Tercer capítulo! vamos, vamos con las firmas chicas!
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A las cinco de la tarde del siguiente
día, amarraron el Miranda en el muelle de Bahía Bustamante, y en ese momento Lali
se dio cuenta de lo tonta que había sido y lo poco que le importaba a Peter.
Lo había sospechado por la mañana, al
subir el café a la caseta del timón. El ancla estaba levantada y el Miranda
salía del brazo de mar.
—No olvidaré este lugar en mucho
tiempo, Peter. ¡Siempre lo recordaré como algo especial!
—No veo el motivo —tomó el café que
ella le ofrecía y dio un sorbo—. Como te comenté ayer, sólo sirve para que lo
habiten cabras.
La mirada de Lali se entristeció, ya
que no era la respuesta que esperaba. Fue como una bofetada.
—Quizá serías tan amable de indicarme
qué rumbo debo seguir —dijo Peter refunfuñando.
Ella ignoró el tono de su voz y el
dejo de sarcasmo, y buscó la carta de navegación.
—Hacia allí —señaló ella—. Bahía
Bustamante. Necesitamos combustible, agua potable y provisiones. Tengo una cuenta
en ese lugar. Dormiremos ahí y después nos dirigiremos hacia el norte…
—Conozco Bahía Bustamante —la
interrumpió con brusquedad—. Hay un buen hotel. Por lo menos pasaremos la noche
en una cama cómoda.
—¿Qué ocurre? —preguntó, áspera—.
¿Cansado de las incomodidades?
—No merece la pena despreciar los
beneficios de la civilización, cuando los tenemos a mano —aclaró.
Sentía ganas de aclararle que ella, en
primer lugar, nunca lo había invitado a que subiera a bordo, pero cambió de
opinión. Tal vez eso la llevaría a hablar de cosas que con desesperación
trataba de olvidar.
—Sí… bueno. Voy a bajar a limpiar.
Dentro de dos horas me haré cargo del timón.
Dio rienda suelta a su frustración,
fregando con energía el suelo de la cocina. Aunque no había esperado abrazos y
besos, al menos podía haberla tratado con más cortesía. Aunque respetaba su
opinión de que el lugar era idóneo sólo para cabras, sin duda significaba algo
más para él. Era el sitio donde habían hecho el amor por vez primera.
Terminó de limpiar el suelo y después
hizo lo mismo con el resto de la cocina. Al terminar, se preguntó si su
reacción no era exagerada. Sólo porque él la había tratado con cierta
brusquedad había sacado las peores conclusiones. Después de todo, juntos habían
pasado momentos inolvidables… sin duda él aún estaba… Temerosa de poner en
palabras su pensamiento, inspeccionó la cocina para buscar algo más qué
limpiar.
Deseando que el estado de ánimo de Peter
hubiera cambiado, Lali le llevó otro café, cuando se acercó a sustituirlo en el
timón. Sonriente, le entregó la taza.
—Esto es lo último de azúcar que
queda, Peter. Él la cogió apenas con un susurro y ella con suavidad le pasó los
dedos por la espalda.
—Las heridas ya casi están curadas.
Tal vez por el… agua salada.
—Sí, seguramente —contestó.
—Me haré cargo del timón —ofreció Lali
con frialdad, al darse cuenta de su rechazo.
Después de levantar los hombros, Peter
se apartó, llevándose el café.
Mientras tomaba el timón, y
rectificaba la trayectoria, Lali se tragó su amargura. Peter la acusaba de ser
una idealista y quizá lo era, pero cuando las circunstancias lo requerían, podía
ser tan realista y mal intencionada como él. Antes de que el día terminara, Peter
iba a comprobarlo. Ella le había concedido lo que deseaba y ahora era el turno
de Peter de cumplir su parte del trato.
Tan pronto como llegaron a Bahía
Bustamante, Peter desembarcó para reservar una habitación en un hotel, dejando
a Lali en el barco para que le pusiera combustible. En cuanto a las
provisiones, la chica se encargaría de comprarlas a primera hora de la mañana,
cuando los artículos en el mercado estuvieran frescos. Cuando terminó de llenar
el depósito, bajó a darse una ducha.
Diez minutos después, regresó a la
cubierta con una blusa roja y una falda blanca. Peter aún no había vuelto y
ella caminó, impaciente, por la cubierta.
Su plan de acción aún estaba confuso,
pero estaba decidida a no dormir con él esa noche. La farsa se había prolongado
demasiado y estaba harta de que los hombres la manipularan. Víctor la había utilizado
para su propia satisfacción y Peter la manipulaba como una forma de restituir
el «honor de la familia». Bueno, todo terminaba ahí y ahora. El próximo hombre
que llegara a su vida tendría que demostrarle que de verdad la amaba, antes de
que ella le permitiera ponerle un dedo encima.
Cuando Peter llegó, Lali tuvo que
esperar un cuarto de hora para que se duchara y se cambiara de ropa. Cuando
subió a cubierta, Peter tuvo el descaro de hacer comentarios sobre su
apariencia, después de mirarla de arriba abajo.
—Me gusta la blusa. La falda es
demasiado corta. ¿No tienes algo un poco menos atrevido?
—Ayer no te comportabas con tanta
mojigatería —le dirigió una mirada de desdén.
—Ayer nos encontrábamos en una isla
desierta —le recordó, en tono áspero—. Este es un puerto concurrido y me
conocen muy bien.
—Si temes que el hecho de que te vean
junto a una basura como yo, perjudique tu reputación, puedes ir solo. Prefiero
quedarme aquí —la respuesta no se hizo esperar.
Con un brillo de indignación en los
ojos, Peter la sujetó del brazo con fuerza y le dio un tirón.
El restaurante a donde la llevó estaba
lleno, pero el jefe de camareros, que sin duda lo reconoció, les asignó una
mesa apartada.
En contraste con su actitud anterior, Peter
ahora se comportaba con encantadora amabilidad. Ella le contestó con estricta
cortesía a lo largo de la comida y en esa ocasión tuvo cuidado de no beber más
de dos vasos de vino, que era su límite. Cuando el intentó servirle el tercer
vaso, ella lo cubrió con la mano.
—No, gracias. Ya he bebido suficiente.
—Es un vino magnífico —aclaró—. Sería
una lástima desperdiciarlo ahora que la botella ya está abierta.
—Consúmelo tú. Estoy segura de que
puedes hacerlo.
La luz de las velas le iluminó los
ojos a Peter y frunció las cejas.
—¿Pasa algo? ¿Acaso no te sientes
bien?
—Perfectamente bien, gracias.
—Entonces, ¿por qué estás tan
antipática? —le preguntó en voz baja.
—Tú has hablado muy poco hoy, ¿no es
verdad? —por un momento, lo miró, enfadada.
—Tenía algo en la mente —explicó,
áspero—. Tu charla me estaba distrayendo.
—Bueno, yo también tenía algo en mi
mente —le lanzó la pulla—, y tu charla me aburre. Tengo cosas más importantes
en las cuales pensar.
—Comprendo —colocó el cuchillo en el
plato y la miró pensativo—. Tal vez te gustaría comentármelo.
—Lo haré —prometió Lali—, pero no
aquí. Odio hacer escenas en un restaurante. Un sitio más tranquilo será mejor.
—¿Cómo la habitación del hotel? —sonrió
sin alegría.
—Será perfecto siempre y cuando las
paredes sean lo bastante gruesas.
—Mmm. Parece como si me esperara una
noche muy interesante.
—Te lo aseguro —por supuesto que sería
interesante, pensó la chica. Pero no de la manera que él esperaba.
Continuará...
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pone otro porfa
ResponderEliminarmas capi jajajj muy buena lali reclamale
ResponderEliminarme encanto nos dejaste con la intriga de que pasara... otro mas xfa :)
ResponderEliminarLos dos están pensando cada uno en lo suyo y lali.....k le dira?,jajaja.
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