Perdón por la tardanza! espero que disfruten del capítulo...Besos!
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A las dos de la tarde llegaron a su
destino y desembarcaron la carga. Una hora después, navegaban rumbo al noroeste
para recoger otro cargamento, cuando la tempestad cayó sobre ellos.
El primer indicio fue un repentino
descenso en la temperatura y Lali se estremeció al ver que las olas perturbaban
la tranquila superficie del mar.
—No te has equivocado con respecto al
pronóstico del tiempo —refunfuñó él mientras miraba el horizonte con unos
prismáticos.
El timón dio un repentino tirón bajo
las manos de Lali cuando la primera ráfaga de viento envió la proa del Miranda
sobre el costado derecho. Al principio, el movimiento fue suave, pero cuando el
viento cobró fuerza, las olas aumentaron de tamaño. Segura de sí, la chica
enfiló el barco en línea recta contra el viento.
—No hay forma de saber cuánto tiempo
durará —volvió la cabeza—. Sería buena idea llenar el termo con café caliente
ahora que todavía podemos.
La experiencia le había enseñado a
juzgar la fuerza del viento por el ruido que hacía éste al soplar alrededor de
la cámara del timón. Por el momento, era un lamento… nada de lo cual
preocuparse.
El viento comenzó a soplar más fuerte
y los primeros indicios de espuma azotaron la ventana delantera. El Miranda,
construido para resistir algo mucho peor que eso, seguía su camino y Lali
experimentaba esa emoción familiar de luchar contra los elementos. Aquí era
donde el motor nuevo que Peter había instalado probaría su efectividad, porque
si perdían fuerza, el Miranda sería lanzado como un palillo contra las olas de
gran altura y ahí terminaría todo.
El mar comenzó a bañar la proa y se
precipitó en torrentes a lo largo de la cubierta. El Miranda empezaba a
sacudirse pesadamente. Lali sintió que la boca se le secaba. Sin duda, el
tiempo ya no podría empeorar.
Peter regresó con dos termos de café,
que dejó sobre una repisa.
—¡El viento es terrible! —gritó él
cerca de su oído—. ¿Responde bien el barco?
La chica cobró ánimo mientras el
Miranda se preparaba para embestir otra ola.
—No hay problema. Te aseguré que
estaba bien construido.
—Eso espero —refunfuñó—. Esto va a
empeorar —acercó la cara al cristal para inspeccionar la cubierta y gritó—: La
lona impermeable de la bodega se ha aflojado. Debo salir a amarrarla.
—¡Estás loco! —después de mirar hacia
la cubierta se volvió hacia él, horrorizada—. ¡No puedes ir! Te podrías caer al
mar.
—¡Tengo que ir! —exclamó con voz
fuerte—. Si el agua entra en la bodega, nos hundiremos —con rostro severo, la
miró a los ojos—. Dependeré de ti, Lali. No me pasará nada si mantienes al
Miranda contra el viento. ¿Tienes la fuerza para hacerlo?
—Creo… creo que sí —se humedeció con
la lengua los labios.
—Por supuesto que puedes —le sonrió
con lentitud—. Si evitas que se balancee hasta que sujete la lona, será
suficiente.
Lali trató de detenerlo, pero Peter
saltó a cubierta y corrió hacia la bodega. Al mirar por la ventana, la chica se
dio cuenta de que un torrente de agua lo había hecho perder el equilibrio y
caer al suelo. El Miranda de nuevo se levantaba hacia el cielo y pudo distinguir
a Peter tumbado en el suelo y agarrado al pie de la grúa. Cuando el barco
alcanzó la cima de la gigantesca ola, Peter hizo un esfuerzo por levantarse y
corrió en dirección a la lona.
Controlando el pánico que la invadía, Lali
luchaba con el timón, ya que, si el Miranda giraba de costado, Peter no tendría
oportunidad de salvarse. Lo miró por un momento antes de que la proa
desapareciera en la siguiente ola y musitó una plegaria en silencio.
Con amargura se dio cuenta de que la
culpa era de ella. Tenía la obligación de haberse asegurado de que la lona
cubriera la bodega después de descargar. ¿Acaso no había pronosticado la
tormenta? No obstante, de haber sabido que sería tan violenta, se habría
quedado en el puerto. Ni siquiera los enormes transbordadores navegaban en esas
condiciones. Recordaba que le había asegurado a Peter que el Miranda era capaz de
resistir los embates del Atlántico. Quizá los antiguos dioses la habían oído y
le mandaban una lección de humildad.
La furia de los elementos continuaba y
respiró tranquila al ver que Peter regresaba a la caseta del timón, sano y
salvo. Empapado y con el pecho palpitante, se apoyó contra la ventana lateral y
con una inclinación de cabeza le dio a entender a Lali que el trabajo estaba
hecho.
—Es mi turno de dirigir el timón.
Sírveme una taza de café.
Esta vez, Lali se sintió contenta del
relevo. Los brazos le dolían y no habría podido seguir dirigiendo el barco.
Llenó una taza de café y se la acercó a los labios de Peter.
Peter tomó un sorbo y ella le sujetó la
taza hasta que quedó vacía. Después, se sirvió una para ella.
—Eso fue… —dejó inconcluso el
comentario porque la taza cayó de sus manos, cuando vio la enorme pared de agua
que se levantaba encima de ellos. Con un grito de horror rodeó a Peter por la
cintura con los brazos y se aferró a él como una lapa. ¡Este era el fin! Cuando
esa ola se estrellara contra ellos, el Miranda se haría trizas.
Se escuchó un tremendo bramido y un
ruido seco, luego sintieron que el suelo de la caseta del timón se sacudía debajo
de sus pies. El agua entró por el techo destruido y Lali oprimió una mejilla
sobre la espalda de Peter sintiendo el movimiento de los músculos y tendones,
mientras él luchaba por controlar el timón. De manera milagrosa, la pared de
agua quedó detrás de ellos y el Miranda, un poco deteriorado, continuó hacia
adelante. Avergonzada de su miedo, la chica apartó los brazos y, cuando estaba
a punto de enderezarse, Peter gritó:
—¡No te muevas! ¡Tenemos problemas!
Algo anda mal con el timón.
Ella volvió la cabeza por encima del
hombro y se dio cuenta de que la proa se balanceaba hacia el lado derecho
mientras Peter luchaba por girar el timón en otra dirección.
—¡Algo se ha roto! —gritó él.
—Te ayudaré —gritó, pálida por el
miedo mientras agarraba el timón. No sabía si su débil fuerza sería suficiente,
pero era mejor que quedarse parada, sin hacer nada.
—Gracias —le dirigió una sonrisa sin
alegría.
La tempestad duró otra hora y de forma
repentina comenzó a amainar. El viento dejó de soplar y las olas se calmaron. Ahora
el Miranda se balanceaba sobre el mar tranquilo.
—Gracias a Dios, que ya terminó —Lali
casi se desmayó de alivio en la caseta del timón.
Aunque Peter estaba agotado, se las
arregló para animarla con una sonrisa.
—Lo has hecho muy bien, Lali.
—No lo creo. Estaba demasiado asustada
—sacudió la cabeza, avergonzada por el elogio inmerecido.
—¿Y crees que yo no? De todos modos,
tendremos que encontrar un lugar para amarrar el barco y evaluar los daños. Tal
vez pueda arreglarlos yo mismo, si no son muy complicados —señaló la ventana de
estribor—. Aquella parece una isla pequeña a pocos kilómetros de distancia.
Localízala con los prismáticos.
—Parece que no hay habitantes. Creo
que la playa es rocosa y al sur hay un brazo de mar arenoso.
Observó que una vez más los enérgicos brazos de Peter tiraban del timón,
en un esfuerzo porque el Miranda siguiera la nueva dirección. Ella debería
salir a cubierta a revisar los desperfectos, pero parecía estar paralizada.
Algo le sucedía, algo espantoso. Era como si la tragedia que acababan de vivir
le hubiese dado a su relación una dimensión nueva y sus ojos le transmitieron
la repentina emoción que crecía en su corazón, tan inesperada y aterradora como
la tormenta de la que acababan de
salvarse.Continuará...
Veamos ahora q sale en esa isla desierta!! Más!
ResponderEliminarEspero que algo bueno salga de esta situación que les ha tocado pasar!!
ResponderEliminarEspero el próximo! :)
aaahhhh CAPITULON!!!! =O y como dicen por ahi "Uno sabelo que tiene hasta que lo cree perdido" y eso le paso a Lali creo, quizas por lo que vivieron se dio cuneta que no ODIA a Peter sino que siente otras cosas hacia el. (aunque sinceramente no se la merezca porque es un poco estupido)
ResponderEliminarespero mas nove =) beso!
Situación complicada para ellos.
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