viernes, 21 de septiembre de 2012

"Llegada del Mar" Capítulo 27 y 28


Hola, como andan?
Subo rapidin, porque me siento más o menos :/
El capítulo de hoy va dedicado para Flopy Musa primera en firmar! :)
Además de una mención especial para Inma, quien fue la que más firmó
Espero que disfruten del capítulo de hoy!
Besos
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Lali, se levantó pronto, corrió un rato por la playa y se duchó. Cuando estaba a punto de terminar el desayuno en la cocina, la señora Belén le comunicó que Peter quería verla en la biblioteca.
Lali miró al ama de llaves, sorprendida. Peter había pasado los últimos cinco días en Bruselas, asistiendo a una conferencia de pesca de la Comunidad Europea.
—Pensé que no regresaba hasta mañana.
—Ya sabes cómo es. No le agrada tener que reunirse con esos burócratas, con sus trajes y sus formalismos. Seguramente los habrá obligado a trabajar a destajo para poder regresar cuanto antes —dijo, mientras se servía otra taza de té—. Llegó a las cuatro de la madrugada y ha estado trabajando en la biblioteca desde entonces.
Lali se levantó, intentando convencerse de que no tenía motivos para estar nerviosa. Cuando se marchó se sintió aliviada, pero su alegría duró bien poco. Echaba de menos su carácter imprevisible, el no saber nunca si iba a besarla de forma apasionada o dulce. Aquellos momentos de sensibilidad equilibraban con creces sus posibles enfados, pero, a pesar de todo, no se sentía segura.
Antes de entrar en la biblioteca se detuvo para mirarse en el espejo. Se arregló un poco el pelo, decidió que no había nada que pudiera hacer, y llamó a la puerta antes de entrar.
En cuanto lo vio, su sonrisa desapareció. Parecía no haber dormido en toda la noche. Estaba sentado en su escritorio, redactando un informe. Dejó el bolígrafo a un lado y sonrió con debilidad.
—Hola, Lali. Me había olvidado del maravilloso aspecto que tienes por las mañanas.
—No te preocupes por mi aspecto. ¿Qué diablos has estado haciendo? Pareces cansado.
—Sí. ¡Malditos burócratas! Me gustaría verlos en un barco en mitad de una galerna. Así se borrarían las estúpidas sonrisas de sus rostros y se olvidarían de sus estúpidas normas y regulaciones sobre pesca —declaró, mientras se servía una copa de whisky—. En fin, no me pasa nada que un buen trago y unas cuantas horas de sueño no puedan reparar.
—¿Puedo hacer algo para ayudarte? —preguntó con rapidez—. ¿Quieres que te ayude con tus notas? Puedo taquigrafiar cualquier cosa que quieras dictarme.
Peter hizo un gesto hacia una caja blanca que había junto a la mesa.
—Tu vestido ha llegado. El que te pondrás el día del Gran Lanz. Pruébatelo para ver si te queda bien. De lo contrario, devuélvelo.
Lali tomó la caja y se dirigió hacia la salida, pero Peter la detuvo.
—¿Adónde vas?
—A mi dormitorio, por supuesto —contestó sorprendida.
A pesar de estar agotado, los ojos de Peter brillaron con malicia.
—No hay razón para que sientas vergüenza. Ya conozco las maravillas que esconde tu cuerpo. Puedes ponértelo aquí.
—¿Mientras me espías, sentado? —preguntó.
—Yo no espío, admiro. Como un amante del arte que admirara un cuadro de Rubens. ¿Quieres que te ayude a desvestirte?
—No, de eso nada. Quédate dónde estás —le ordenó. Abrió la caja. El vestido estaba doblado entre un montón de papel de envolver. Lo sacó. Era una prenda exquisita, de pura seda de color verde.
—¡Es fabuloso! ¡Es absolutamente maravilloso! Pero no tiene cintas en los hombros. Nunca había tenido algo así.
—No necesitas tirantes para que se sostenga —comentó—. Tienes lo suficiente.
Lali dejó el vestido sobre una butaca, de forma casi reverencial. Le dio la espalda y se quitó la ropa hasta quedarse en ropa interior. Luego se deshizo del sujetador y lo dejó a un lado antes de ponerse el vestido. Subió la cremallera y arregló un poco la parte de arriba. Cuando se aseguró de que no podía bajarse, dejándola en ridículo, se dio la vuelta para que la contemplara.
Peter estaba sentado en el escritorio. Sus ojos verdes la contemplaron en silencio, hasta conseguir inquietarla. Su expresión no denotaba sentimiento alguno.
—¿Y bien? ¿Qué sucede? ¿No te gusta? No te quedes ahí, mirándome. Di algo.
Al final consiguió que reaccionara. Peter sonrió e hizo un movimiento con las manos.
—Hay ciertos momentos en los que sobran las palabras. Y éste es uno de ellos.
—Entonces, ¿te gusta?
—Sí, Lali, me gusta mucho —contestó, antes de terminar su bebida y de levantarse—. Te queda muy bien, pero le falta algo.
Entonces caminó hacia la caja y sacó una cosa en la que no había reparado. Era una preciosa cinta de color azul oscuro y verde.
—Debes ponértelo sobre el hombro, en diagonal, y atarlo a la cintura. Necesitarás un broche, pero lo compraremos en Inverness.
Peter le puso la cinta en su sitio y se apartó un poco para poder admirarla. Luego, poco a poco, fue acercándose de nuevo.
El corazón de Lali comenzó a latir más deprisa.
—Tendré que hacerme algo en el pelo. Es un desastre. Creo que debería cortármelo y…
—No te atrevas a hacerlo. Me gustas tal y como estás.
Como para demostrárselo, empezó a acariciarle el cabello a la altura de la nuca, descendiendo después hacia sus hombros desnudos. La besó en los labios y después jugueteó con su oreja.
—Las criaturas marinas como tú son tan adorables que sólo necesitan un cepillo.
Lali se estremeció en sus brazos mientras la besaba en el cuello, despertando un mar de emociones en su cuerpo. Entonces notó que sus dedos intentaban bajar la cremallera del vestido, y se apretó contra él, conducida por un urgente deseo aumentado por su propia excitación.
Peter gimió y se apartó de ella a regañadientes. En su mirada podía leerse perfectamente que estaba haciendo un esfuerzo para controlarse.
—Tienes trabajo que hacer —dijo Lali—, y te estoy interrumpiendo. Creo que será mejor que me vaya ahora.
Durante unos segundos pareció que Peter iba a elegir la opción del placer, por encima de los negocios. Pero al final suspiró.
—Sí, tienes razón. Será mejor que termine ese maldito informe para que pueda enviarlo. Corre a ver a la señora Belén, para ver si le gusta el vestido. Su consejo en estos asuntos es siempre mejor que el mío.
Lali recogió la ropa y salió de la habitación. Para entonces, Peter ya estaba concentrado de nuevo en su trabajo.
Cerró la puerta de la biblioteca a su espalda y se detuvo para tranquilizarse un poco, hasta que desapareció su rubor y su corazón recobró el ritmo habitual. Después, avanzó hacia la cocina. Unos días antes pensaba que Peter tendría que atarla de pies y manos si pretendía que asistiera al Gran Lanz, pero gracias al vestido estaba tan entusiasmada con la idea como un niño con zapatos nuevos. Además, el recuerdo de sus besos bastaba para convencerla de que tal vez se hubiera enamorado de ella. Sin embargo, y a pesar de todas sus ilusiones, nada había cambiado; tenía la impresión de que más tarde o más temprano algo haría que bajara de las nubes, y no precisamente con suavidad.
La señora Belén demostró tanto entusiasmo como Peter. Le gustó mucho el color. Inclinó la cabeza y la observó durante unos segundos antes de asentir, satisfecha.
—Te quedará muy bien con el collar. Serás la mujer más bella del baile.
—¿Qué collar? —preguntó, sin comprender nada.
—El collar de esmeraldas de Lanzani —contestó con inocencia—. ¿No te lo ha enseñado aún?
Lali se encogió de hombros.
—No. Mencionó un broche para la cinta, pero no dijo nada sobre un collar.
—En realidad se trata de una gran esmeralda rodeada por diamantes. Ha sido de la familia durante muchas generaciones. Y es tradición que el jefe del clan lo ponga en el cuello de la mujer con la que quiere casarse. Estoy segura de que esperará hasta el Gran Lanz antes de hacerlo —dijo, pensativa—. Aunque me sorprende que no te haya dicho nada. Lo guarda en la caja fuerte de la biblioteca.
—Probablemente se habrá olvidado —dijo Lali—. Está muy cansado.
—Sí, supongo que tienes razón.
Lali sabía que la razón por la que no había dicho nada era bien distinta. Pensó que lo guardaba para otra persona. Para Pamela.

Capítulo 28
Una hora más tarde, vestida con unos vaqueros y un anorak, bajó por las escaleras y se detuvo un momento ante la biblioteca. Llamó a la puerta y entró. Peter se había quedado dormido sobre el escritorio. Entró caminando de puntillas y lo observó en silencio, dominada por una extraña mezcla de ternura y de enfado. Tomó una pequeña manta que había sobre el respaldo del sillón y se la pasó por encima de los hombros, con mucho cuidado para no despertarlo. Después se marchó y cerró la puerta.
Desconsolada, caminó hacia la bahía, deseando que la señora Belén no hubiera dicho nada sobre el collar. De aquel modo no habría empezado a pensar en Pamela. No había mencionado su nombre desde la discusión que mantuvieron en el bar del hotel; de hecho, había pasado por la casa de Cristina para disculparse, y cuando su amiga quiso continuar la conversación que habían dejado a medias Lali levantó la mano y sonrió.
—No, Cristina, no quiero saber nada sobre Pamela. No estoy interesada en ella.
Cristina asintió con alegría.
—Me alegro mucho, Lali.
Pero ahora, cuando el día del Gran Lanz se aproximaba, cada vez le resultaba más difícil apartar aquellos pensamientos de su cabeza. Aún no conocía a Pamela, pero no podía dejar de pensar en ella.
Supuso que sería preciosa y que siempre iría perfectamente vestida, como correspondía a alguien que hacía gala de su sangre azul, alguien que resultaba en extremo conveniente para el clan. Poseía todas las cualidades que Peter esperaba de su mujer. Y nadie se atrevería a poner en duda sus decisiones. Se las arreglaría para convencer a Cristina de una u otra manera.

Como consecuencia del informe que había escrito Peter, y de una llamada telefónica que recibió del ministerio de pesca, tuvo que dedicar mucho más tiempo del previsto a sus negocios. Las reuniones en Edimburgo y en Bruselas lo mantenían muy ocupado, porque tenía que defender los derechos de los pescadores de la costa oeste ante la comisión europea.
Cuando finalmente consiguió librarse de sus obligaciones, sólo faltaba una semana para el Gran Lanz.
—Hoy iremos a Inverness, Lali —le informó durante el desayuno—. Ponte algo más formal que los vaqueros y los jerseys, para variar.
El día había amanecido luminoso y cálido. Lali esperaba pasarlo como siempre, nadando y tomando el sol en la playa. Pero no se quejó. Decidió que Peter ya había tenido demasiados problemas e intentó demostrar entusiasmo.
—¡Magnífico! Será maravilloso regresar a la civilización aunque sólo sea durante unas horas.
Los ojos verdes de Peter se clavaron en ella. Apartó la taza de café que estaba tomando y se levantó.
—Voy a echar un vistazo al coche. No tardes demasiado.
Lali subió al dormitorio y decidió ponerse una falda de color claro con una camisa verde oscuro.
Transcurridos unos minutos salió de la casa. Peter ya había sacado del garaje el vehículo del que tanto se enorgullecía y estaba comprobando el aceite. Se trataba de un Jaguar de color azul oscuro que brillaba bajo la luz del sol.
—¡Es un viejo Jaguar de la clase E! —exclamó Lali, asombrada.
Peter levantó la mirada, sorprendido por sus conocimientos automovilísticos.
—¿Cómo es que sabes tanto de coches?
—Mi ex jefe tenía uno igual. Se preocupaba más por él que por su esposa.
—Ya veo. Mujeres y coches caros. A veces resulta una elección difícil para un hombre.
—Bueno, supongo que eso depende de la emoción que se esté buscando —comentó con acidez.
Lali entró en el vehículo y se ajustó el cinturón de seguridad antes de acomodarse en el amplio asiento de cuero.
En circunstancias normales, era la peor copiloto del mundo. Siempre había sido una de aquellas neuróticas que se pasaban la vida alertando sobre posibles peligros o intentando pisar un freno hipotético cuando consideraba que conducían con demasiada rapidez. Pero con Peter era distinto. Conducía como un verdadero profesional, como si fuera una simple extensión mecánica del poderoso vehículo. Y mientras avanzaban por las carreteras de Puerto Lanzana se sentía completamente a salvo.
Tras unos cuantos kilómetros en silencio, que dedicó a admirar la belleza del paisaje, Lali se atrevió a intentar iniciar una conversación.
—¿Cómo es Inverness?
—Un lugar lleno de gente y bastante limpio. Hay buenos hoteles, muchos bares, restaurantes, cines, discotecas y teatros. Todas esas cosas que echas tanto de menos.
Lali frunció el ceño ante su tono de reproche.
—¿Qué te hace pensar que las echo de menos?
Peter no apartó la vista de la carretera. Ni siquiera se molestó en contestar. Lali pensó que le había molestado la pregunta, y que tal vez no mereciera la pena hablar con un hombre tan obstinado.
Estuvo en silencio durante muchos minutos, al cabo de los cuales lo miró con incertidumbre.
—Al decir que estaría bien regresar a la civilización no pretendía insultar a Puerto Lanzana, ni a sus habitantes. De hecho, me gustan mucho. En cierto modo han ido entrando en mi corazón, poco a poco.
Lali observó su perfil para ver si sus palabras lo afectaban, pero no obtuvo nada, salvo un rostro pétreo.
Se cruzó de brazos. Si no quería creerla, no tenía forma alguna de convencerlo de que le gustaba vivir allí. Empezaba a conocer a los habitantes más a fondo, y con algunos mantenía una relación bastante personal. Tal vez se debiera a que vivían en contacto con la naturaleza, en un mundo donde los vientos y el clima eran más importantes que los relojes, pero siempre podían detenerse para charlar amistosamente con cualquiera.
En cuanto a Peter, comprendía su enfado. Puerto Lanzana era su dominio, y sin querer había herido su orgullo. Pensó que sería muy capaz de abrir la puerta del coche y arrojarla.
Pero al final fue él quien rompió el silencio.
—¿De qué hablas con el joven Jaime? He oído que te dedicas a charlar con él por las tardes, en el puerto, y que pasáis mucho tiempo juntos.
—Es un secreto entre él y yo.
Peter la miró con cierto cinismo.
—¿Un secreto? ¿No eres un poco mayorcita para esas cosas?
—En absoluto. De hecho, tengo la impresión de que tú mismo guardas muchos secretos que no quieres compartir conmigo —dijo—. Como lo de Pamela, por ejemplo.
De inmediato notó su irritación. Deseó no haber dicho nada. No en vano, recordaba lo que había sucedido la última vez que se atrevió a nombrarla. Lo había sacado completamente de sus casillas.
—Ya te he dicho que mi relación con ella no tiene nada que ver contigo.
—Sé muy bien lo que has dicho —espetó enfadada—. ¿Qué te hace pensar que me interesa? Sé que es amiga tuya, y me preguntaba si habrías pasado a visitarla cuando estuviste en Edimburgo. Sólo intentaba charlar sobre algo, intentar ser una buena acompañante. ¿Es un crimen, acaso? No es necesario que te quedes ahí, con todo ese humo saliéndote de la cabeza.
Peter la miró durante unos segundos antes de volver a concentrarse en la carretera.

Continuará...

17 comentarios:

  1. Le saltan los celos a lali ! ja ja me encanta más!

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  2. Uuuuu estaba súper mega atrasada en los CAP ...ya los LEI :) hahah esta buenísimo quiero massss q intrjga

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  3. listo Peter es bipolar.. primero la halaga por lo linda que esta con el traje y no llegan a mas de besos por yo que se y ahora la trata asi??? q le pasa? o es bipolar o esta loco

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  4. uiero que Lali le siga plantando cara a Peter, que no se deje manejar por sus malos humores >.<

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  5. LA actitud d Peter está desconcertando a Lali,no digamos a mi ,k ya me tiene ,al borde d darle un buen sopapo.

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  6. Unas veces parece k la encumbra ,y otras la ignora.

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  7. Esa actitud ,me hace pensar k el se debate entre el deseo k le demuestra, y el amor k no demuestra.

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  8. Bien ahí LAli! ,k aunque sepa como se pone cuando le pregunta x Pamela,k ya empiezo a sospechar k no existe, y es un barco,jajaja,ya alucino.ella no se deja e intenta k el hable d ella ,una y otra vez.

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