domingo, 5 de agosto de 2012

"Cuñados" Capítulo 19



Tercer capítulo! vamos, vamos con las firmas chicas!
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A las cinco de la tarde del siguiente día, amarraron el Miranda en el muelle de Bahía Bustamante, y en ese momento Lali se dio cuenta de lo tonta que había sido y lo poco que le importaba a Peter.
Lo había sospechado por la mañana, al subir el café a la caseta del timón. El ancla estaba levantada y el Miranda salía del brazo de mar.
—No olvidaré este lugar en mucho tiempo, Peter. ¡Siempre lo recordaré como algo especial!
—No veo el motivo —tomó el café que ella le ofrecía y dio un sorbo—. Como te comenté ayer, sólo sirve para que lo habiten cabras.
La mirada de Lali se entristeció, ya que no era la respuesta que esperaba. Fue como una bofetada.
—Quizá serías tan amable de indicarme qué rumbo debo seguir —dijo Peter refunfuñando.
Ella ignoró el tono de su voz y el dejo de sarcasmo, y buscó la carta de navegación.
—Hacia allí —señaló ella—. Bahía Bustamante. Necesitamos combustible, agua potable y provisiones. Tengo una cuenta en ese lugar. Dormiremos ahí y después nos dirigiremos hacia el norte…
—Conozco Bahía Bustamante —la interrumpió con brusquedad—. Hay un buen hotel. Por lo menos pasaremos la noche en una cama cómoda.
—¿Qué ocurre? —preguntó, áspera—. ¿Cansado de las incomodidades?
—No merece la pena despreciar los beneficios de la civilización, cuando los tenemos a mano —aclaró.
Sentía ganas de aclararle que ella, en primer lugar, nunca lo había invitado a que subiera a bordo, pero cambió de opinión. Tal vez eso la llevaría a hablar de cosas que con desesperación trataba de olvidar.
—Sí… bueno. Voy a bajar a limpiar. Dentro de dos horas me haré cargo del timón.
Dio rienda suelta a su frustración, fregando con energía el suelo de la cocina. Aunque no había esperado abrazos y besos, al menos podía haberla tratado con más cortesía. Aunque respetaba su opinión de que el lugar era idóneo sólo para cabras, sin duda significaba algo más para él. Era el sitio donde habían hecho el amor por vez primera.
Terminó de limpiar el suelo y después hizo lo mismo con el resto de la cocina. Al terminar, se preguntó si su reacción no era exagerada. Sólo porque él la había tratado con cierta brusquedad había sacado las peores conclusiones. Después de todo, juntos habían pasado momentos inolvidables… sin duda él aún estaba… Temerosa de poner en palabras su pensamiento, inspeccionó la cocina para buscar algo más qué limpiar.
Deseando que el estado de ánimo de Peter hubiera cambiado, Lali le llevó otro café, cuando se acercó a sustituirlo en el timón. Sonriente, le entregó la taza.
—Esto es lo último de azúcar que queda, Peter. Él la cogió apenas con un susurro y ella con suavidad le pasó los dedos por la espalda.
—Las heridas ya casi están curadas. Tal vez por el… agua salada.
—Sí, seguramente —contestó.
—Me haré cargo del timón —ofreció Lali con frialdad, al darse cuenta de su rechazo.
Después de levantar los hombros, Peter se apartó, llevándose el café.
Mientras tomaba el timón, y rectificaba la trayectoria, Lali se tragó su amargura. Peter la acusaba de ser una idealista y quizá lo era, pero cuando las circunstancias lo requerían, podía ser tan realista y mal intencionada como él. Antes de que el día terminara, Peter iba a comprobarlo. Ella le había concedido lo que deseaba y ahora era el turno de Peter de cumplir su parte del trato.
Tan pronto como llegaron a Bahía Bustamante, Peter desembarcó para reservar una habitación en un hotel, dejando a Lali en el barco para que le pusiera combustible. En cuanto a las provisiones, la chica se encargaría de comprarlas a primera hora de la mañana, cuando los artículos en el mercado estuvieran frescos. Cuando terminó de llenar el depósito, bajó a darse una ducha.
Diez minutos después, regresó a la cubierta con una blusa roja y una falda blanca. Peter aún no había vuelto y ella caminó, impaciente, por la cubierta.
Su plan de acción aún estaba confuso, pero estaba decidida a no dormir con él esa noche. La farsa se había prolongado demasiado y estaba harta de que los hombres la manipularan. Víctor la había utilizado para su propia satisfacción y Peter la manipulaba como una forma de restituir el «honor de la familia». Bueno, todo terminaba ahí y ahora. El próximo hombre que llegara a su vida tendría que demostrarle que de verdad la amaba, antes de que ella le permitiera ponerle un dedo encima.
Cuando Peter llegó, Lali tuvo que esperar un cuarto de hora para que se duchara y se cambiara de ropa. Cuando subió a cubierta, Peter tuvo el descaro de hacer comentarios sobre su apariencia, después de mirarla de arriba abajo.
—Me gusta la blusa. La falda es demasiado corta. ¿No tienes algo un poco menos atrevido?
—Ayer no te comportabas con tanta mojigatería —le dirigió una mirada de desdén.
—Ayer nos encontrábamos en una isla desierta —le recordó, en tono áspero—. Este es un puerto concurrido y me conocen muy bien.
—Si temes que el hecho de que te vean junto a una basura como yo, perjudique tu reputación, puedes ir solo. Prefiero quedarme aquí —la respuesta no se hizo esperar.
Con un brillo de indignación en los ojos, Peter la sujetó del brazo con fuerza y le dio un tirón.
El restaurante a donde la llevó estaba lleno, pero el jefe de camareros, que sin duda lo reconoció, les asignó una mesa apartada.
En contraste con su actitud anterior, Peter ahora se comportaba con encantadora amabilidad. Ella le contestó con estricta cortesía a lo largo de la comida y en esa ocasión tuvo cuidado de no beber más de dos vasos de vino, que era su límite. Cuando el intentó servirle el tercer vaso, ella lo cubrió con la mano.
—No, gracias. Ya he bebido suficiente.
—Es un vino magnífico —aclaró—. Sería una lástima desperdiciarlo ahora que la botella ya está abierta.
—Consúmelo tú. Estoy segura de que puedes hacerlo.
La luz de las velas le iluminó los ojos a Peter y frunció las cejas.
—¿Pasa algo? ¿Acaso no te sientes bien?
—Perfectamente bien, gracias.
—Entonces, ¿por qué estás tan antipática? —le preguntó en voz baja.
—Tú has hablado muy poco hoy, ¿no es verdad? —por un momento, lo miró, enfadada.
—Tenía algo en la mente —explicó, áspero—. Tu charla me estaba distrayendo.
—Bueno, yo también tenía algo en mi mente —le lanzó la pulla—, y tu charla me aburre. Tengo cosas más importantes en las cuales pensar.
—Comprendo —colocó el cuchillo en el plato y la miró pensativo—. Tal vez te gustaría comentármelo.
—Lo haré —prometió Lali—, pero no aquí. Odio hacer escenas en un restaurante. Un sitio más tranquilo será mejor.
—¿Cómo la habitación del hotel? —sonrió sin alegría.
—Será perfecto siempre y cuando las paredes sean lo bastante gruesas.
—Mmm. Parece como si me esperara una noche muy interesante.
—Te lo aseguro —por supuesto que sería interesante, pensó la chica. Pero no de la manera que él esperaba.

Continuará...

6 comentarios:

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  3. mas capi jajajj muy buena lali reclamale

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  4. me encanto nos dejaste con la intriga de que pasara... otro mas xfa :)

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  5. Los dos están pensando cada uno en lo suyo y lali.....k le dira?,jajaja.

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