julio de 2012

Capítulo 42













Hola! como andan? 
Quería agradecerles seriamente el hecho de que siga viva hoy! jijiji Bueno ahora si que si les dejo el momento Laliter enterito! y cuidado que viene bien zarpadito eh!
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Peter tomó los dos senos en las manos para masajearlos con fuerza, y el alivio fue tan intenso que Lali dejó escapar un leve gemido tanto de placer como de deseo, pero en cuestión de segundos aquello resultó insuficiente. Peter reconoció aquel deseo, o tal vez el suyo era igual, porque tomó la pechera de la blusa de Lali y la abrió de un tirón que hizo saltar los botones con un ruido atronador dentro de la burbuja de silencio que los rodeaba. Con una mano, soltó el cierre frontal del sujetador y apartó las copas hacia los lados para exponer la firme curva de aquellos pechos a su boca hambrienta y exigente. Le pasó un brazo por debajo de las nalgas y la levantó al tiempo que su boca resbalaba hasta sus senos dejando un rastro de humedad allí por donde iba pasando los labios. Su boca se topó con un pezón erguido, y lo succionó con vehemencia, provocando en Lali una sensación parecida a un intenso aguijoneo que la hizo arquearse contra él, como si pretendiera apartarlo. Él respondió sujetándola con más fuerza, agarrándola de las nalgas y frotando su miembro erecto contra ella. La descarada sexualidad de sus movimientos desató una llamarada en Lali, que se sintió irremediablemente arrastrada hacia el túnel oscuro y resbaladizo que conducía al clímax.

Luchó contra ello; no quería que aquella fiebre desatada terminase tan pronto. Se encogió contra el pilar de madera tratando de separar las caderas de aquella dura protuberancia, pero no pudo, el brazo que le sostenía las nalgas la mantenía amoldada a Peter y le permitía un movimiento tan escaso que ni siquiera podía cerrar las piernas. Sintió una tensión crecer en la parte inferior del cuerpo, una tensión que iba aumentando, aumentando...

Peter volvió a dejarla de pie en el suelo y tiró de la falda para subírsela hasta la cintura. Lali se inclinó débilmente contra la columna, con todos los sentidos aturdidos por la velocidad y la violencia con que estaba sucediendo aquello. Recordó vagamente aquella ocasión en la que lo vio haciendo el amor, despacio y con ternura, con voz tranquilizadora y cariñosa, murmurando palabras de amor. Creía que iba a ser algo así, pero en cambio se veía atrapada en un torbellino como la Dorothy de El mago de OZ, lanzada a un territorio inexplorado. Se habían arrojado el uno sobre el otro como animales, incapaces de frenar ni de inyectar un poco de ternura en aquel acto, y a ella eso no la preocupaba. La urgencia era demasiado fuerte, demasiado inmediata.

Peter agarró la mano izquierda con su falda y la levantó y apartó hacia un lado, mientras con la derecha le bajaba la ropa interior. Lali sintió el contacto del aire de la noche en las nalgas desnudas; aquello le provocó una sensación de dolorosa vulnerabilidad, y se estremeció entre las manos de Peter. Él le bajó calzón hasta las rodillas, luego alzó un pie y lo apoyó en la entrepierna de la prenda para empujarla hasta el suelo. Lali oyó el ruido de la tela al romperse y emitió una débil protesta, pero sintió que le caía a los pies y que él la alzaba para sacarla de lo que quedaba de la prenda.

La sujetó contra la columna y le abrió los muslos para introducirse entre ellos. La cabeza de Lali cayó hacia atrás. Oía su propia respiración jadeante mientras aguardaba con insoportable espera la violenta embestida que llenaría su vacío y aplacaría aquel doloroso deseo. La mano de Peter se movió con frenesí entre los cuerpos de ambos luchando con el cinturón, tirando del cierre de los pantalones, y el roce de aquellos nudillos contra su carne húmeda y anhelante bastó para hacerla gritar de ganas. Peter consiguió abrir el cierre, y su miembro tensó saltó afuera y empezó a buscar los pliegues de Lali entre las piernas.

—Quiero sentirte —murmuró de forma ininteligible, en un tono áspero y grave, al tiempo que alzaba un poco a Lali para ajustar su posición—. Déjame entrar. Ahora.

Su mano seguía aún entre los dos cuerpos, sus manos se movían con seguridad sobre la carne de ella. Encontró la hendidura blanda y húmeda e introdujo un dedo en ella para sacar la humedad hacia afuera y así preparar el terreno para entrar él. Lali se estremeció, con los brazos fuertemente ceñidos alrededor de su cuello mientras aquel largo dedo frotaba tejidos de exquisita sensibilidad y provocaba explosiones subterráneas de placer. Sus músculos internos se cerraron sobre el dedo intruso apretándolo en una sutil caricia, y Peter juró con una excitación salvaje. Sin poder esperar más, retiró el dedo para colocarse en el lugar adecuado.

Lali se quedó inmóvil, congelada por la enorme presión que experimentó entre las piernas cuando él comenzó a empujar. La fiebre del deseo se esfumó, sustituida por la alarma. En un fogonazo de lucidez recordó el grito de sorpresa y pánico de María Del Cerro cuando Peter la penetró, y ahora supo a qué se debía. Entonces su mente quedó en blanco, centrada tan sólo en la invasión gruesa y maciza que entraba en su cuerpo a cada embestida, corta pero potente. Peter gruñía por la dificultad de la penetración, con el cuerpo entero en tensión.

Lali se retorció en sus brazos igual que un gusano en un anzuelo, emitiendo pequeños gemidos de angustia. Peter se detuvo con el rostro bañado en un sudor que goteaba sobre los pechos desnudos de Lali y trazaba diminutos regueros de humedad. Luchó desesperadamente por conservar el control, en un esfuerzo que le contraía las entrañas.

—Shhh, tranquila —susurró apretando los labios contra la delicada curva del mentón de Lali. Aquel sonido fue un mero susurro tranquilizador que se disipó en la brisa de la noche—. No pasa nada, nena. Puedes con ello. Tú quédate quieta y déjame entrar. No te voy a hacer daño, voy a ser muy lento y suave.

Mientras hablaba empezó a mover las caderas adelante y atrás, unos movimientos ligeros que indujeron a los músculos de ella a relajarse para permitir que cada nueva embestida le permitiera deslizarse más profundamente. Lali gimió temblorosa en sus brazos. Él sintió cómo arqueaba el cuerpo de forma convulsiva en un esfuerzo instintivo por aceptarlo y adaptarse a él; Peter trató de controlar el movimiento, pero ya era demasiado tarde. El brusco arqueo ocasionó que él se introduzca profundamente en ella, logrando que el cuerpo de Lali reaccione ante aquella sensación que hizo explotar su cuerpo.

Aquella impresión hizo eco en Lali. Se dejó caer pesadamente en los brazos de Peter con la cabeza inclinada hacia atrás como una margarita con el tallo roto. El duro control de Peter se hizo añicos, y sus caderas iniciaron un movimiento similar al de una taladradora, entrando y saliendo de ella. Lali permaneció colgada, sostenida sólo por el movimiento del cuerpo de Peter y por el apoyo de madera que tenía a la espalda. Durante un espacio de tiempo imposible de medir, sus sentidos quedaron reducidos al retumbar de su corazón y al intenso martilleo del cuerpo de Peter dentro del suyo, que la machacaba sin descanso. Se aferró a su camisa retorciendo la tela en un intento de soportar el trance, zarandeada irremediablemente en aquella violenta descarga de lujuria.
En aquel momento Peter se detuvo y de su garganta surgió un gruñido al percibir en la tensión de su cuerpo la reacción física y mental de Lali.

—No —dijo con frustración y rabia—. No pienso permitir que te aísles de mí. Ven a mí, nena.
Hazme sentirlo.

Lali intentó hablar, pero no pudo decir nada. No puedo hacerlo, pensaba, sin embargo no podía articular palabra alguna. El Clímax, que hacía poco lo veía acercarse inminente, ahora parecía fuera de su alcance del todo. Se sentía dolorosamente satisfecha, al margen del placer.

Pero Peter ajustó su posición enganchando los brazos por debajo de los muslos de ella y manteniéndolos muy separados al tiempo que la sujetaba con su peso contra la columna. Lali se sintió completamente abierta, incapaz de controlar ni reaccionar a las embestidas de él. Peter liberó una mano durante breves instantes, buscó el pequeño punto en la parte superior del sexo de Lali y utilizó el pulgar y el índice para abrir los labios que lo protegían y dejarlo al descubierto. Volvió a corregir la postura y se adentró más en Lali para poder presionar el pequeño punto, y entonces comenzó a empujar de nuevo.

Lali sintió como un ramalazo que le recorría todo el cuerpo y se concentraba entre sus piernas. No tenía defensa alguna contra aquella oleada de sensaciones, que se intensificaban despiadadamente a cada arremetida. Peter sabía exactamente lo que hacía, que era forzarla inexorablemente hacia el orgasmo. En cuestión de segundos estaba gimiendo nuevamente de deseo; en menos de un minuto sintió que la invadía la furia, y gritó con la fuerza de la liberación arqueando todo el cuerpo y estremeciéndose en los dominantes brazos de Peter. Aquella sensación continuó sin cesar, con tal intensidad que no fue consciente de nada más, reducida a un ser totalmente físico.

Sus espasmos apenas habían comenzado a ceder cuando comenzaron los de Peter, que se sacudió violentamente bajo ellos, con la cabeza echada hacia atrás y el cuello en tensión, vibrante.  Un gruñido ronco y profundo le nació del pecho y se repitió una y otra vez al ritmo del bombeo de sus caderas.

Los momentos siguientes transcurrieron en silencio, puntuados tan sólo por la aspereza de la respiración agitada de ambos y algún que otro gemido o gruñido ocasional, involuntario, cuando las terminaciones nerviosas rezagadas se agitaban con algún resto de placer. Lali estaba aturdida, la cabeza colgando hacia delante, contra el hombro de Peter. Éste se había dejado caer en los brazos de ella, y la columna los sostenía a ambos. Allí donde la piel desnuda se tocaba, el sudor los adhería el uno al otro. Los dos tenían la ropa empapada y retorcida. Lali se sentía tan entumecida como si acabara de librar una batalla.

La respiración de Peter fue calmándose y recuperó el control de sí mismo, como si cada movimiento le supusiera un esfuerzo. Su corazón retumbaba contra el pecho de ella, latiendo pesada y lentamente. Se retiró con cuidado de su cuerpo y la sostuvo firme cuando ella se tensó, porque incluso aunque la humedad del clímax suavizaba el camino, sus tejidos inflamados lo liberaron casi con la misma dificultad con que lo habían aceptado.

Peter estaba estupefacto, impresionado en lo más vivo por la intensidad de lo que acababa de suceder. Aquello no era sexo. Ya había tenido mucho sexo, más veces de las que podía contar. El sexo era un Placer, a veces suave, a veces lujurioso; un apetito, persistente pero fácilmente satisfecho.  Sin embargo, lo que acababa de experimentar con Lali fue potente e imparable como una avalancha, un fuego que lo dejó chamuscado y ya necesitado de sentir la misma llama otra vez.

Sentía el cuerpo leve y tierno de ella temblar en sus brazos y deseó acostarse con ella, consolarla y luego volver a penetrarla hasta lo más profundo. Lo deseaba con una violencia tal que le contrajo las entrañas. Pero como no confiaba en ser capaz de contenerse, dejó caer los brazos.
Aturdido, un solo pensamiento le vino a la mente.

—Dios santo —dijo con la voz aún ronca por el intenso orgasmo—. Si acostarse con Gimena era así, ahora entiendo por qué mi padre no podía apartarse de ella.

Lali se quedó petrificada y el delicioso calor en el que se hallaba se transformó en hielo al oír la mordacidad de aquellas palabras. No reaccionó a aquella insultante crudeza, aunque sí le causó efecto. Si Peter se había propuesto hacerla sentirse regalada, lo había logrado de forma admirable. La humillación y la angustia se adueñaron de su estómago y la obligaron a apretar los dientes para reprimir una súbita náusea. Ella había experimentado la misma sensación que si el corazón abandonara su cuerpo, pero para él había sido... ¿qué? ¿Una especie de represalia? Como Gimena estaba fuera de su alcance, ¿se había vengado en su hija?

Volvió a ordenarse la ropa sin mirarlo siquiera. Tenía el sujetador retorcido, pero por fin consiguió abrochar el cierre. A la blusa no le quedaban botones, de modo que se anudó los faldones a la cintura. Se agachó para recoger su ropa interior con la intención de ponérselas, pero estaban destrozadas. El rubor le inundó el rostro, pero gracias a Dios la oscuridad ocultó aquel arrebato de vergüenza.

En silencio, se guardó la frágil prenda en el bolsillo de la falda y dio media vuelta para comenzar a andar con toda la dignidad posible, dadas las circunstancias. Pero no era mucha. ¿Cómo podía una mujer conservar su dignidad cuando acababa de ser tomada, de pie, con la elegancia y la ternura de un marinero que lleva seis meses sin ver una mujer y se tira a una ramera en un callejón? Las piernas le temblaban como un flan, tenía la pelvis dolorida por el esfuerzo y, lo que era aún peor, sentía la humedad del semen de Peter entre los muslos.

Abrió la puerta de rejilla y bajó los escalones con pie inseguro. La linterna estaba donde la había dejado, y el rayo de luz iluminaba las hojas y los insectos que revoloteaban atraídos hacia ella. La recogió del suelo, y en el momento de incorporarse chocó contra Peter. Le pareció que se movía igual que un fantasma; no lo había oído salir del garaje. Lo dejó a un lado, pero él la agarró del brazo y la obligó a detenerse.

—¿A dónde crees que vas?

—A mi auto.
Peter soltó un bufido.

—Si no te dejo volver andando sola durante el día, puedes tener la seguridad de que tampoco lo vas a hacer por la noche.
Lali percibió la tensión y la rabia en él, pero estaba demasiado exhausta y asqueada para preocuparse de ello. Se liberó suavemente del brazo que la sujetaba, todavía sin mirarlo.

—Yo crecí andando por estos bosques, no necesito escolta.

—Entra en el auto —dijo Peter con aquel tono suave y acerado que indicaba que ya había tomado la decisión y no iba a cambiarla—. Te llevo yo.

¿Qué auto? Desconcertada, Lali miró a su alrededor. Hasta aquel momento no había tenido tiempo de preguntarse cómo había llegado él a la casa de verano. Entonces vio el jaguar, estacionado a un costado de la casa en vez de la entrada. Como siempre, se había aproximado desde el otro lado, por eso no lo había visto. ¿Qué malvado genio lo había inducido a estacionar allí, en lugar del camino de entrada? Si ella hubiera visto el auto, en ningún momento habría abandonado la seguridad de la arboleda.

Peter la estaba empujando en dirección al auto, y Lali no perdió el tiempo en discutir.  Simplemente quería librarse de él, y la manera más rápida de hacerlo era rindiéndose y terminando de una vez.
Peter abrió la portezuela del auto e instó a Lali a entrar apoyándole una mano en la espalda.

Lali se sentó exhalando un suspiro de alivio por no tener que sostenerse sobre sus piernas temblorosas. Él fue hasta el otro lado y se deslizó detrás del volante. Sus poderosas manos actuaron con competencia y seguridad al arrancar el motor y poner la palanca de cambios en la posición adecuada.

—¿Has estacionado en el mismo sitio que la otra vez? —preguntó a Lali en un tono que rezumaba rabia contenida.

—Sí —murmuró ella, y luego guardó silencio. Mantener aquel silencio parecía ser al mismo tiempo lo más seguro y lo más fácil de hacer, así que se concentró en contemplar fijamente los árboles oscuros que pasaban junto a la ventanilla.

El camino pasaba alrededor del lago, luego entraron en la carretera, y después Peter tuvo que tomar otra salida hacia el camino de tierra que en otro tiempo había conducido al hogar de Lali. Llegar hasta allí no llevó mucho menos tiempo que si hubiera ido a pie, pero a pesar de toda la tensión, dio las gracias de no haber tenido que poner a prueba sus piernas con aquel temblor. Lo más probable era que se hubiera tropezado con todas las raíces y rocas del camino.
El Jaguar dobló la curva ronroneando y entonces apareció el auto de Lali. Se palpó buscando las llaves, y sus dedos encontraron un bolsillo vacío. Una sensación de pánico le atenazó las entrañas.

—He perdido las llaves —dijo con un hilo de voz. Naturalmente. Había tenido la falda prácticamente subida hasta la cabeza. Habría sido un milagro que las llaves hubieran permanecido dentro del bolsillo.

—Toma. —Un pequeño anillo aterrizó en su regazo—. Yo las recogí.
Su mano fría se cerró sobre las llaves al tiempo que Peter detenía el Jaguar junto a su auto, y ella abrió la puerta antes de que a él le diera tiempo de soltar el embrague y apagar el motor.

Salió dando tropezones, sin hacer caso a Peter, que le decía que esperara, y buscó frenéticamente entre las llaves que tenía en la mano la que servía para abrir el auto. La encontró, y la hizo girar dentro de la cerradura. Peter estaba ya fuera del jaguar, rodeándolo por delante en dirección a ella.
Lali abrió la puerta de su auto de un tirón y se deslizó al interior.

Peter dijo:
—Lali.

Pero ella introdujo la llave en el contacto y arrancó, luego accionó la palanca de cambios y empezó a moverse con la puerta todavía abierta. Se inclinó y la cerró, arrancándola de las manos de Peter, y lo dejó allí de pie mientras daba marcha atrás demasiado deprisa por el camino hasta que encontró un espacio lo bastante ancho para dar la vuelta al auto.

Peter se quedó en medio del camino, contemplando las luces de los faros desplazarse alocadamente, seguidas por los puntos rojos de las luces de posición hasta que desaparecieron de su vista. Tenía las manos cerradas en dos puños, tensas por el esfuerzo que le suponía reprimirse para no meterse en su auto y lanzarse detrás de Lali. Estaba tan temblorosa, había soportado tanta tensión, que la más ligera presión adicional podría hacer que se viniera abajo. Si la perseguía, era muy probable que se fuera directamente contra un árbol.

Continuará...

4 comentarios:

  1. OOOOOOOOOOOOOOOOOO NOOOOO TODO MAL SALIO QUIERO MAS NOVELAAAAAAA PORFIIIIIS OSEA NOME GUSTO COMO PETER LA TRATO PORQUE NO LA LLEVO A UNA RECAMARA????? AL MENOS SE DIOS CUENTA QUE NO ERA SOLO SEXO PERO LARREGO CON SU COMENTARIO SOBRRE GIME

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  2. ¡Como no!,Peter y sus comentarios mal intencionados ,y en un momento k debería ser tan importante para los dos.Es bueno saber k quiere mas.¡Se olvidaron d usar protección!,jajaja,me parece k eso va a traer consecuencias ,k para Lali serán buenísimas,seguro.Lo k le veo d malo a ese acto k tienen ,es k ella recuerde como Peter trató a Mery.Ahora cuando piense en frío,va a pensar k la utilizó.Creo k no nos vamos a conformar con un solo cap.Queremos mas.

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  3. Uhhh increíble cap! Lógicamente las cosas no se dieron precisamente de la mejor forma posible, pero bueno, me imagino que era necesario que pasara esto, para lo que sea que se viene después.
    Un saludo!!

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  4. Pobre lali...vaya comentario doloroso...entiendo perfectamente su dolor

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