Hola, como andan?
Subo rapidin, porque me siento más o menos :/
El capítulo de hoy va dedicado para Flopy Musa primera en firmar! :)
Además de una mención especial para Inma, quien fue la que más firmó
Espero que disfruten del capítulo de hoy!
Besos
________________________________________
Subo rapidin, porque me siento más o menos :/
El capítulo de hoy va dedicado para Flopy Musa primera en firmar! :)
Además de una mención especial para Inma, quien fue la que más firmó
Espero que disfruten del capítulo de hoy!
Besos
________________________________________
Lali, se levantó pronto, corrió un
rato por la playa y se duchó. Cuando estaba a punto de terminar el desayuno en
la cocina, la señora Belén le comunicó que Peter quería verla en la biblioteca.
Lali miró al ama de llaves,
sorprendida. Peter había pasado los últimos cinco días en Bruselas, asistiendo
a una conferencia de pesca de la Comunidad Europea.
—Pensé que no regresaba hasta mañana.
—Ya sabes cómo es. No le agrada tener
que reunirse con esos burócratas, con sus trajes y sus formalismos. Seguramente
los habrá obligado a trabajar a destajo para poder regresar cuanto antes —dijo,
mientras se servía otra taza de té—. Llegó a las cuatro de la madrugada y ha
estado trabajando en la biblioteca desde entonces.
Lali se levantó, intentando
convencerse de que no tenía motivos para estar nerviosa. Cuando se marchó se
sintió aliviada, pero su alegría duró bien poco. Echaba de menos su carácter
imprevisible, el no saber nunca si iba a besarla de forma apasionada o dulce.
Aquellos momentos de sensibilidad equilibraban con creces sus posibles enfados,
pero, a pesar de todo, no se sentía segura.
Antes de entrar en la biblioteca se
detuvo para mirarse en el espejo. Se arregló un poco el pelo, decidió que no
había nada que pudiera hacer, y llamó a la puerta antes de entrar.
En cuanto lo vio, su sonrisa
desapareció. Parecía no haber dormido en toda la noche. Estaba sentado en su
escritorio, redactando un informe. Dejó el bolígrafo a un lado y sonrió con
debilidad.
—Hola, Lali. Me había olvidado del
maravilloso aspecto que tienes por las mañanas.
—No te preocupes por mi aspecto. ¿Qué
diablos has estado haciendo? Pareces cansado.
—Sí. ¡Malditos burócratas! Me gustaría
verlos en un barco en mitad de una galerna. Así se borrarían las estúpidas
sonrisas de sus rostros y se olvidarían de sus estúpidas normas y regulaciones
sobre pesca —declaró, mientras se servía una copa de whisky—. En fin, no me
pasa nada que un buen trago y unas cuantas horas de sueño no puedan reparar.
—¿Puedo hacer algo para ayudarte?
—preguntó con rapidez—. ¿Quieres que te ayude con tus notas? Puedo taquigrafiar
cualquier cosa que quieras dictarme.
Peter hizo un gesto hacia una caja
blanca que había junto a la mesa.
—Tu vestido ha llegado. El que te
pondrás el día del Gran Lanz. Pruébatelo para ver si te queda bien. De lo
contrario, devuélvelo.
Lali tomó la caja y se dirigió hacia
la salida, pero Peter la detuvo.
—¿Adónde vas?
—A mi dormitorio, por supuesto
—contestó sorprendida.
A pesar de estar agotado, los ojos de Peter
brillaron con malicia.
—No hay razón para que sientas
vergüenza. Ya conozco las maravillas que esconde tu cuerpo. Puedes ponértelo
aquí.
—¿Mientras me espías, sentado?
—preguntó.
—Yo no espío, admiro. Como un amante
del arte que admirara un cuadro de Rubens. ¿Quieres que te ayude a desvestirte?
—No, de eso nada. Quédate dónde estás
—le ordenó. Abrió la caja. El vestido estaba doblado entre un montón de papel
de envolver. Lo sacó. Era una prenda exquisita, de pura seda de color verde.
—¡Es fabuloso! ¡Es absolutamente
maravilloso! Pero no tiene cintas en los hombros. Nunca había tenido algo así.
—No necesitas tirantes para que se
sostenga —comentó—. Tienes lo suficiente.
Lali dejó el vestido sobre una butaca,
de forma casi reverencial. Le dio la espalda y se quitó la ropa hasta quedarse
en ropa interior. Luego se deshizo del sujetador y lo dejó a un lado antes de
ponerse el vestido. Subió la cremallera y arregló un poco la parte de arriba.
Cuando se aseguró de que no podía bajarse, dejándola en ridículo, se dio la
vuelta para que la contemplara.
Peter estaba sentado en el escritorio.
Sus ojos verdes la contemplaron en silencio, hasta conseguir inquietarla. Su
expresión no denotaba sentimiento alguno.
—¿Y bien? ¿Qué sucede? ¿No te gusta?
No te quedes ahí, mirándome. Di algo.
Al final consiguió que reaccionara. Peter
sonrió e hizo un movimiento con las manos.
—Hay ciertos momentos en los que
sobran las palabras. Y éste es uno de ellos.
—Entonces, ¿te gusta?
—Sí, Lali, me gusta mucho —contestó,
antes de terminar su bebida y de levantarse—. Te queda muy bien, pero le falta
algo.
Entonces caminó hacia la caja y sacó
una cosa en la que no había reparado. Era una preciosa cinta de color azul
oscuro y verde.
—Debes ponértelo sobre el hombro, en
diagonal, y atarlo a la cintura. Necesitarás un broche, pero lo compraremos en
Inverness.
Peter le puso la cinta en su sitio y
se apartó un poco para poder admirarla. Luego, poco a poco, fue acercándose de
nuevo.
El corazón de Lali comenzó a latir más
deprisa.
—Tendré que hacerme algo en el pelo.
Es un desastre. Creo que debería cortármelo y…
—No te atrevas a hacerlo. Me gustas
tal y como estás.
Como para demostrárselo, empezó a
acariciarle el cabello a la altura de la nuca, descendiendo después hacia sus
hombros desnudos. La besó en los labios y después jugueteó con su oreja.
—Las criaturas marinas como tú son tan
adorables que sólo necesitan un cepillo.
Lali se estremeció en sus brazos
mientras la besaba en el cuello, despertando un mar de emociones en su cuerpo.
Entonces notó que sus dedos intentaban bajar la cremallera del vestido, y se
apretó contra él, conducida por un urgente deseo aumentado por su propia excitación.
Peter gimió y se apartó de ella a
regañadientes. En su mirada podía leerse perfectamente que estaba haciendo un esfuerzo
para controlarse.
—Tienes trabajo que hacer —dijo Lali—,
y te estoy interrumpiendo. Creo que será mejor que me vaya ahora.
Durante unos segundos pareció que Peter
iba a elegir la opción del placer, por encima de los negocios. Pero al final
suspiró.
—Sí, tienes razón. Será mejor que
termine ese maldito informe para que pueda enviarlo. Corre a ver a la señora Belén,
para ver si le gusta el vestido. Su consejo en estos asuntos es siempre mejor
que el mío.
Lali recogió la ropa y salió de la
habitación. Para entonces, Peter ya estaba concentrado de nuevo en su trabajo.
Cerró la puerta de la biblioteca a su
espalda y se detuvo para tranquilizarse un poco, hasta que desapareció su rubor
y su corazón recobró el ritmo habitual. Después, avanzó hacia la cocina. Unos
días antes pensaba que Peter tendría que atarla de pies y manos si pretendía
que asistiera al Gran Lanz, pero gracias al vestido estaba tan entusiasmada con
la idea como un niño con zapatos nuevos. Además, el recuerdo de sus besos
bastaba para convencerla de que tal vez se hubiera enamorado de ella. Sin
embargo, y a pesar de todas sus ilusiones, nada había cambiado; tenía la impresión
de que más tarde o más temprano algo haría que bajara de las nubes, y no
precisamente con suavidad.
La señora Belén demostró tanto
entusiasmo como Peter. Le gustó mucho el color. Inclinó la cabeza y la observó
durante unos segundos antes de asentir, satisfecha.
—Te quedará muy bien con el collar.
Serás la mujer más bella del baile.
—¿Qué collar? —preguntó, sin
comprender nada.
—El collar de esmeraldas de Lanzani
—contestó con inocencia—. ¿No te lo ha enseñado aún?
Lali se encogió de hombros.
—No. Mencionó un broche para la cinta,
pero no dijo nada sobre un collar.
—En realidad se trata de una gran
esmeralda rodeada por diamantes. Ha sido de la familia durante muchas
generaciones. Y es tradición que el jefe del clan lo ponga en el cuello de la
mujer con la que quiere casarse. Estoy segura de que esperará hasta el Gran
Lanz antes de hacerlo —dijo, pensativa—. Aunque me sorprende que no te haya
dicho nada. Lo guarda en la caja fuerte de la biblioteca.
—Probablemente se habrá olvidado —dijo
Lali—. Está muy cansado.
—Sí, supongo que tienes razón.
Lali sabía que la razón por la que no
había dicho nada era bien distinta. Pensó que lo guardaba para otra persona.
Para Pamela.
Capítulo 28
Una hora más tarde, vestida con unos
vaqueros y un anorak, bajó por las escaleras y se detuvo un momento ante la
biblioteca. Llamó a la puerta y entró. Peter se había quedado dormido sobre el
escritorio. Entró caminando de puntillas y lo observó en silencio, dominada por
una extraña mezcla de ternura y de enfado. Tomó una pequeña manta que había
sobre el respaldo del sillón y se la pasó por encima de los hombros, con mucho
cuidado para no despertarlo. Después se marchó y cerró la puerta.
Desconsolada, caminó hacia la bahía,
deseando que la señora Belén no hubiera dicho nada sobre el collar. De aquel modo
no habría empezado a pensar en Pamela. No había mencionado su nombre desde la
discusión que mantuvieron en el bar del hotel; de hecho, había pasado por la
casa de Cristina para disculparse, y cuando su amiga quiso continuar la
conversación que habían dejado a medias Lali levantó la mano y sonrió.
—No, Cristina, no quiero saber nada
sobre Pamela. No estoy interesada en ella.
Cristina asintió con alegría.
—Me alegro mucho, Lali.
Pero ahora, cuando el día del Gran
Lanz se aproximaba, cada vez le resultaba más difícil apartar aquellos
pensamientos de su cabeza. Aún no conocía a Pamela, pero no podía dejar de
pensar en ella.
Supuso que sería preciosa y que
siempre iría perfectamente vestida, como correspondía a alguien que hacía gala
de su sangre azul, alguien que resultaba en extremo conveniente para el clan.
Poseía todas las cualidades que Peter esperaba de su mujer. Y nadie se
atrevería a poner en duda sus decisiones. Se las arreglaría para convencer a Cristina
de una u otra manera.
Como consecuencia del informe que
había escrito Peter, y de una llamada telefónica que recibió del ministerio de
pesca, tuvo que dedicar mucho más tiempo del previsto a sus negocios. Las
reuniones en Edimburgo y en Bruselas lo mantenían muy ocupado, porque tenía que
defender los derechos de los pescadores de la costa oeste ante la comisión
europea.
Cuando finalmente consiguió librarse
de sus obligaciones, sólo faltaba una semana para el Gran Lanz.
—Hoy iremos a Inverness, Lali —le
informó durante el desayuno—. Ponte algo más formal que los vaqueros y los
jerseys, para variar.
El día había amanecido luminoso y
cálido. Lali esperaba pasarlo como siempre, nadando y tomando el sol en la
playa. Pero no se quejó. Decidió que Peter ya había tenido demasiados problemas
e intentó demostrar entusiasmo.
—¡Magnífico! Será maravilloso regresar
a la civilización aunque sólo sea durante unas horas.
Los ojos verdes de Peter se clavaron
en ella. Apartó la taza de café que estaba tomando y se levantó.
—Voy a echar un vistazo al coche. No
tardes demasiado.
Lali subió al dormitorio y decidió
ponerse una falda de color claro con una camisa verde oscuro.
Transcurridos unos minutos salió de la
casa. Peter ya había sacado del garaje el vehículo del que tanto se
enorgullecía y estaba comprobando el aceite. Se trataba de un Jaguar de color
azul oscuro que brillaba bajo la luz del sol.
—¡Es un viejo Jaguar de la clase E!
—exclamó Lali, asombrada.
Peter levantó la mirada, sorprendido
por sus conocimientos automovilísticos.
—¿Cómo es que sabes tanto de coches?
—Mi ex jefe tenía uno igual. Se
preocupaba más por él que por su esposa.
—Ya veo. Mujeres y coches caros. A
veces resulta una elección difícil para un hombre.
—Bueno, supongo que eso depende de la
emoción que se esté buscando —comentó con acidez.
Lali entró en el vehículo y se ajustó
el cinturón de seguridad antes de acomodarse en el amplio asiento de cuero.
En circunstancias normales, era la
peor copiloto del mundo. Siempre había sido una de aquellas neuróticas que se
pasaban la vida alertando sobre posibles peligros o intentando pisar un freno
hipotético cuando consideraba que conducían con demasiada rapidez. Pero con Peter
era distinto. Conducía como un verdadero profesional, como si fuera una simple
extensión mecánica del poderoso vehículo. Y mientras avanzaban por las
carreteras de Puerto Lanzana se sentía completamente a salvo.
Tras unos cuantos kilómetros en
silencio, que dedicó a admirar la belleza del paisaje, Lali se atrevió a
intentar iniciar una conversación.
—¿Cómo es Inverness?
—Un lugar lleno de gente y bastante
limpio. Hay buenos hoteles, muchos bares, restaurantes, cines, discotecas y
teatros. Todas esas cosas que echas tanto de menos.
Lali frunció el ceño ante su tono de
reproche.
—¿Qué te hace pensar que las echo de
menos?
Peter no apartó la vista de la
carretera. Ni siquiera se molestó en contestar. Lali pensó que le había molestado
la pregunta, y que tal vez no mereciera la pena hablar con un hombre tan
obstinado.
Estuvo en silencio durante muchos
minutos, al cabo de los cuales lo miró con incertidumbre.
—Al decir que estaría bien regresar a
la civilización no pretendía insultar a Puerto Lanzana, ni a sus habitantes. De
hecho, me gustan mucho. En cierto modo han ido entrando en mi corazón, poco a
poco.
Lali observó su perfil para ver si sus
palabras lo afectaban, pero no obtuvo nada, salvo un rostro pétreo.
Se cruzó de brazos. Si no quería creerla,
no tenía forma alguna de convencerlo de que le gustaba vivir allí. Empezaba a
conocer a los habitantes más a fondo, y con algunos mantenía una relación
bastante personal. Tal vez se debiera a que vivían en contacto con la naturaleza,
en un mundo donde los vientos y el clima eran más importantes que los relojes,
pero siempre podían detenerse para charlar amistosamente con cualquiera.
En cuanto a Peter, comprendía su
enfado. Puerto Lanzana era su dominio, y sin querer había herido su orgullo.
Pensó que sería muy capaz de abrir la puerta del coche y arrojarla.
Pero al final fue él quien rompió el
silencio.
—¿De qué hablas con el joven Jaime? He
oído que te dedicas a charlar con él por las tardes, en el puerto, y que pasáis
mucho tiempo juntos.
—Es un secreto entre él y yo.
Peter la miró con cierto cinismo.
—¿Un secreto? ¿No eres un poco
mayorcita para esas cosas?
—En absoluto. De hecho, tengo la
impresión de que tú mismo guardas muchos secretos que no quieres compartir
conmigo —dijo—. Como lo de Pamela, por ejemplo.
De inmediato notó su irritación. Deseó
no haber dicho nada. No en vano, recordaba lo que había sucedido la última vez
que se atrevió a nombrarla. Lo había sacado completamente de sus casillas.
—Ya te he dicho que mi relación con
ella no tiene nada que ver contigo.
—Sé muy bien lo que has dicho —espetó
enfadada—. ¿Qué te hace pensar que me interesa? Sé que es amiga tuya, y me
preguntaba si habrías pasado a visitarla cuando estuviste en Edimburgo. Sólo
intentaba charlar sobre algo, intentar ser una buena acompañante. ¿Es un crimen,
acaso? No es necesario que te quedes ahí, con todo ese humo saliéndote de la
cabeza.
Peter la miró durante unos segundos
antes de volver a concentrarse en la carretera.
Continuará...
Le saltan los celos a lali ! ja ja me encanta más!
ResponderEliminarUuuuu estaba súper mega atrasada en los CAP ...ya los LEI :) hahah esta buenísimo quiero massss q intrjga
ResponderEliminarlisto Peter es bipolar.. primero la halaga por lo linda que esta con el traje y no llegan a mas de besos por yo que se y ahora la trata asi??? q le pasa? o es bipolar o esta loco
ResponderEliminarquiero mas noveeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminaruiero que Lali le siga plantando cara a Peter, que no se deje manejar por sus malos humores >.<
ResponderEliminarespero
ResponderEliminary quiero
ResponderEliminarmas
ResponderEliminarN
ResponderEliminarO
ResponderEliminarE
ResponderEliminarL
ResponderEliminarA
ResponderEliminarLA actitud d Peter está desconcertando a Lali,no digamos a mi ,k ya me tiene ,al borde d darle un buen sopapo.
ResponderEliminarUnas veces parece k la encumbra ,y otras la ignora.
ResponderEliminarEsa actitud ,me hace pensar k el se debate entre el deseo k le demuestra, y el amor k no demuestra.
ResponderEliminarBien ahí LAli! ,k aunque sepa como se pone cuando le pregunta x Pamela,k ya empiezo a sospechar k no existe, y es un barco,jajaja,ya alucino.ella no se deja e intenta k el hable d ella ,una y otra vez.
ResponderEliminar