domingo, 16 de septiembre de 2012

"Llegada del Mar" Capítulo 22 y 23


Hola, como andan?
Perdón por la desaparición ayer...llegaron unos familiares, además que tuve un cumple años y llegue un poco más tarde de lo esperado...
Capítulo dedicado para ruizirene897 primera en firmar, e Inma, quien fue la que más firmó!
Espero que disfruten los capítulos de hoy!
Besos
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—Hasta ahora lo has hecho muy bien. No dejes que tu mal carácter lo estropee todo.
—No tengo mal carácter —protestó—. O no lo tenía hasta que te conocí.
—Hasta que me conociste tampoco eras una mujer completa —le recordó—. Pero has aprendido deprisa. Aún hay esperanzas.
Lali supuso que aquello era lo más parecido a un cumplido que escucharía de sus labios.
—De acuerdo —suspiró—. Vamos a visitar a tus preciosos peces.
—Aún no —dijo, mirando el reloj—. Tengo que hacer unas cuantas gestiones en la oficina del puerto. Reúnete conmigo allí, dentro de una hora, e iremos a comer al hotel antes de zarpar.
—¿Y qué se supone que voy a hacer durante una hora, sola? —preguntó—. ¿Sentarme en el malecón?
—No. Puedes demostrar cierta iniciativa y ser sociable. Hay mucha gente en el pueblo. Ya te conocen, y se detendrán a charlar contigo a poco esfuerzo que hagas. Al menos intenta demostrar cierto interés por su forma de vida.
Lali abrió la boca para protestar, pero no tuvo tiempo porque Peter se alejó de inmediato. Durante unos segundos permaneció allí, irritada, con los puños apretados. Se preguntó qué había querido decir con aquel último comentario. Tal vez creyera que era una típica esnob de ciudad. Le interesaba la vida de la gente. Le interesaba todo el mundo. Siempre había intentado demostrar sensibilidad con sus amigos y con la gente que no conocía. Precisamente su problema radicaba en que era demasiado amistosa en ocasiones, demasiado ingenua, demasiado confiada. Resultaba fácil aprovecharse de ella.
Caminó hacia la calle principal, y cuando llegó, miró a ambos lados sin saber muy bien qué hacer. Ni siquiera había un café donde pudiera sentarse a tomar algo. El bar del hotel aún no estaba abierto.
Sonrió a las personas que pasaban, pero no se le ocurrió ninguna excusa para detenerlos y charlar. Entonces se dio cuenta de que era la segunda vez que Peter la colocaba en aquella tesitura. La noche anterior, durante la fiesta, la había dejado sola. Por fortuna, Ingrid había salido en su rescate.
Y de repente, encontró la respuesta. Podía ir a la casa de Cristina, a la casa que se encontraba en lo alto de la colina. De todas formas tenía intención de visitarla para buscar unas cuantas respuestas a ciertas preguntas que la preocupaban. Aquella era una oportunidad ideal.
La puerta de la casa estaba abierta, intentó llamar de todos modos, pero una voz conocida la invitó a entrar.
—Pasa, Lali.
Cristina estaba sirviendo dos tazas de té. Una vez más, Lali se estremeció.
—¿Cómo sabías que era yo, Cristina?
—Estaba en el jardín hace unos minutos y vi que subías por la colina.
—Oh —sonrió, sintiéndose completamente idiota.
Cristina la observó con simpatía.
—Ese chándal parece muy cómodo. ¿Crees que me quedaría bien algo parecido? —rió, sin esperar una respuesta—. Sinceramente, lo dudo. Creo que seguiré con mis viejas ropas.
Inclinó la cabeza y la miró directamente a los ojos antes de sonreír y añadir:
—Hay algo distinto en ti, Lali. Has cambiado.
—¿Cambiado? ¿En qué sentido?
—Digamos que pareces más madura —rió de nuevo—. Pero no te sientas avergonzada. He notado esa expresión en otras jóvenes muchas veces. No saben que está ahí, pero yo puedo verla. En fin, siéntate, tómate el té y cuéntame qué te preocupa.
—¿Qué te hace pensar que me preocupa algo?
—Oh, nada. ¿Dónde está Peter?
—En el puerto.
Cristina asintió.
—De modo que has aprovechado la oportunidad para visitarme. Bueno, me siento muy honrada —dijo, mientras liaba un cigarrillo—. He oído que estuviste en la fiesta anoche. ¿Te divertiste?
—Sí —admitió—. No lo esperaba, pero me divertí mucho. La gente del lugar parece disfrutar con las diversiones.
—Si, cualquier excusa sirve para disfrutar de una buena copa y un buen baile —rió, encendiendo el cigarrillo—. Me alegra saber que las cosas marchan bien entre Peter y tú. A veces puede ser muy obstinado, pero es un buen hombre. No lo hay mejor.
Lali pensó que aquella conversación no conducía a ningún sitio, de modo que apartó la taza de té, respiró profundamente y dijo:
—He mentido. Hay algo que me preocupa. Necesito saber qué está ocurriendo aquí, Cristina. He venido porque eres la única persona que puede darme las respuestas que necesito.
Cristina sonrió con amabilidad.
—Es natural que estés confundida. Ya te dije que necesitarías tiempo para acostumbrarte.
Lali suspiró.
—No tiene nada que ver con acostumbrarme. Hay muchas cosas que no comprendo. Si Peter quiere casarse, ¿por qué no ha elegido a una chica del lugar? Tendría dónde escoger. Anoche conocí a muchas chicas más atractivas que yo, e igualmente capaces.
—¿Es eso lo que te preocupa? Pensé que lo sabías. La novia del jefe del clan debe llegar del mar. Tiene que…
Lali movió la cabeza en gesto negativo, impaciente.
—Por favor, no empieces a hablar de leyendas y cosas por el estilo. Sé que su madre y su abuela llegaron del mar, pero sólo es una coincidencia.
Cristina permaneció unos segundos en silencio, hasta que al fin se explicó.
—Peter no puede casarse con una mujer del clan. Debe desposar a una extraña. Es una ley del clan que no ha cambiado durante cientos de años. Sólo somos un pequeño clan de esta parte del país. Nuestros antepasados decidieron que los jefes del clan se casaran con forasteras para que el aislamiento no empobreciera la vida de la gente. La mezcla cultural y racial mejora a las personas —sonrió—. A mí me parece una simple cuestión de sentido común.
Lali la miró, en silencio.
—Hay algo que no has mencionado, ¿verdad? Algo acerca de que la novia debe ser merecedora de tal posición. Peter no deja de repetirlo.
—¡Pero tú eres merecedora! Puedo asegurarte que…
—Peter no está de acuerdo —interrumpió con frialdad—. O al menos, tiene serias dudas. No creo que tenga intención de casarse conmigo, Cristina.
La anciana la miró sorprendida.
—¿Cómo puedes decir algo así? Por supuesto que se casará contigo. Sólo está preocupado por…
—¿Quién es esa Pamela de la que tanto he oído hablar?
—¿Pamela?
—Sí, Pamela —repitió impaciente—. No hay nada que le impida casarse con ella, ¿no es cierto?
De repente, Cristina se llevó una mano a la cabeza y vaciló como si le doliera algo. Lali pensó durante un momento que sólo se trataba de un truco para no contestar, pero estaba tan pálida que comprendió de inmediato que era sincera.
—¿Cristina? ¿Te ocurre algo? No pretendía molestarte.
—No te preocupes, estoy bien —contestó, sonriendo con debilidad—. A veces me duele la cabeza y tengo la impresión de que voy a desmayarme ¿De qué estabas hablando?
—No importa. Tranquilízate un poco mientras te sirvo un té.
—No, ahora lo recuerdo. Querías saber qué sucede con Pamela. ¿Has hablado sobre ello con Peter?
—Si y me dijo que no era asunto mío.
Cristina asintió, pensativa.
—Ya veo. Bueno, si no quiere hablar sobre ella debe tener una buena razón y en tal caso no debería…
De repente dejó de hablar. Abrió los ojos de golpe y su mirada pareció perderse en algún punto lejano.
Esta vez Lali se alarmó seriamente.
—¿Cristina? ¿Cristina? ¿Quieres que llame a un médico?
Cristina estaba aferrada a la mesa, con tal fuerza que tenía los nudillos blancos Un extraño sudor cubría su rostro Se inclinó sobre ella y la miró parecía en trance. Pensó que tal vez debería tumbarla en la cama Tenía la impresión de que ella había provocado aquel estado en su amiga. Sospechaba que guardaba alguna relación con sus preguntas.
—¿Cristina? Por favor habla conmigo Por favor di algo.
Llevó las manos a su muñeca e intentó tomarle el pulso. Debía pedir ayuda. Tal vez se tratara de un ataque al corazón.
De repente salió de su trance y dijo en un tono de voz profundo y extraño:
—El Starlin.
—Tranquilízate Descansa y…
Cristina la agarró del brazo con fuerza.
—Debes darte prisa. El Starlin… Cabo Negro… Díselo a Peter.
—Pero está en el puerto.
—Sí, sí. ¡Por Dios, corre!
Lali no perdió el tiempo discutiendo. El tono de voz de Cristina hizo que reaccionara. Corrió hacia la puerta y después de mirarla por última vez bajó a toda velocidad por la colina, hacia el pueblo.


Capítulo 23


Cuatro minutos más tarde llegaba a la oficina del puerto, agotada. Entró con tal desesperación que Peter se dio la vuelta y frunció el ceño.
—¿Pero qué diablos sucede?
Lali se detuvo ante él, intentando respirar. Él la abrazó por los hombros.
—Tranquila, no te asustes. Ya estás a salvo.
—No soy yo —acertó a decir—, sino Cristina. Algo le ha pasado. Me ha pedido que viniera a avisarte. Ha dicho que el Starling está en peligro, en Seven…
—¿Cabo Negro?
Ella asintió.
—No sé qué quiere decir.
La expresión de Peter cambió de repente. Resultaba evidente que significaba algo importante.
—De acuerdo. Necesitaremos ayuda. Una vida puede estar en peligro. ¿Quieres venir conmigo o tendré que perder el tiempo buscando a otra persona?
Avalo lo miró, indignada.
—Si me conocieras tan bien como crees no harías preguntas tan estúpidas. Vamos.
El motor del Flamingo arrancó con un estruendo, y salieron del puerto a toda velocidad. El agua que salpicaba impedía la visibilidad desde la cabina, de modo que Peter puso en marcha los limpiaparabrisas, y le pidió a Lali que permaneciera cerca para que pudiera oírla.
—Hay un rollo de cuerda en el armario que tienes a tu espalda. Cógelo. Puede que lo necesitemos.
Lali obedeció.
—¿Se puede saber qué está pasando? ¿Quién está en peligro?
—Carlos Zambrano. Pesca langostas. El Starlin es su barco, y si se ha dirigido a Cabo Negro puede tener problemas. Tardaremos diez minutos en llegar, y espero que no sea demasiado tarde, porque no sabe nadar.
Lali lo miró, pensativa. Estaba en completa tensión, bien aferrado al timón del barco. Su aspecto de marino curtido parecía indicar que estaba dispuesto a navegar hasta el mismísimo infierno llevándola consigo. Se apretó contra él para llamar su atención.
—¿El Starlin no lleva radio a bordo?
—No, ya te lo he dicho. Sólo es un bote.
Lali quería preguntar algo más, pero no lo hizo. Sabía que en poco tiempo obtendría una respuesta. Si cuando llegaran no veían rastro de ningún navío, ni restos de un naufragio, la advertencia de Cristina sólo habría sido el producto de una mente enferma. Pero si lo encontraban, la cosa sería muy distinta.
Peter fue el primero en divisar la embarcación. Lali contempló las enormes olas que batían las rocas de la costa. Un hombre vestido con una gabardina amarilla intentaba mantener la embarcación a una distancia prudencial de los acantilados, remando desesperadamente.
—Se le ha debido averiar el motor —comentó Peter—. No va a resultar fácil rescatarlo. Tendré que acercarme a él por la popa, o la cuerda podría enredarse en nuestra hélice.
Peter colocó el barco en posición y dio marcha atrás. El barco avanzó lentamente. El ruido disminuyó en parte, de modo que aprovechó para explicarle la situación.
—No puedo dejar el timón, porque la corriente nos arrastraría hacia las rocas. Es imposible acercarse más —añadió, mirándola con detenimiento—. Tendrás que hacerlo tú. Espero que no vayas a hacer algo tan estúpido como caerte por la borda…
—Haré lo que pueda. Guárdate los comentarios sarcásticos y dime qué debo hacer.
—Toma la cuerda y átala a popa. Cuando lo hayas hecho, lánzala para que Carlos pueda amarrarla a la proa del Starlin.
—Muy bien. No te preocupes. Sabré cuidarme.
—Pues deja de hablar y hazlo —gruñó.
Lali agarró la cuerda y salió a cubierta, intentando mantener el equilibrio. Avanzó hacia la popa y ató la cuerda a un saliente de metal. Se aseguró de que el nudo era seguro y volvió a levantarse. Debía lanzar la cuerda. Si fallaba, tendría que recogerla de nuevo e intentarlo otra vez, pero no podía perder tiempo. No podía permitirse un error.
—¡Lanza la cuerda! —gritó Peter desde la cabina—. No tenemos todo el día…
Lali hizo caso omiso de su comentario y esperó a que llegara el momento adecuado. Las olas hacían que los barcos subieran y bajaran constantemente, de modo que tuvo que esperar hasta que pudo ver la pequeña embarcación. Entonces, actuó. La cuerda surcó los aires y fue a parar a los pies de Carlos.
Contenta, regresó a la cabina.
—¿Satisfecho?
—Sí —contestó con una sonrisa—. Lo has hecho muy bien, pero Carlos sigue teniendo problemas.
Lali miró a través de los cristales y comprendió de inmediato. Carlos había recogido la cuerda, pero su bote estaba a escasos metros de las rocas y no podía detenerse para atarla. Intentaba remar con todas sus fuerzas para evitar el desastre.
—¡No ha tenido tiempo de atarla! —exclamó ella—. ¿Por qué no se agarra a la cuerda y se olvida del bote?
—Porque es un cretino obstinado y no abandonará su embarcación hasta que se hunda —murmuró, observándola de nuevo—. Tendré que dejarte a cargo del Flamingo durante unos minutos.
Lali lo miró con incredulidad.
—¿Qué quieres decir con eso de dejarme a cargo? ¡No sé gobernar un barco! Y mucho menos teniendo en cuenta que el motor está marcha atrás. Dijiste que no podías abandonar el timón, porque acabaríamos en las rocas.
—Lo sé —admitió—, pero no tenemos otra opción. Tendré que nadar hasta su bote y asegurar la cuerda por él.
Peter le indicó que se acercara al timón y dejó en sus manos la responsabilidad del barco, que empezó, inmediatamente a retroceder hacia los acantilados.
—¡No puedo hacerlo!
—Sí, claro que puedes. Intenta recordar que…
—¡No puedo hacerlo! —exclamó de nuevo, enfadada. Pero Peter no hizo ningún caso. Se sentó en el suelo y empezó a quitarse los zapatos. No podía adivinar lo que Lali tenía en mente.
Pasó a su lado a toda velocidad y él intentó detenerla, sin éxito. Antes de que pudiera evitarlo, se había lanzado al mar de cabeza. Cuando salió a la superficie empezó a nadar tan deprisa como pudo hacia el Starlin, pensando que, en ciertas ocasiones, había que actuar sin pensárselo dos veces.
Carlos la miró con sincero asombro cuando subió al bote y se dejó caer sobre el montón de langostas. No tenían tiempo para presentaciones, de modo que se arrodilló, ató la cuerda a la proa de la pequeña embarcación y se levantó para hacerle una señal a Peter.
El Flamingo incrementó la velocidad hacia delante y arrastró al Starlin hasta que consiguió alejarlo de las rocas.
—Gracias a Dios —suspiró Carlos, dejando el remo a un lado—. Tú debes ser la Ladydark de la que todo el mundo habla. Es una suerte que aparecierais poco después de que se estropeara el motor.
Lali estaba helada y calada hasta los huesos.
—¿Dices que el motor se rompió justo antes de que llegáramos?
—Sí. No creo que hubieran pasado más de dos o tres minutos.
Lali se estremeció de nuevo y sonrió.
—Bueno, ya estás a salvo, que es lo que importa.
Cuando se alejaron lo suficiente de los acantilados, Peter paró los motores y esperó hasta que el bote se aproximó al barco. Después los ayudó a subir a bordo.
—¿Te encuentras bien, Carlos?
—Perfectamente, Peter —contestó el marinero—. El maldito motor se ha atascado. Posiblemente se ha roto una válvula.
—Te llevaré a puerto, pero tendremos que atar la cuerda a la proa y acortarla para que no se enrede en las hélices.
Lali alcanzó una manta que había en uno de los armarios y se la pasó por encima de los hombros mientras los dos hombres hacían lo necesario para regresar al pueblo.
En cuanto estuvieron en marcha, Peter se volvió hacia ella, enfadado.
—Si hubiera tenido tiempo, te habría colocado sobre mis piernas para darte una buena lección. Hiciste una tontería al saltar por la borda.
Lali lo miró en silencio mientras él continuaba con su diatriba.
—¿Qué diablos te ocurre? ¿Es que tienes la costumbre de lanzarte al mar con la intención de ahogarte?
—No me he ahogado.
—No, pero podías no haber sido capaz de llegar. En Cabo Negro la corriente es muy fuerte. Ya viste cómo arrastraba el bote de Carlos.
—Oh, deja de quejarte. Si no te preocupara tanto tu orgullo herido te darías cuenta de que hice lo único razonable que podía hacer.
—¡Razonable! —gruñó—. No sabes lo que significa esa palabra.
Aquello fue la gota que colmó el vaso.
—Te dije que no podía manejar el Flamingo, pero no me hiciste caso. Oh, no. No podías molestarte en escuchar.
—Podrías haberlo intentado.
—¿Y de qué habría servido? —preguntó—. Habría fallado y el barco se habría estrellado contra las rocas. Nos habríamos ahogado todos. No fue un acto estúpido, ni valeroso. Fue simplemente práctico.
Peter no dijo nada. Se limitó a mirar hacia delante.
Lali se quitó las zapatillas empapadas, notando que la estaba observando por el rabillo del ojo. Estaba dispuesta a lanzarle algo a la cabeza si intentaba discutir de nuevo.

Continuará...

16 comentarios:

  1. acá hay cosas buenas, pero hay copias literales y lo sabes... ojala se atrevieran a ser 100% originales.

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  2. Me encanta! Yo hubiera hecho lo mismo que Lali!
    Con ese acto esta empezando a demostrar que si es merecedora de casarse con peter ;)
    Me encanta que le haga la contra!

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  3. Bien por lali, demostrado que ella es capaz de hacer!!! Peter se preocupa pro ella ! Me encanta más!

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  4. Lali es la que merece casarse con Peter nadie más.
    @Masi_ruth

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  5. orgullo o miedo¿¿?? que es lo que le preocupa a Peter, no haber sido el quien rescato a Carlos, o que a Lali le hubiese pasado algo??

    me encanta!!! ella se esta haciendo valorar, no esta dejando que la pisotee

    quiero mas!!!!!!!
    PD: me parece que Lali va a tener que creer en las visiones de Cristina a partir de ahora

    masssss y gracias por subir dos caps =P

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  6. Lali se comporta ahí como una buena líder ,capaz d anteponer su persona en beneficio del salvamento ,no se ve capaz d manejar el barco ,pero si d nadar y poner a salvo a Carlos ,eso es lo k iba a hacer Peter,cuando la mandó k llevase el barco ,pero como siempre no escuchó a Lali,solo quería k lo obedeciera.

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  7. Más novela ,k ya estoy al día con todas ,jajaja.

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  8. en realidad no es que quiera, es que la necesito, yo quiero que le tire con un zapato en el coco (en la cabeza) jajajaja me encanta porque le esta poniendo los puntos sobre las "ies" a Peter, como decimos por aqui, le esta parando los pies... es lo que tiene que hacer, no dejarse pisotear por el

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  9. besos y gracias por aguantar mis comentarios jajajaj =) BESOTESSSSSSSSSSSSSSS

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