viernes, 4 de mayo de 2012

Capítulo 3




Hola! al fin termino la semana! aunque fue cortita igual se vino media cargada! aquí les dejo el tercer capítulo! Besos, acuérdense de firmar eh!


PD: gracias a Chari por sus lindos comentarios! Besos!
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Con una familia así, la niña estaba perdida. Un par de años más y seguiría los pasos de su madre y de su hermana, porque no conocería otra cosa. Y aunque conociera otra cosa, de todas formas todos los chicos la rondarían como lobos sólo por ser una Espósito, y no aguantaría mucho tiempo.

La parroquia entera estaba al corriente de que el padre de Peter se acostaba con Gimena, y de que llevaba años haciéndolo. Por mucho que Peter quisiera a su madre, suponía que no podía censurar a Nicolás por buscar en otra parte; Ornella era la persona menos física que había visto. A sus treinta y nueve años seguía siendo tan fría y encantadora como una Virgen María, indefectiblemente pulcra y compuesta, y distante. No le gustaba que la tocaran, ni siquiera sus hijos. Lo increíble era que hubiera tenido hijos. Por supuesto, Nicolás no le era fiel, jamás lo había sido, para gran alivio de ella.

Nicolás Lanzani era lujurioso y de sangre caliente, y se había abierto camino hasta muchas camas ajenas antes de sentar la cabeza, más o menos, con Gimena Espósito. Pero siempre era amablemente cortés y protector con Ornella, y Peter sabía que no la dejaría nunca, sobre todo por una puta barata como Gimena.

La única persona que estaba molesta con aquella situación, por lo visto, era su hermana Eugenia. Afectada por el distanciamiento emocional de Ornella idolatraba a su padre y sentía unos celos feroces de Gimena, tanto en nombre de su madre como porque Nicolás pasaba mucho tiempo con ella. En la casa había mucha más calma ahora que Eugenia se había ido a un internado y había empezado a relacionarse con sus amigas de allá.

—Peter, date prisa —rogó María frenética.
Él metió los brazos por las mangas de la camisa, pero no se molestó en abotonársela y la dejó abierta.

—Ya estoy listo. —La besó y le acarició el trasero—. No permitas que se te alboroten las plumas, chérie. Lo único que tienes que hacer es cambiarte de ropa. El resto de ti está maravilloso, como eres tú.
La muchacha sonrió, contenta por el cumplido, y se calmó un poco.

—¿Cuándo podemos repetir esto? —preguntó al tiempo que salían de la casa.
Peter rió en voz alta. Le había costado la mayor parte del verano meterse en la cama con la chica, pero ahora ella no quería perder más tiempo. Perversamente, ahora que ya era suya, una buena parte de su implacable determinación se había evaporado.

—No lo sé —respondió en tono perezoso—. Pronto tengo que regresar a la facultad para entrenar con el rugby.

Para mérito suyo, María no hizo pucheros. En lugar de eso, sacudió la cabeza para que el viento le levantara el pelo mientras el Corvette avanzaba por el sendero privado en dirección a la carretera, y le sonrió.

—Cuando quieras. —Era un año mayor que él, y poseía su dosis de seguridad en sí misma.

El Corvette entró derrapando en la carretera, agarrándose al asfalto con los neumáticos.
María rió mientras Peter manejaba con facilidad el potente automóvil.

—Te dejaré en casa dentro de cinco minutos —Prometió. Él tampoco quería que nada interfiriese en el compromiso de María y Maximiliano.

Pensó en la pequeña y escuálida Lali Espósito, y se preguntó si habría conseguido llegar bien a su casa. No debería andar por ahí sola en el bosque de aquella manera. Podría hacerse daño, o perderse. Peor aún aunque se trataba de una finca privada, el lago atraía a los adolescentes como un imán, y Peter no se hacía ilusiones acerca de ellos cuando formaban pandilla.

Si perseguían a Lali, tal vez no se detuvieran a pensar lo joven que era, sólo pensarían que era una Espósito, Caperucita Roja no tendría ninguna posibilidad frente a los lobos Alguien tenía que vigilar más de cerca a aquella niña.

                             *            *            *

Tres años después —Lali —dijo Gimena impaciente—, haz callar de una vez a Torito. Me está poniendo enferma con tanto gimoteo.

Lali dejó a un lado las papas que estaba pelando, se limpió las manos y fue hasta la puerta de rejilla, donde estaba Torito manoteando la rejilla y haciendo unos ruiditos que significaban que quería salir. Nunca lo dejaban salir solo porque no entendía lo que significaba «no salir del patio», y empezaba a caminar sin rumbo y acababa perdiéndose. La rejilla tenía un pestillo en lo alto, que él no podía alcanzar y que siempre estaba cerrado para evitar que saliera por sí mismo. Lali estaba ocupada con la cena, aunque era probable que sólo estuvieran ella y Torito para comérsela, y en aquel preciso momento no podía salir con él.

Le apartó las manos de la rejilla y dijo:
—¿ Quieres jugar con la pelota, Torito? ¿Dónde está la pelota?
Torito, fácilmente distraído, echó a trotar en busca de su pelota roja toda mordisqueada, pero Lali sabía que eso no lo tendría ocupado mucho tiempo. Suspiró y volvió a las patatas.

Gimena salió lentamente de su dormitorio. Esa noche iba vestida para matar, advirtió Lali, con un ceñido vestido corto de color rojo que dejaba al descubierto sus piernas largas y bien torneadas y que curiosamente no hacía mal contraste con su cabello. Gimena tenía unas piernas estupendas; lo tenía todo estupendo, y lo sabía. Su abundante cabellera formaba una nube y su penetrante perfume la seguía con una aura de un rojo intenso.

—¿Cómo estoy? —preguntó, girando sobre sus tacones altos mientras se ponía unos aretes de cristal barato en las orejas.

—Preciosa —respondió Lali, sabedora de que eso era lo que esperaba oír Gimena, y no era nada menos que la verdad. Gimena era tan amoral como un gato, pero también era una mujer de sorprendente belleza, con un rostro perfecto y ligeramente exótico.

—Bien, pues me voy. —Se inclinó para depositar un ligero beso en la cabeza de Lali.

—Que te diviertas, mamá —Así lo haré. —Dejó escapar una risita—. Desde luego que sí. —Soltó el pestillo de la puerta de rejilla y salió de la cabaña exhibiendo sus largas piernas.

Lali se levantó para cerrar de nuevo el pestillo y se quedó mirando cómo Gimena entraba en su reluciente auto deportivo y se marchaba. A su madre le encantaba aquel auto. Un día llegó conduciéndolo sin decir una sola palabra para explicar de dónde lo había sacado, aunque no había mucho que dudar al respecto. Se lo había regalado Nicolás Lanzani.
Al verla en la puerta, Torito regresó y empezó a hacer de nuevo los ruiditos que indicaban que quería salir.

—No puedo sacarte —explicó Lali con paciencia infinita aunque el niño no entendiese gran cosa—. Tengo que hacer la cena. ¿Qué prefieres, patatas fritas o en puré? —Era una pregunta retórica, puesto que el puré de patatas le resultaba mucho más fácil de comer. Lali le acarició el pelo oscuro y volvió una vez más a la mesa y al cuenco de patatas.

Últimamente, Torito no demostraba la misma energía de siempre, y cada vez con más frecuencia sus labios adquirían un tinte azulado cuando jugaba. Le estaba fallando el corazón, tal como habían dicho los médicos que iba a pasar. No iba a haber un trasplante milagroso para Torito, aunque los Espósito hubieran tenido recursos para permitírselo. Los pocos corazones de niño que había disponibles eran demasiado valiosos para desperdiciarlos en un niño pequeño que jamás sabría vestirse solo, ni leer, ni manejar más que unas cuantas palabras balbuceadas por mucho tiempo que viviera. «Gravemente retrasado» era la categoría que le habían asignado. Aunque a Lali se le formaba un nudo en el pecho cuando pensaba en que Torito fuera a morirse, no sentía amargura por saber que no se iba a hacer nada por la frágil salud del niño. Un corazón nuevo no lo ayudaría, desde luego no de forma que importase. Los médicos no esperaban que hubiera vivido tanto, y ella cuidaría de él durante el tiempo que le quedara.

Durante una temporada se preguntó si no sería hijo de Nicolás Lanzani, y se sintió furiosa por él, porque no lo hubieran llevado a vivir en aquella gran casa blanca, donde tendría los mejores cuidados y sería feliz durante los pocos años que le quedasen. Como era retrasado, pensó, Nicolás estaba contento de mantenerlo fuera de la vista.

Lo cierto era que Torito podría ser perfectamente hijo de Salvador, y era imposible saberlo. No se parecía a ninguno de los dos hombres, simplemente se parecía a sí mismo. Ya tenía seis años, y era un niño apacible que se contentaba con las cosas más pequeñas y cuya seguridad radicaba en su hermana de catorce años. Lali cuidaba de él desde el día en que Gimena lo trajo del hospital a casa, y lo protegió de los accesos de ira de su padre cuando estaba borracho y de las despiadadas burlas de Joaquín y Patricio. Gimena y Estefanía lo ignoraban la mayor parte del tiempo, lo cual a Torito le parecía bien.


Continuará...

3 comentarios:

  1. Peter aun piensa k Lali, puede llegar a ser como su madre y su hermana.Este chico, no conoce k cada uno tiene sus ideales ,y su propia personallidad.Ya conocemos un pelin mas,al papi y mami d Peter,para ser ricos, k joyitas(ironia),y encima se permiten en el pueblo juzgar a Gimena,no miden a todos x igual.Peter tambien juzga a su padre,pero el aunque soltero ,tambien hace lo mismo,jajaja,sangre caliente y lujurioso,con Maria,despues d conseguirla,como k casi ya no le interesa.Jajaja,y vuelve a pensar en "su pequeña",k no le pase nada y k nadie le haga daño.No quiero pensar k la quiere d" esa manera",(como su padre a Gimena) para el solito.Ya con 14 Lali sigue siendo la misma y amando a su hermano Torito.

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  2. No tengo blog, y no se si se puede hacer,pero preguntare ,para dar a conocer tu novela.Cuando comentas en otros blog,veo tus comentarios ,te aconsejo k promociones la novela,en esos mismos comentarios,valga la redundancia.Ademas d hacerlo en los blogs k recomiendas,(columna derecha)k te recomienden ellos.Un beso.

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    1. Ah,y en los k sigues,viendo tu perfil,k son bastantes.

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