viernes, 31 de agosto de 2012

"Llegada del Mar" Capítulo 7 y 8



Hola! como andan?
Mil perdones por no subir ayer, pero por causas de la vida...termine saliendo del colegio a las 19:40 horas, tuve que estudiar y ocurrieron otras cosas en el transcurso, pero Pasado Pisado :)
El capítulo de hoy va dedicado para ruizirene897, Primera en firmar! Hablando de ella, comenzó a subir nove, así que para todas mis fans (jajaja tenía que decirlo, es que me llenan de orgullo jeje) se las recomiendo 100 por ciento, si no que me parta un rayo ijijij 
Inma tu y tus lindos comentarios siempre me pueden :)
Me despido porque el sueño me consume! 
Besos.
__________________________________________

—Estaba en un barco. Me caí y nadé hacia la costa.
—¿Te caíste? Eres bastante patosa. ¿Qué clase de barco era?
—Un yate.
—¿Cuántas personas iban a bordo?
—Cinco —suspiró—. Incluyéndome a mí.
—¿Y nadie vio cómo caías?
—No —contestó, evitando su mirada—. Estaba oscuro y no había nadie en cubierta.
—Bueno, supongo que ya habrán descubierto tu desaparición, y habrán avisado a las autoridades.
—Sí, supongo que sí.
Peter la observó con detenimiento durante unos segundos, antes de caminar hacia la puerta y hacer un gesto para que lo siguiera.
—Muy bien, vámonos.
Sus fríos y duros modales aumentaron el enfado de Lali, pero no se quejó, aunque le habría gustado mandarlo al infierno. La situación era demasiado peligrosa. Si se negaba a acompañarlo probablemente se limitaría a levantarla y a ponérsela al hombro como si de un fardo se tratara. No tenía más opción que aceptar su tiranía hasta que encontrara una forma de regresar a la civilización.
—¡Peter! Espera.
Peter se volvió.
—¿Qué quieres, Cristina?
La anciana mujer parecía preocupada.
—Sé bueno con ella. Prométeme que la cuidarás, al menos hasta que llegue el día del Gran Ceilidh.
—Conoces de sobra los planes que tengo para ese día —suspiró él.
—Sí, pero los planes se pueden cambiar. Mis amigos no quieren a Pamela. Por eso enviaron a Lali. Se amable con ella, por favor.
—De acuerdo. Lo haré por ti, Cristina —comentó, observándola con cariño—. Me aseguraré de que no sufra ningún mal. Se quedará conmigo hasta entonces, y ya veremos lo que sucede.
Cristina sonrió aliviada. Lali consideró la posibilidad de intentar escapar. Deseaba regresar a la realidad.
El todoterreno avanzó por el bacheado camino que bordeaba la costa y se dirigió hacia el sur a toda velocidad. Lali se agarró con fuerza al asiento, deseando que aquel loco condujera más despacio.
—¿Cómo se llama el barco en el que estabas? —preguntó, aparentemente decidido a continuar con el interrogatorio.
Caprice —contestó.
—¿A dónde se dirigía?
Lali lo miró irritada. Levantó la voz para hacerse oír por encima del ruido del motor.
—No lo sé. Y no puedo mantener una conversación mientras me trates de ese modo.
Peter la miró, pero no hizo ningún comentario. En cuanto volvió a concentrarse en la carretera, Lali le sacó la lengua. Cinco minutos más tarde frenó, apagó el motor y salió del vehículo.
Ella permaneció inmóvil, con los brazos cruzados, mirando por el parabrisas. Peter dio la vuelta al coche y abrió su portezuela.
—Sal.
Para su sorpresa, la ayudó a salir del automóvil. Lali miró a su alrededor con nerviosismo, preguntándose qué tendría pensado. A su derecha se extendían los extraños páramos, donde siempre soplaba el viento; y a su izquierda, un acantilado que daba al mar.
—¿Por qué te has detenido aquí? —preguntó Lali con aprensión.
—Porque ahí fue donde te encontraron anoche —contestó, señalando un punto entre las rocas negras—. Estabas helada e inconsciente. Tuviste mucha suerte, jovencita. Por fortuna, el viejo Gabriel pasó con su tractor. Si no hubiera mirado hacia el mar, no te habría visto, y en tal caso habrías muerto de frío.
Lali miró hacia abajo.
—Tienes razón. Me gustaría darle las gracias cuando lo vea.
—Lo verás —le aseguró con ironía—. Pero mientras tanto, puedes contestar a unas cuantas preguntas.
—Lo siento, pero no quiero contestar más preguntas. No veo qué derecho tienes a someterme a…
—Tengo todo el derecho del mundo. Ahora no estás en Argentina, sino en mis tierras —le recordó—. Técnicamente hablando acabas de invadir mis propiedades y puedo actuar en consecuencia. De modo que mientras estés aquí contestarás a cualquier pregunta que te haga. ¿Entendido?
Lali vaciló. Era como un lobo dispuesto a atacar. Debía tranquilizarlo.
—Muy bien, muy bien. ¿Qué quieres saber? Algo parecido a una sonrisa iluminó el rostro de Peter.
—Mucho mejor. Podríamos empezar por, tu nombre.
—Lali Espósito.
—¿Cuántos años tienes?
—Veinte.
—¿Tienes padres? ¿Dónde viven?
Lali estornudó. En aquel momento, supo que iba a pillarse un catarro.
—No tengo padres. No llegué a conocerlos. Crecí en un orfanato. Por lo que he podido averiguar, murieron en un accidente de coche cuando yo tenía un año de edad.
—Lo siento mucho.
—No es necesario que lo sientas. No tiene nada que ver contigo.
—¿Y qué hay de tus amigos? ¿Tienes amigos íntimos?
Se levantó un poco de viento. Un frente de nubes oscuras avanzaba desde el mar.
—Sólo conocidos.
—¿Y novios?





Capítulo 8


—No.
—Mmmm… ¿Cómo es posible que una atractiva joven como tú no tenga novio? —preguntó, mirándola con escepticismo—. Es difícil de creer.
—Yo tampoco lo entiendo. Tuve uno, pero nuestra relación terminó. Discutimos, lo insulté y me marché.
Peter arqueó las cejas, divertido.
—Suena interesante. Cuéntame qué pasó.
Lali lo miró y suspiró.
—¿Son necesarias tantas preguntas?- hubo un silencio y finalmente contestó- Trabajábamos para la misma empresa. Tuve una idea para procesar mejor el papeleo y se lo conté. El muy canalla me quitó la idea y consiguió que lo ascendieran. Ni que decir tiene que dejé bien claro lo que pensaba de él antes de marcharme.
—Un poco estúpido por tu parte —comentó él, moviendo la cabeza en gesto negativo—. Debiste haberte quedado para esperar tu oportunidad.
Lali estaba de acuerdo con Peter, pero obviamente no lo aceptó. Además, no poseía su sangre fría.
—¿Te acostaste con él o aún eres virgen?
La pregunta bastó para que se ruborizase.
—Eso no es asunto tuyo.
—Por supuesto que lo es —gruñó—. Y será mejor que me des una respuesta o te aseguro que la encontraré yo mismo aquí y ahora.
Lali lo miró enfadada, pero todo su coraje desapareció cuando vio que empezaba a desabrocharse el cinturón. Se apartó y acertó a decir:
—No te atreverás…
Sin embargo, sabía que se equivocaba. Aquel cretino estaba dispuesto a hacer cualquier cosa. Era el amo y señor de aquellas tierras. Aunque gritara y alguien la oyese, nunca dirían nada.
—Sigo siendo virgen —contestó al fin—. Es la verdad, lo juro. Pero no te atrevas a tocarme.
Peter la miró con los ojos entrecerrados y se abrochó el cinturón.
—Será mejor que sea cierto. Porque si decido hacerte mi esposa y descubro en la noche de bodas que no eres virgen, te arrepentirás.
—No tienes por qué preocuparte. No tengo ninguna intención de casarme contigo. De hecho, si fueras el único hombre del mundo me alejaría de ti todo lo posible. Eres el individuo más detestable, arrogante y…
—No creo que tengas elección —la interrumpió con frialdad—. Tu destino está en mis manos. Tendrás que quedarte hasta que decida si eres merecedora de convertirte en la primera dama de este clan.
Lali puso los brazos en jarras, echó la cabeza hacia atrás y lo miró.
—¿Y qué puede evitar que me marche ahora mismo? Podría irme andando. Estoy segura de que encontraría una carretera importante y un modo de regresar al sur. ¿O es que esperas que tus espíritus vengan y me conviertan en rana o algo así?
Peter sonrió.
—Nada tan drástico. Tendrías que caminar sesenta y cinco kilómetros. Y te aseguro que por esta carretera no pasan más de dos o tres coches a la semana. Sólo hay otro modo de escapar de aquí. Por barco. Pero todos los barcos son míos, y daré la orden de que no te permitan subir a ninguno.
—¡No puedes hacer tal cosa! ¡No puedes hacerme prisionera contra mi voluntad! —exclamó, ultrajada.
Peter la miró con ojos burlones.
—Puedo hacer lo que quiera, querida mía —dijo con suavidad—. ¿Quién va a detenerme? ¿Tus amigos del Caprice? No te preocupes, no creo que vayan a aparecer. De todas formas, ya hablaremos de eso más tarde. De momento estoy interesado sólo por ti.
—Mira, estoy helada. ¿Vamos a quedarnos aquí todo el día?
—Si es necesario, sí —contestó, mientras sacaba una manta del todoterreno—. Toma, póntela sobre los hombros.
Lali se preguntó si serviría de algo apelar a sus sentimientos, en el caso de que los tuviera.
—Esto no tiene sentido, ¿no te parece? Si quieres una esposa, ¿por qué no te casas con una chica del lugar? Estoy segura de que muchas mujeres te encontrarán atractivo, aunque necesites un trasplante de personalidad. Pero tú y yo ni siquiera nos caemos bien. Y por favor, no me cuentes otra vez lo de los espíritus y los fuegos mágicos. No he nacido ayer.
Peter la miró con fría intensidad. Hasta tal punto que se estremeció a pesar de la manta.
—Cristina es la que cree en espíritus. Yo no. Yo creo en los hechos. Pero a pesar de todo lo respeto, como todos los que vivimos aquí. De lo contrario, no le habría prometido que voy a cuidarte.
—Ya. Hasta que decidas si te casas conmigo —le recordó con ironía—. Mis sentimientos no importan nada, ¿verdad?
—La culpa de que te encuentres en esta situación es sólo tuya. Nadie te invitó. Tengo mejores cosas que hacer que ser la niñera de una quinceañera con mal carácter. Tu presencia va a causarme muchos problemas.
—Pues lo siento. Si hubiera sabido lo que iba a pasar, habría preferido ahogarme, y no soy ninguna quinceañera.
Peter hizo caso omiso de su sarcasmo.
—Resulta evidente que le caes bien a Cristina. No sé qué es lo que ve en ti, pero lo descubriré.
Lali lo retó de nuevo, indignada.
—Estoy segura de que habrá muchas mujeres que estarían locas por convertirse en tu esposa. ¿Por qué yo, entonces? Al menos deberías contestarme a esa pregunta.
—Aún eres una desconocida. Y lo único que puede encontrar un extraño en este lugar es comida, un techo y hospitalidad. Cosas que ya has conseguido.
Ella lo miró, exasperada, e intentó cambiar de estrategia.
—No sé nada sobre ti, ni sobre esta parte del país, ni sobre sus gentes. No encajo y, desde luego, no merezco ser la primera dama de nada. De pequeña pasé la vida cambiando de orfanatos. No tengo dinero, ni soy de clase alta. Estás perdiendo el tiempo conmigo.

Continuará...

7 comentarios:

  1. Peter k arrogante ya me cae mal jeje. Pobre lali. Gracias por decir k estoy publicando nove nose si lo sabras pero.... ERES UNA... GENIA!!!! BESOS MAS NOVE!!!

    ResponderEliminar
  2. se nota que es el JEFE y nadie le cuestiona nada, me parece que Lali va a ser la encargada de bajarle un poquito los humos jajajaja haber si asi no se cree dueño y señor de todo lo que se cruza en su camino.

    me alegran que te gusten mis comentarios, mas que encantada de escribirlos, la nove los merece y su "autora" tambien. De verdad gracias por compartir estas historias con nosotras =) muchos besos!!!! @Inma_06

    PD: mas que recomendada la nove de Irene es GENIAL =)

    ResponderEliminar
  3. Que arrogante Peter, ojala se le bajen los humos pronto!
    espero mas!
    Besos

    ResponderEliminar
  4. quiero mas
    la voy a seguir
    beso

    ResponderEliminar
  5. peter es demasiado arrogante!!! lali lo deberia poner en su lugar!!me encanta esta nove!!. camila

    ResponderEliminar
  6. Peter muy altivo .Pobre Lali ,se siente intimidada x el.Esta novela también la leí,pero no me acuerdo d nada,pero d nada ,así k como siempre ,aunque no entre a tiempo,tienes mi comentario en todos los caps.

    ResponderEliminar