sábado, 4 de agosto de 2012

"Cuñados" Capítulo 15




Hola!! como va su sábado? el mío...maso, ahora comprendo cuando a veces los adolescentes se sienten incomprendidos!! ¬¬" Bueno pero eso no tiene importancia...lo que si, es que los capítulos que se vienen son buenísimos verdad Chari? jajaja así que con 5 firmitas subo otro! :) 
El capítulo va dedicado a Vale primera en firmar! 
Besos!
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La distribución en el Miranda era idéntica a la época en que servía como barco de pesca con una tripulación de cuatro hombres. La escalera bajaba a la pequeña cocina y después estaban los camarotes, que eran dos habitaciones separadas por una cortina: cada una con una litera, un sencillo tocador y un guardarropa. Entre los camarotes un baño y una ducha.
Mientras se acercaba podía oír el ruido del agua al caer.
—¡Peter! —gritó su nombre, junto a la cortina.
—Has llegado pronto —abrió la cortina de plástico.
—No. Ahora ponte de cara a la pared.
Una vez que él obedeció, a regañadientes, Lali se enjabonó las manos y después las deslizó con suavidad sobre sus hombros y por su espalda.
—No te hago daño, ¿verdad? —preguntó.
—Ni siquiera me he dado cuenta de que habías empezado. Frota con más fuerza. No soy tan delicado.
Le frotó con energía los hombros.
—¿Mejor?
—Perfecto. Repítelo y me sentiré como un hombre nuevo.
—Hasta aquí llego —le dijo, cinco minutos después—. El resto puedes hacerlo tú mismo. Cuando estés vestido ve a la cocina y te pondré la pomada en la espalda.
En la intimidad de su camarote, Lali se cambió de ropa. Después fue a la cocina y llenó el recipiente de café.
Volvió a atormentarla el pensamiento anterior. Quizá Peter tenía razón y el destino había llevado al Miranda a ese apartado brazo de mar, que como él había afirmado, era un lugar paradisíaco. Y ella sólo había estado retrasando lo inevitable. «Por lo menos sé honrada y reconócelo, Lali. Estás loca por él, ¿no es verdad? Si ahora mismo te tomara entre sus brazos, te entregarías a él sin una palabra de protesta. Sí, pero…».
Ése era el problema, pensó, desolada. Estaba dispuesto a conquistarla, pero la decisión final era sólo de ella. Ese era el precio por la libertad de Jaime. ¡Ella era la que tendría que pedírselo!
Era consciente de lo que sucedería. Peter estaría feliz con su triunfo, pero en el fondo la despreciaría. Después de todo, esa era su intención: castigar a su hermano, humillándola. Pero si permitía que eso ocurriera, lo único que ganaría sería menosprecio y desdén, lo cual sería terrible, por que ahora comenzaba a importarle lo que pensara de ella! Se estaba enamorando de ese hombre insoportable.
Acababa de terminar de preparar el café cuando oyó que Peter se acercaba a la cocina y, respirando profundamente, trató de serenarse. Lo único que él llevaba puesto era un pantalón limpio.
—Siéntate —ella le indicó el banco.
Le sirvió una taza de café. Después, se sentó en el banco detrás de él y se echó pomada en sus dedos.
—Quizás esto te escueza un poco —comentó—. ¿Estás seguro de que no te hago daño? —preguntó al tiempo que aplicaba la pomada sobre las heridas.
—Sólo a mi paciencia —refunfuñó él—. Continúa.
—Esto evitará que se te infecte.
—¿Y las heridas en el pecho y el estómago? —volvió la cabeza para mirarla de frente.
—En esa parte, puedes aplicarla tú mismo —bajó la vista.
Levantó las manos sosteniendo la taza de café.
—No puedo. Tengo las manos ocupadas.
—Bueno, no podemos impedir que el amo y señor deje de saborear su bien ganado café, ¿verdad? —ocultó su incomodidad detrás de una sonrisa de sarcasmo.
Primero le curó el pecho, sus dedos se deslizaban sobre su piel y su mente trataba de apartar con desesperación el sentimiento de deseo que la invadía.
A lo largo del estómago tenía un profundo arañazo.
—¿Y esta otra? —Peter se desabrochó el cinturón y aflojó la cintura de los vaqueros.
Ella tragó saliva al ver la herida que le bajaba del ombligo y, mientras le aplicaba la pomada con cuidado, sintió una extraña debilidad en sus muslos.
—Ya está. Ahora creo que deberías… —comentó con el deseo de irse y jadeó sorprendida cuando él la sujetó de la cintura y de nuevo la obligó a sentarse en el banco.
—No tengas tanta prisa —su voz era agradable, pero insistente—. Todas las buenas enfermeras dedican tiempo para charlar con sus pacientes. Aseguran que es bueno para el estado de ánimo.
—No soy enfermera. Sólo te he puesto un poco… —sonrió con amabilidad… y cautela.
—Pero tienes los sentimientos y las manos de una enfermera —agregó con voz suave y enérgica—. Tiernos y afectuosos —después de soltarla de forma inesperada, la miró con provocación—. Tus manos fue lo primero que observé cuando nos conocimos. Tus manos y tus ojos negros, y reconozco que era lo único visible. Sólo una cara manchada de grasa que podía o no ser hermosa.
—Sí, bueno olvidemos eso, ¿te parece? —apartó la vista, avergonzada, y de inmediato, cambió el tema—. No hay nada que pueda hacer aquí. Voy a arreglar el tejado de la caseta del timón.
—Ese es trabajo de hombre —contempló el cuerpo de su interlocutora y después se puso de pie—. Tú revisa el frigorífico y decide qué vamos a cenar esta noche.
Una vez que se fue, Lali respiró temblorosa y se quitó el sudor de la frente. Debería ser esa noche, pues ella no podía resistirlo más tiempo. Miró la cafetera y sacudió la cabeza. Lo que en realidad necesitaba era una copa de coñac.

Continuará...

6 comentarios:

  1. Me encanta la nove!!! por fa sube mas!!

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  2. Lali ya esta a punto de caramelo!

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  3. El no puede dejarla hacer tareas de hombre ,en definitiva se preocupa por ella!

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  4. La situacion no da para más,ambos se sienten atraidos,esto ya va + allá del plan original de Peter!

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  5. recien me encontre con tu blog y me encanta la nove sigue xfa :)

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  6. Lali tiene un gran debate consigo misma.MMMMMMMMMMMM.

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