Hola!! como va su sábado? el mío...maso, ahora comprendo cuando a veces los adolescentes se sienten incomprendidos!! ¬¬" Bueno pero eso no tiene importancia...lo que si, es que los capítulos que se vienen son buenísimos verdad Chari? jajaja así que con 5 firmitas subo otro! :)
El capítulo va dedicado a Vale primera en firmar!
Besos!
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La distribución en el Miranda era
idéntica a la época en que servía como barco de pesca con una tripulación de
cuatro hombres. La escalera bajaba a la pequeña cocina y después estaban los
camarotes, que eran dos habitaciones separadas por una cortina: cada una con una
litera, un sencillo tocador y un guardarropa. Entre los camarotes un baño y una
ducha.
Mientras se acercaba podía oír el
ruido del agua al caer.
—¡Peter! —gritó su nombre, junto a la
cortina.
—Has llegado pronto —abrió la cortina
de plástico.
—No. Ahora ponte de cara a la pared.
Una vez que él obedeció, a
regañadientes, Lali se enjabonó las manos y después las deslizó con suavidad
sobre sus hombros y por su espalda.
—No te hago daño, ¿verdad? —preguntó.
—Ni siquiera me he dado cuenta de que
habías empezado. Frota con más fuerza. No soy tan delicado.
Le frotó con energía los hombros.
—¿Mejor?
—Perfecto. Repítelo y me sentiré como
un hombre nuevo.
—Hasta aquí llego —le dijo, cinco
minutos después—. El resto puedes hacerlo tú mismo. Cuando estés vestido ve a
la cocina y te pondré la pomada en la espalda.
En la intimidad de su camarote, Lali
se cambió de ropa. Después fue a la cocina y llenó el recipiente de café.
Volvió a atormentarla el pensamiento
anterior. Quizá Peter tenía razón y el destino había llevado al Miranda a ese
apartado brazo de mar, que como él había afirmado, era un lugar paradisíaco. Y
ella sólo había estado retrasando lo inevitable. «Por lo menos sé honrada y
reconócelo, Lali. Estás loca por él, ¿no es verdad? Si ahora mismo te tomara
entre sus brazos, te entregarías a él sin una palabra de protesta. Sí, pero…».
Ése era el problema, pensó, desolada.
Estaba dispuesto a conquistarla, pero la decisión final era sólo de ella. Ese
era el precio por la libertad de Jaime. ¡Ella era la que tendría que pedírselo!
Era consciente de lo que sucedería. Peter
estaría feliz con su triunfo, pero en el fondo la despreciaría. Después de
todo, esa era su intención: castigar a su hermano, humillándola. Pero si
permitía que eso ocurriera, lo único que ganaría sería menosprecio y desdén, lo cual sería terrible, por que ahora comenzaba a importarle lo que pensara de
ella! Se estaba enamorando de ese hombre insoportable.
Acababa de terminar de preparar el
café cuando oyó que Peter se acercaba a la cocina y, respirando profundamente,
trató de serenarse. Lo único que él llevaba puesto era un pantalón limpio.
—Siéntate —ella le indicó el banco.
Le sirvió una taza de café. Después,
se sentó en el banco detrás de él y se echó pomada en sus dedos.
—Quizás esto te escueza un poco
—comentó—. ¿Estás seguro de que no te hago daño? —preguntó al tiempo que
aplicaba la pomada sobre las heridas.
—Sólo a mi paciencia —refunfuñó él—.
Continúa.
—Esto evitará que se te infecte.
—¿Y las heridas en el pecho y el
estómago? —volvió la cabeza para mirarla de frente.
—En esa parte, puedes aplicarla tú
mismo —bajó la vista.
Levantó las manos sosteniendo la taza
de café.
—No puedo. Tengo las manos ocupadas.
—Bueno, no podemos impedir que el amo
y señor deje de saborear su bien ganado café, ¿verdad? —ocultó su incomodidad
detrás de una sonrisa de sarcasmo.
Primero le curó el pecho, sus dedos se
deslizaban sobre su piel y su mente trataba de apartar con desesperación el
sentimiento de deseo que la invadía.
A lo largo del estómago tenía un
profundo arañazo.
—¿Y esta otra? —Peter se desabrochó el
cinturón y aflojó la cintura de los vaqueros.
Ella tragó saliva al ver la herida que
le bajaba del ombligo y, mientras le aplicaba la pomada con cuidado, sintió una
extraña debilidad en sus muslos.
—Ya está. Ahora creo que deberías…
—comentó con el deseo de irse y jadeó sorprendida cuando él la sujetó de la
cintura y de nuevo la obligó a sentarse en el banco.
—No tengas tanta prisa —su voz era
agradable, pero insistente—. Todas las buenas enfermeras dedican tiempo para
charlar con sus pacientes. Aseguran que es bueno para el estado de ánimo.
—No soy enfermera. Sólo te he puesto
un poco… —sonrió con amabilidad… y cautela.
—Pero tienes los sentimientos y las
manos de una enfermera —agregó con voz suave y enérgica—. Tiernos y afectuosos
—después de soltarla de forma inesperada, la miró con provocación—. Tus manos
fue lo primero que observé cuando nos conocimos. Tus manos y tus ojos negros, y
reconozco que era lo único visible. Sólo una cara manchada de grasa que podía o
no ser hermosa.
—Sí, bueno olvidemos eso, ¿te parece?
—apartó la vista, avergonzada, y de inmediato, cambió el tema—. No hay nada que
pueda hacer aquí. Voy a arreglar el tejado de la caseta del timón.
—Ese es trabajo de hombre —contempló
el cuerpo de su interlocutora y después se puso de pie—. Tú revisa el
frigorífico y decide qué vamos a cenar esta noche.
Una vez que se fue, Lali respiró
temblorosa y se quitó el sudor de la frente. Debería ser esa noche, pues ella
no podía resistirlo más tiempo. Miró la cafetera y sacudió la cabeza. Lo que en
realidad necesitaba era una copa de coñac.
Continuará...
Me encanta la nove!!! por fa sube mas!!
ResponderEliminarLali ya esta a punto de caramelo!
ResponderEliminarEl no puede dejarla hacer tareas de hombre ,en definitiva se preocupa por ella!
ResponderEliminarLa situacion no da para más,ambos se sienten atraidos,esto ya va + allá del plan original de Peter!
ResponderEliminarrecien me encontre con tu blog y me encanta la nove sigue xfa :)
ResponderEliminarLali tiene un gran debate consigo misma.MMMMMMMMMMMM.
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