Hola, como andan? Perdón por lo tarde, pero me quede pegada leyendo en Wattpad jejeje
El capítulo de hoy va dedicado para TODAS! jijij
Espero que lo disfruten.
Besos
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—Hablando de salvar vidas, el hombre
que salvó la tuya se encuentra allí, al fondo.
—¿El hombre del tractor? ¿El que me
encontró?
—En efecto, el viejo Gabriel.
Peter la llevó consigo. Se alejaron de
la barra del bar y se plantaron ante un hombre de sesenta y tantos años que
llevaba un viejo sombrero, algo destartalado.
Lali se presentó con una sonrisa.
—Así que usted es Gabriel, el
conductor de tractores que me encontró.
—En efecto, señorita —dijo, quitándose
el sombrero para expresar su respeto—. El mismo. Cuando la vi en las rocas, me
pegué un buen susto.
Ella se acercó un poco más y estrechó
su mano.
—Lo siento mucho. De no haber sido por
usted no estaría aquí —declaró, para dirigirse a Peter—. No te quedes ahí. Invita
a mi amigo a una copa. Y de buen tamaño.
Peter sonrió.
—Whisky, ¿verdad, Gabriel?
—Por supuesto —contestó el hombre, muy
contento—. Creo que me vendría muy bien.
Peter pidió un whisky doble de la
marca favorita de Gabriel y se llevó a Lali a un lado para poder hablar con más
intimidad.
—Cierta persona lleva quince minutos
esperándote en la calle. Quiero que salgas y que hables con él.
Lali lo miró, sorprendida.
—¿De quién se trata?
—De un admirador.
—Estás bromeando, ¿verdad?
Peter se encogió de hombros como si
todo aquello no tuviera nada que ver con él.
—No. Yo diría que empiezas a tener
bastante popularidad.
—Pues no estoy interesada en ser
popular —murmuró—. Creo que esperan demasiado de mí.
—Todo tiene un precio. Pero ahora sal
y habla con él. Hace mucho que espera.
—¿Por qué no ha entrado?
—Porque siente vergüenza —contestó—.
Si no vas a hablar con él ahora mismo tendré que sacarte yo.
—De acuerdo. No empieces otra vez.
Iré.
Con curiosidad, y algo nerviosa, salió
a la calle abriéndose paso entre la concurrencia. Pero no encontró a nadie en
el exterior. Decidió que había sido una broma de Peter, y estaba a punto de
volver al bar cuando de repente apareció un niño, que se aproximó a ella con
cautela.
Reconoció su pelo y el rostro pecoso
de inmediato. Se trataba del chico que le había llevado las zapatillas cuando
estaba en casa de Cristina. Sorprendida, sonrió.
—Hola. Eres Jaime, ¿verdad? ¿Querías verme?
El niño se miró la punta de los pies,
con nerviosismo, y al cabo de unos segundos le dio una caja con bombones de
chocolate.
—Esto es para ti. Es un regalo. Lo he
comprado con mi propio dinero.
—¿Para mí? —preguntó asombrada—. Es
muy amable por tu parte, Jaime, pero no debiste haberte molestado. De verdad,
no debiste…
Las cosas empezaban a escapar a su
control. Una cosa era que los habitantes del lugar intentaran homenajearla por
haber salvado una vida, y otra muy distinta que hasta los niños comenzaran a
darle regalos.
—Quería hacerlo. Mi padre me contó que
se lanzó al agua para salvarlo y que le ayudó a escapar de Cabo Negro.
—Oh, ya entiendo. ¿Eres el hijo de Carlos
Zambrano?
—Sí. Si no te gusta el chocolate,
puedo cambiar los bombones por otra cosa.
Lali estaba emocionada. Deseaba
abrazarlo, pero sabía que a los niños de su edad les molestaban ciertas
demostraciones de afecto. Probablemente sólo habría conseguido incomodarlo.
—Son mis bombones preferidos
—aseguró—. Los guardaré para comérmelos más tarde.
Jaime suspiró aliviado.
—Sí, bueno… Entonces ya me marcho.
—No, espera un momento —dijo—. Me
gustaría pedirte un favor.
Miró a su alrededor para asegurarse de
que nadie los observaba, se inclinó sobre el niño y susurró a su oído algo que
sólo él pudo oír.
El chico sonrió.
—Sí, puedo hacerlo. Es fácil. De todas
formas, Cristina dice que eres especial y que debemos hacer todo lo que podamos
para ayudarte.
Lali cogió su mano y lo llevó hacia el
malecón del puerto.
—Sentémonos unos minutos y hablaremos
sobre ello.
Cuando regreso al establecimiento, Peter
estaba apoyado en la barra del bar, charlando con Cristina, que sonrió al
verla.
—Ya me han contado lo valiente que has
sido —dijo, observándola con sus ojos marrones—. ¿Puedes creerlo, Peter? ¡Es
tímida! Se ha ruborizado.
—¿Qué tal está tu dolor de cabeza? —preguntó
Lali—. ¿Mejor?
Cristina agarró su vaso de whisky y
rió.
—Sí, me encuentro perfectamente.
Lali dejó la caja de bombones sobre la
barra.
—Me alegra oírlo. Es una caja de
bombones que me ha regalado Jaime. Los compró con su dinero, aunque no me
parece bien. Probablemente se ha gastado toda la paga de la semana.
—No te preocupes por eso —dijo Peter—.
Le daré unos cuantos trabajitos para que pueda recuperar con creces su dinero.
La generosidad de Peter la emocionó.
Sin embargo, aún se sentía incómoda.
—Sería muy amable por tu parte, pero
no se trata de eso. Todo el mundo cree que soy especial. Jaime acaba de
decírmelo —dijo, notando que Peter fruncía el ceño.
—Es que lo eres —espetó Cristina—.
Eres muy especial.
—No es cierto. Y tú eres la culpable
de todo. Sé que lo haces con buena voluntad, pero has conseguido que esas
gentes crean todo tipo de cosas raras sobre mí.
Cristina miró a Peter con perplejidad.
El jefe del clan puso una mano sobre su hombro y dijo:
—Creo que deberías dejar que hablara
un rato a solas con ella.
—Muy bien, pero te aseguro que todo
saldrá bien —declaró Cristina—. Mis amigos me lo han dicho, y nunca se
equivocan.
Cristina se marchó entristecida. Lali
sintió cierta culpabilidad, y la mirada furiosa de Peter dejó bien claro que
iba a enfrentarse a un pequeño problema. Tuvo que hacer un esfuerzo para no
correr tras su amiga para disculparse.
—Bueno, ya la has oído —dijo, por
decir algo—. Sigue empeñada en que todos esos cuentos de hadas son ciertos.
—Te has excedido con ella —observó, controlando
su enfado a duras penas.
Lali recordó sus advertencias. Recordó
que no debía molestar a Cristina ni a ninguna otra persona con sus comentarios.
Sin embargo, desde la noche anterior estaba decidida a obtener algunas
respuestas, y el fracaso de su conversación con la dueña de la casa de la
colina no la había descorazonado. Lo miró directamente a los ojos antes de
continuar.
—Sólo te preocupa el humor de Cristina.
Y yo tengo que seguir con esta farsa.
—¿Qué farsa? —preguntó.
—Pretender que soy tu prometida. ¿Por
qué continúas con ella cuando pretendes casarte con Pamela?
Peter entrecerró los ojos.
—Ya te he dicho que no…
—Que no es asunto mío, lo sé. Pero te
equivocas. Estoy cansada de que Cristina y tú me utilicéis como si fuera un
peón de ajedrez. Resulta evidente que pensabas casarte con Pamela, hasta que
aparecí.
—Muy bien, continúa —dijo él—. Pero
quiero saber con quién has estado hablando a mis espaldas.
Lali no estaba dispuesta a dejarse
amenazar.
Capítulo 26
—Con nadie en particular. Pero he sabido
que Pamela te visita con cierta frecuencia, y no lo haría si no tuviera una
buena razón, si no disfrutara con ello. No soy estúpida. Soy tan inteligente
como cualquiera y sé cuánto son dos y dos.
—Sí, claro. Y ahora resulta que dos y
dos suman cinco —murmuró.
—Debes admitir que ha sido algo
bastante evidente desde el principio. Cuando me viste por primera vez, no
pudiste ocultar tu desagrado. Le prometiste a Cristina que cuidarías de mí,
pero dejaste claro que tenías otros planes —dijo, retándolo con la mirada—.
Pensabas casarte con Pamela, ¿verdad? Y aún sigues pensándolo. No te has
librado de mí porque temes herir los sentimientos de Cristina.
—Sigue, sigue, no pares —dijo él, con
ironía—. Resulta fascinante observar cómo funciona tu mente.
El enfado de Lali se convertía poco a
poco en amargura.
—Ni siquiera te molestas en negarlo
—sentenció, deprimida.
Peter se encogió de hombros.
—De acuerdo, lo niego todo. ¿Te
sientes mejor ahora?
—Me sentiría mejor si lo dijeras en
serio.
—De modo que ahora me acusas de ser un
mentiroso. ¿Olvidas con quién estás hablando?
—Cómo voy a olvidarlo —se preguntó,
irritada—. No dejas de recordármelo todo el tiempo.
—Y parece que tendré que seguir
haciéndolo. No estás en posición de cuestionar lo que haga.
—Precisamente me quejo por eso. Sólo
soy un peón en tus manos, y supongo que será mejor que no lo olvide.
—¿Y no preferirías ser una reina?
—preguntó con una sonrisa sarcástica.
—No. Preferiría que el juego terminara
de una vez para poder marcharme de aquí.
—¿Qué harías entonces? ¿Seguir
corriendo hasta que volvieras a toparte con un problema? Es la historia de tu
vida, ¿no es verdad?
Lali se mordió el labio inferior y
apartó la mirada hasta que él la agarró por los hombros.
—Ya estás comportándote otra vez con
esa obstinación que te corroe por dentro. ¿No se te ha ocurrido pensar que yo…?
¡No, maldita sea! No te debo ninguna explicación. Tendrás que confiar en mí.
—¿Confiar en ti? —se preguntó, con
resentimiento—. ¿Por qué debería hacerlo?
—Porque yo te lo pido —contestó,
soltándola—. Ninguna relación puede sobrevivir sin respeto y confianza. Hay
ciertas cualidades que exijo en cualquier mujer.
—Yo pensaba que sólo te interesaba el
sexo.
—El sexo sólo es la mitad de una
relación. Sé que nos llevamos bien en la cama, pero no es suficiente. No he
tenido que discutir mis acciones, ni he tenido que explicarme ante nadie hasta
ahora, y no tengo ninguna intención de empezar. Tendrás que confiar en mí. No
vuelvas a preguntarme nada acerca de Pamela.
—Siempre pensé que en una relación
normal los hombres y las mujeres tenían los mismos derechos. Siempre pensé que
podían sentarse a charlar sobre cualquier cosa, de una forma civilizada. Y sin
embargo, me pides que confíe en ti cuando resulta evidente que esa confianza no
es recíproca. Pretendes guardarte todos tus secretos.
—Eso es cierto —reconoció—. Pero la
nuestra no es una relación normal. Nos hemos conocido por el capricho del
destino.
—Más que conocernos, yo diría que
hemos colisionado —puntualizó.
Peter sonrió con frialdad.
—Llámalo como quieras, pero tendremos
que acostumbrarnos —dijo, observándola desde la altura de sus ojos verdes—. ¿Y
bien? Debes contestarme. ¿Confiarás en mí o te pido demasiado?
Lali deseaba confiar en él,
desesperadamente. Su corazón la empujaba a contestar de forma afirmativa, pero
su inteligencia le dictaba todo lo contrario. Era consciente del alto precio
que había tenido que pagar en el pasado al confiar de forma ciega en los demás.
No podía negar que Peter no se parecía en nada a nadie que hubiera conocido,
pero en realidad no sabía nada sobre él.
Intentó encontrar la respuesta en la
profundidad de sus ojos verdes. Y al cabo de unos segundos asintió, decidida a
arriesgarse ocurriera lo que ocurriera.
—Sí, Peter, confiaré en ti. Que Dios
me ayude si me equivoco, pero confiaré en ti.
Continuará...
Holaa ME Encanto Primer CVomentario Estubve Todo ElDia Fijandome Si Habias EscritoMe Ecanto Seguilaaa
ResponderEliminarMe encanta como lali enfrenta a peter!!! Más!
ResponderEliminarel le pide confianza cuando el no confia en ella y le cuenta la dichosa relacion que mantiene con Pamela??? no es justo!
ResponderEliminarpero Lali no puede seguir negando que esta demasiado enamorada de el, y que si le dijo que confia en el es porque no tiene pensamiento alguno de irse =)
espero mas nove BESOS!!!!!!
PD: perdon por no firmar ayer,, pero ni siquiera encendi el ordenador tuve un dia movidito. BESOS!!! y espero mas MUACKS <3
Par mi Peter se está ocupando d lo k le pasaba cuando saltó del barco ,para asegurarse d k todo estuviera bien y LAli no corra peligro.
ResponderEliminarLe pide k confíe en el ,pero como es el jefe no le gusta dar explicaciones,si le hablara a LAli d la palmera ,ella se sentiría más relajada ,y no tendría dudas en confiar en el.aunque ahora haya decidido hacerlo.
ResponderEliminarFeliz día internacional d LA PAZ.
ResponderEliminarmuchas PALMERAS ultimamente en las nvoes jajaja y ninguna traen na bueno jajajja
ResponderEliminarconfianza... en eso se basa una relacion pero debe ser MUTUA! el no le puede pedir confianza a ella cuando el no se la ofrece, no confia en ella sino ya le habria explicado lo de Palmera
ResponderEliminarQUIERO
ResponderEliminarN
ResponderEliminarV
ResponderEliminarL
ResponderEliminarA
ResponderEliminarespero mas noveeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarquiero mas de verdad que esta INCREIBLE
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