domingo, 30 de septiembre de 2012

"Llegada del Mar" Capítulo 36 y 37


Se lo merecen! jajaja espero que lo disfruten!
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Observó su reflejo en el espejo del dormitorio. Estaba pálida, y tenía los ojos enrojecidos. Se bajó la cremallera del vestido, que cayó al suelo. Lo recogió, lo colocó en el respaldo de una silla, y se puso el chándal.
Se tumbó en la cama, intentando despejarse, acallar los dolorosos latidos de su corazón traicionado. Oyó que comenzaba a sonar la música en el salón, y se llevó las manos a los oídos. Cerro fuertemente los ojos, pero la imagen de su rostro seguía allí, con una mirada de burla en los ojos verdes y los labios arqueados en una sonrisa cínica.
Un golpe en la puerta la sobresalto y se sentó en la cama. Volvieron a llamar con más insistencia. Debía ser él. Nadie más podía llamar con tanta fuerza.
Se levantó y gritó:
—¡Lárgate!
—¿Lali? Soy Peter ¿Qué te pasa? Déjame entrar.
—¡No! —gritó—. No estoy dispuesta a salir. Ya lo sé todo sobre ti. Lárgate y déjame en paz.
Peter giro varias veces el picaporte Después se hizo el silencio. Lali esperaba que tirase la puerta abajo. Al ver que no ocurría nada, se acercó con precaución y oyó que sus pasos se perdían en la distancia. Cuando estuvo segura de que se había marchado, caminó desconsolada hasta la ventana y se quedó mirando el pueblo. Iba a echar de menos la paz de aquel lugar, el precioso paisaje y la gente amistosa. Le habría gustado pasar allí el resto de su vida, pero había llegado el momento de enterrar su sueño roto.
El único consuelo que podía encontrar era que al menos le estaba negando el placer de humillarla en público. No soportaba la idea de que la hubiera estado utilizando con tanta sangre fría. Y, según Pamela, sólo era la última en una larga lista de víctimas. No comprendía cómo una mujer podía estar dispuesta a casarse con un hombre como él. Sabía lo difícil que resultaba olvidar los antiguos hábitos, y dudaba que un hombre con tal instinto depredador fuera a cambiar después de contraer matrimonio.
—¿Lali?
Se volvió sorprendida, y vio a Cristina en mitad de la habitación, con una sonrisa triste en el rostro.
Boquiabierta, miró la puerta y volvió a mirar a la anciana.
—¿Cómo has entrado? La puerta está cerrada con llave.
—No deberías confiar mucho en las cerraduras de esta casa. A veces funcionan, y a veces no.
—¿Te ha enviado Peter? —preguntó con desconfianza.
Cristina negó con la cabeza.
—Nadie me ha enviado. Pero Pamela está abajo, comportándose como el gato que ha cazado al ratón. Ha estado hablando contigo, ¿verdad?
—En efecto —respondió con amargura—. Me ha explicado cómo me habéis tomado el pelo entre todos.
La anciana la miró apenada.
—Nadie te ha tomado el pelo, cariño.
—¿No? ¿Qué hay de eso que llamabas fuegos fatuos? No es más que metano. ¿Lo vas a negar?
Cristina suspiró.
—Claro que es metano. Pero la magia es lo que hace que se encienda.
—Pues no fueron tus amigas las hadas. Fue alguien que tiró una colilla.
—Incluso si así fuera, ¿qué hizo que esa persona estuviera allí en ese momento?
Lali la miró frustrada.
—Mira, si has venido a convencerme para que baje, estás perdiendo el tiempo.
—Eso es algo que tendrás que decidir tú. De lo contrario no significaría nada. En lo que a Pamela respecta, es tan falsa como la cerradura de esa puerta. Yo no confiaría demasiado en lo que ha dicho.
Furiosa, Lali le volvió la espalda y se puso a mirar por la ventana en silencio. No quería hablar más sobre el tema. Sólo quería poner fin a aquella situación. Nadie, ni siquiera Cristina, iba a conseguir hacerla cambiar de idea. Aquél había sido siempre su problema. Que confiaba en la gente. En la gente como su antiguo novio, como el señor Agüero, como Cristina, como Pamela…
De repente interrumpió sus pensamientos. Pamela.
Se volvió, pero Cristina se había marchado, de forma tan silenciosa como había entrado. Deseaba no haber sido tan grosera. Había intentado prevenirla contra Pamela, advertirle que no debía confiar en ella.
Pero Pamela había resultado muy convincente, ofreciéndole compasión y apoyo. Igual que el señor Agüero. No debía olvidarlo.
Se sentó en el borde de la cama y empezó a morderse una uña, distraída. Se preguntó cuál sería la verdad en caso de que Pamela sólo le hubiera contado embustes.
El motivo que tendría para hacerlo no podía ser otro que el hecho de que quisiera que se mantuviera alejada de allí. Claro que si Peter le había prometido que se casaría con ella no tenía nada que temer. Aquello podía significar que Peter no había hecho tal promesa. Pero se le estaba acabando el tiempo, y aquella noche tenía que elegir a su esposa, mientras el clan estuviera reunido, tal y como exigía la tradición. Pamela sólo quería asegurarse de que tenía el campo libre.
Se puso en pie de un salto, pensando en la sufrida novia que estaba dispuesta a perdonar las infidelidades de su novio mientras se compadecía de sus víctimas. Había representado a la perfección su papel. Lástima que el personaje fuera completamente inverosímil. Todo había sido un intento frío y calculador de profundizar la confianza de su rival. Por supuesto, el hecho de que su confianza se encontrara en un nivel más bajo había facilitado enormemente su trabajo.
Siempre cabía la posibilidad de que Pamela le hubiera dicho la verdad y ella estuviera intentando aferrarse a un cabo ardiendo, pero sólo podía averiguarlo si bajaba y se enfrentaba a Peter. Podía acabar sufriendo la mayor humillación de su vida, pero era un riesgo que debía correr. No estaba dispuesta a correr a ocultarse, como de costumbre. En aquella ocasión iba a quedarse para luchar.
Se puso a toda prisa el vestido, se colocó el broche, se lavó la cara y salió por la puerta.
Seguía cerrada con llave. Pero no tenía tiempo para preguntarse cómo había conseguido entrar Cristina. Ya se preocuparía por ello más adelante.
Abrió y salió al pasillo. En aquel momento los músicos estaban tomándose un descanso, pero podía oír el sonido de las conversaciones y las risas procedentes de la sala de baile. Cuando llegó al final de la escalera tenía la boca seca. Resistió el impulso de volver a subir, respiró profundamente, y con la cabeza muy erguida atravesó las puertas que conducían a la sala.
Su repentina aparición desató un murmullo entre los invitados. Observó de reojo que todos se volvían para mirarla. En el extremo, delante de la enorme chimenea, un grupo de hombres y mujeres de aspecto distinguido charlaban animadamente con Peter, pero también ellos se volvieron para mirarla al ver que se abría camino.
Tuvo la impresión de que tardó una eternidad en atravesar el salón. Cada paso requería todas sus reservas de valor y determinación. Su corazón latía cada vez con más fuerza. Peter estaba radiante con su traje de chaqueta. Examinó su enigmática mirada, preguntándose si denotaba placer, cólera o indiferencia. Pero era como un libro cerrado. No encontraba ninguna pista sobre sus emociones en su expresión.
Pamela estaba agarrada de su brazo, con ademán posesivo, y su expresión no admitía lugar a dudas. Estaba furiosa.
Le devolvió la mirada con tranquilidad y dijo:
—Hola, Pamela. Se me ha pasado el dolor de cabeza, así que al final he decidido bajar y unirme a la fiesta —sonrió y miró a Peter—. ¿No vas a presentarme a tus amigos?
Por debajo de su tranquila fachada, estaba temblando. Tenía la impresión de que se iba a derrumbar en cualquier momento.

Capítulo 37
Peter la observó detenidamente y al fin esbozó una sonrisa. Soltó el brazo de Pamela y dijo:
—Me alegro de que se te haya pasado, Ladydark. Ya pensábamos que habías decidido tomar otro baño.
Los asistentes rieron. Lali se volvió y vio que Cristina la miraba sonriente desde una esquina. Alguien le pasó un vaso de whisky. Bebió un sorbo, lo saboreó durante un momento, y asintió muy seria:
—Un whisky excelente. Whisky escocés.
Los acompañantes de Peter la miraron sorprendidos.
—Será argentina, pero tiene sentido del gusto. Hasta sabe apreciar un buen whisky —comentó alguien.
Lali bebió otro sorbo y rió.
—Me gustaría conocerlos. La verdad es que esta tarde vi las etiquetas de las botellas.
Su confesión desató una carcajada.
—Por lo menos es sincera.
Peter le dedicó una sonrisa. No era la primera vez que lo hacía, pero nunca había sonreído así. Y sus ojos adquirieron la tonalidad cálida.
Después, pasó un brazo por sus hombros y empezó a presentarla.
—Cameron, te presento a la señorita Lali Espósito.
Lali miró al alto y distinguido caballero de pelo blanco. Le tendió la mano, diciendo:
Como é que você senhor?
-  El hombre la miró sorprendido.
Você pode falar Português?—preguntó.
Lali se esforzó por encontrar las palabras adecuadas.
Eu estou tentando … —dijo con inseguridad.
—Así que estás aprendiendo —dijo sonriendo—. ¡Está aprendiendo portugués! A este paso, pronto lo hablará como una nativa.
El resto de las presentaciones transcurrió con rapidez. Oyó demasiados nombres como para recordarlos. Cuando terminaron, Peter la condujo de la mano al centro de la pista de baile, y alzó los brazos para pedir silencio. En cuanto el sonido cesó, Peter se sacó un saco de cuero del bolsillo y susurró a su oído:
—Estoy orgulloso de ti. Ahora mantén la cabeza bien alta. Eres la mujer más bella de esta sala, y quiero que todos vean lo que voy a hacer.
El cuerpo de Lali tembló como una hoja agitada por la hierba cuando Peter sacó la gargantilla de diamantes y esmeraldas y se la puso alrededor del cuello. Dio un paso atrás para observar el efecto, y después, poniéndole las manos en los hombros, se inclinó para besarla con ternura.
Después se irguió, como un orgulloso guerrero celta que supervisara sus huestes y declaró con voz firme:
—Esta es la mujer que elijo como mi esposa —se detuvo para añadir más dramatismo antes de seguir con la formalidad—. Si hay alguien aquí que se atreva a poner en entredicho su capacidad para ser la primera dama del clan, que hable ahora.
Todos guardaron silencio. Peter miró a su alrededor y asintió, sonriente.
—Entonces, ¿todo el mundo aprueba mi elección?
El rugido de aprobación que llenó la sala hizo temblar las arañas de cristal. Todos los invitados corrieron hacia ellos, para felicitarlos.
Poco a poco fue cesando el bullicio. Se brindó con profusión, y la banda amenizó con su música una fiesta de la que se hablaría durante generaciones.
De repente, Cristina estaba a su lado, con un vaso de whisky en una mano y un cigarrillo en la otra. Llevaba la misma falda y el mismo jersey que siempre, y Lali no podía imaginarla con otra cosa.
—Bienvenida al clan, Ladydark —dijo sonriendo.
Lali le devolvió la sonrisa.
—Gracias, Cristina. Y gracias por venir a…
Cristina la interrumpió y se volvió hacia Peter.
—Me ha gustado mucho tu discurso. Según las leyes del clan, Lali y tú estáis casados, pero sería una buena idea que os apresurarais a hacer todo el papeleo —bajó la voz—. Lo digo por tu tío.
Peter asintió.
—Como de costumbre, piensas en todo. Cameron es juez de paz. Seguro que se presta a celebrar la ceremonia. Ahora mismo voy a pedírselo.
Lali seguía intentando asimilar lo ocurrido. Acababa de convertirse en la esposa de Peter. Era otra de aquellas incomprensibles costumbres de los clanes. Pero, por si alguien dudaba de la legalidad de aquel procedimiento, estaba a punto de confirmar su boda en una ceremonia civil. Se sentía aturdida y feliz. Necesitaba sentarse para recuperarse de la impresión, pero sabía que no le iba a resultar posible.
Peter apretó su mano y la miró preocupado.
¿Te encuentras bien? Estás muy pálida. Lo podemos dejar para más tarde, si quieres.
Lali respiró profundamente y sonrió.
—No te preocupes por mí. Es que todo está pasando demasiado deprisa. Aún estoy intentando acostumbrarme a la idea de que eres mi marido.
Volvió a respirar profundamente y sintió que el color volvía a sus mejillas.
No dejó de estrechar manos y recibir felicitaciones mientras Cristina organizaba la ceremonia en menos de media hora. Lali eligió a Ingrid como madrina, y Peter eligió a Carlos Zambrano como padrino. Cameron, el juez de paz, estaba ante ellos listo para comenzar cuando Peter exclamó:
—¡Espera! ¡No tengo un anillo para Lali!
Cristina dio un paso al frente y le entregó un paquete.
—Afortunadamente, llevaba esto encima —miró a Lali con un brillo en los ojos—. No te preocupes. Será de tu tamaño.
No lo dudó por un momento. Si Cristina lo decía, era de su tamaño.

Continuará...

17 comentarios:

  1. OK, asi esta mucho mejor! El enojo ya se me pasó jajajaja
    JKADHASUFG AMÉ estos dos caps ;)
    Toma Pamela morite de la envidia :)
    Me encantó que Lali le hiciera frente y se mostrará graciosa con la gente :)
    Espero mas!
    Un beso y suerte en tu semana .)

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  2. Continuando con el misterio de toda la historia, esto es genial más!

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  3. podes subir uno pas por el amor de diosssssssss daleee y te amo mas que ase rato y ahoritaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa jjejejejeejej quiero ver todoooo daleeeeeeeeeeeeeee

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  4. como te dije ayer, cuando llegara de la facultad iba a mirar si habias subido cap =) y me alegro muchisimo saber que subiste 2 =P

    aahhhh ADORO a Cristina, es obvio que Pamela es una mentirosa aprovechada y regalada aaahhh la odio

    espero mas nove =) besosss!!!

    PD que te vaya bien la semana con todo lo que tienes que hacer =) BESOS!

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  5. qeu hermosuraaaaaa de caps ... como amo esta novela !!
    golpe bajo para Pamela jum jum jum !!
    ahorita yo quieroo que la sigas por favorr (bueno cuando puedas ) !!

    karen

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  6. Menos mal k LAli pensó un poco, y sopesó los pros y los contras ,d lo k le dijo la palmera, y se decidió x seguir su corazón.

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