Hola!! como andan?? Primero que todo, un saludo muy grande para Peter, Rochi y Augusto que están hoy de cumple años!! :) Estas tres personitas son unos de mis mas grandes ídolos en la televisión :) y me han acompañado durante mucho tiempo!
Bueno, hoy comienza la nove...que emoción! jijiji
10 firmas y más!
Besos!
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Lali murmuró una maldición, apretó los
puños y se mordió el labio, enfadada. Había ocurrido de nuevo, aunque no lo
creyera posible. Había pensado que el destino le concedería un respiro en lugar
de arrojarla al lodo; que, por una vez, dejaría que siguiera viviendo en paz.
No comprendía qué tenía contra ella. Era amable con los animales y siempre
cedía el asiento del autobús a los ancianos y a las personas que llevaban niños
en brazos. Sin embargo, resultaba evidente que la había tomado con ella. Y esta
vez no se trataba de un simple y pequeño problema al que supiera enfrentarse.
Esta vez era algo serio, tan serio como para que la cubriera un sudor frío.
Alguien le había puesto una pistola en las costillas, la había encerrado en su
camarote y había cerrado la puerta, con la promesa de regresar más tarde.
Se estremeció asustada y respiró
profundamente. De una cosa estaba segura: el pánico no le serviría de nada. Si
quería salir bien de todo aquello tendría que actuar con sangre fría.
El camarote era pequeño, y estaba
demasiado lleno de cosas como para caminar de un lado a otro, de modo que se
sentó. Sus ojos negros brillaban con enfado. Aquel trabajo le había dado mala
espina desde el principio, y sabía que había cometido un error al no confiar en
su instinto. Había algo extraño en el señor Agüero y en su socio, por no mencionar
a sus supuestas esposas, pero en aquel momento estaba tan desesperada que hizo caso
omiso de las sospechas ante la posibilidad de poder regresar a Buenos Aires. En
cualquier caso, sus opciones eran bastante limitadas. No en vano, se encontraba
en un país extranjero, sin dinero, sin pasaporte y sin un mal sitio donde poder
dormir.
Lali les había advertido que no era
una cocinera extraordinaria, pero el señor Agüero aseguró que se contentarían
con comidas normales y corrientes, siempre y cuando supiera preparar huevos
revueltos, freír salchichas y preparar algún asado de manera ocasional.
Con profunda amargura, tuvo que
reconocer que la habían engañado. No querían una cocinera. La habían contratado
para usarla como coartada en caso de que su plan no funcionara; y ahora que
había descubierto lo que pretendían hacer, querían asegurarse de que no podría
avisar a la policía. Pensó que, probablemente, la arrojarían por la borda en
cuanto se hubieran alejado lo suficiente de la costa.
Desde su punto de vista, las cosas no
podían haber resultado más sencillas. Había desempeñado su trabajo. Nadie sabía
que se encontraba en aquella embarcación, y si desaparecía de la faz de la
tierra, nadie podría asociar el incidente con sus captores. De todas formas,
dudaba que alguien investigara su desaparición. Nadie la echaría de menos.
No tenía elección, O permanecía allí gimiendo, esperando con terror el
regreso del señor Agüero, o intentaba escapar. Decidida, se puso en pie, se
apoyó en el camastro y miró por el ojo de buey. Casi había oscurecido, pero
podía observar la silueta de la costa a unos cuatrocientos metros de distancia.
No sabía dónde se encontraban sus secuestradores. Habían
salido de Portugal una semana atrás, de manera que supuso que debían
encontrarse cerca de América.
El ojo de buey no era demasiado
grande, pero tampoco lo era ella. Tendría que contorsionarse un poco para pasar
por él, pero podía hacerlo. El camarote se encontraba en la popa; podría huir
sin que nadie lo notara, a menos que hubiera alguien de guardia en el puente.
El mar estaba en calma y era una buena nadadora.
Pero no venía ningún signo de vida en
tierra, ni siquiera una luz encendida en alguna casa. Debía ponerse en contacto
con las autoridades, pero no podría hacerlo si se trataba de una isla desierta.
En tal caso, moriría de hambre o sería víctima de las inclemencias del tiempo.
De repente parpadeó, se frotó los ojos
y miró hacia la costa. Una luz acababa de encenderse, una luz blanca y pálida
que vacilaba, como si procediera de un cirio. Por desgracia se apagó enseguida,
pero al menos ahora tenía esperanzas. No era una isla desierta.
ME ENCANTO EL 2DO PORFIIIS
ResponderEliminarPor fa mas noveeee!!!!! . camila
ResponderEliminarMe encanta más!
ResponderEliminarMe ENCANTO!!!. MASSS
ResponderEliminarEmpezamos con una gran intriga.
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