sábado, 22 de septiembre de 2012

"Llegada del Mar" Capítulo 29





Subo muy tarde lo sé...
El capítulo va dedicado para  vale primera en firmar!
Besos
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—Sí, pasé a visitarla. Estuve un par de noches en la casa de su familia. Siempre hago lo posible para visitar a los amigos cuando me encuentro en sus lugares de residencia.
—Magnífico. ¿Lo ves? No necesitabas saltar a mi yugular —dijo, contando hasta diez antes de continuar—. Me gustaría conocerla. ¿Vendrá al Gran Lanz?
—Oh, sí, por supuesto que la conocerás —sonrió—. No se perdería algo así por nada del mundo.
—Muy bien, muy bien, me alegro.
Lali miró por la ventanilla del vehículo, incapaz de mantener la farsa de su aparente desinterés.
Llegaron a Inverness poco después del mediodía y aparcaron junto al río, justo al otro lado del viejo castillo que se elevaba en la colina. Después cruzaron el puente que llevaba al centro de la ciudad.
—Podemos comer e ir más tarde de compras. Luego te daré una sorpresa —dijo, mirando su reloj—. Dentro de dos horas, para ser precisos.
Lali no estaba de humor para sorpresas, pero no dijo nada porque no quería empeorar la situación.
Al llegar a una esquina, Peter se volvió hacia ella y preguntó:
—¿Qué clase de pubs te gustan más? ¿Con música alta o más tranquilos?
Lali puso los brazos en jarras y lo miró con dureza.
—No me conoces en absoluto, ¿verdad? No tienes idea de quién soy en realidad.
—No, no te conozco —aceptó, divertido por el reproche—. Sólo sé las cosas que me cuentas, pero poco más. No hemos pasado suficiente tiempo juntos, ¿no es cierto? Pero estoy intentando aprender.
—Bueno, pues lo primero de todo es que no me gustan los sitios demasiado ruidosos. De modo que si no tienes nada mejor que ofrecer, preferiría ir a un restaurante.
Peter le ofreció un brazo con galantería.
—Muy bien. Conozco un lugar muy adecuado.
El restaurante que eligió ofrecía una bella vista del puerto deportivo y del canal que vertía sus aguas en el lago. Lali no tenía demasiada hambre, de modo que pidió una simple tortilla y un café mientras él daba cuenta de un enorme bistec.
Cuando terminaron de comer, pagaron y se dirigieron al centro de la ciudad, que parecía inundada por cientos de turistas. Pasearon hasta que llegaron a un centro comercial muy elegante, bien distinto de las tiendas que atiborraban las calles principales. Todos los productos que ofrecían eran selectos, de buena calidad y bastante caros.
Peter caminó hacia un establecimiento en particular, especializado en trajes y en accesorios. La dependienta, una mujer de mediana edad, lo saludó con efusividad. Estuvieron charlando durante unos minutos en portugués, antes de que la presentara.
—Mairi, te presento a Lali Espósito. Necesita un broche para un vestido.
La mujer sonrió amistosamente.
—Creo que tengo algo perfecto para ti, Lali. Entonces se dio la vuelta y sacó un broche que estaba envuelto en un saco de terciopelo negro.
—Está hecho con perlas, y la montura es de plata. Es único en todo el país. Sólo se hicieron diez, y nueve están en manos de nuestros clientes de oriente próximo.
Lali observó el broche fascinada, demasiado asombrada como para tocarlo.
—¿Y bien? ¿Te gusta? —preguntó él.
Ella asintió.
—Es precioso.
—Muchas gracias, Mairi. Envuélvelo.
Lali notó entonces que ni siquiera se había molestado en preguntar el precio.
—También necesitará algo para el pelo —continuó Peter—. ¿Puedes encargarte de ello?
—Por supuesto. Tenemos muchas peinetas, pero no le quedarían bien con ese precioso tono negro.
Entonces abrió un cajón y sacó una hermosa cinta de satén rojo. Cortó un trozo, salió de detrás del mostrador y se lo colocó en el cabello, haciendo un lacito.
Peter observó el resultado y asintió satisfecho.
—Creo que servirá.
Lali lo observó mientras extendía un cheque, pero no quiso saber a cuánto ascendía. La irritación y el agradecimiento no encajaban bien.
Se marcharon de la galería y esta vez la llevó a uno de los centros más populares, una famosa cadena de tiendas. Echaron un vistazo al panel que había en la entrada y acto seguido subieron por las escaleras mecánicas hasta la planta de señoras.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó ella.
—Pienso comprarte un sombrero.
—No llevo nunca sombreros. No me gustan. No me quedan bien.
Peter hizo caso omiso de su protesta e hizo un gesto a una dependienta para que se acercase.
—La señora querría un sombrero. Algo con ala ancha. Cuanto más ancha, mejor.
La dependienta sonrió.
—¿En algún color en particular, señora?
—Supongo que algo que vaya a juego con lo que llevo puesto.
En cuanto se alejó, se inclinó hacia Peter, irritada.
—¿Se puede saber a qué estás jugando? Primero me dices que te gusta mi pelo tal y como lo tengo y después insistes en comprarme una cinta y un maldito sombrero.
—Tengo una buena razón. Haz lo que te he dicho y deja de discutir. Prometiste que confiarías en mí, ¿recuerdas?
Lali suspiró y se rindió. Diez minutos más tarde estaban de nuevo en la calle. Lali llevaba una enorme pamela de color gris claro.
—Debes tener una buena razón para obligarme a ponerme algo así —murmuró irritada—. Te dije que los sombreros no me quedan bien.
—Estás encantadora —aseguró.
—Yo diría que más bien ridícula.
Caminaron unos cuantos metros antes de que Peter se detuviera ante otra tienda, en la que también entraron.
—Buenas tardes. Querría unas gafas de sol para señora. Las más grandes que tenga.
Lali se cruzó de brazos, dio un golpecito en el suelo y levantó la mirada hacia el techo.
Dos minutos más tarde regresaban al exterior. Esta vez no sólo llevaba la pamela, sino también unas gafas gigantescas e igualmente ridículas. Se preguntó cuál sería la siguiente sorpresa. Tal vez pensara comprarle unas botas de pescador de color verde.
Peter miró el reloj y dijo:
—Falta media hora. ¿Qué podríamos hacer? ¿Tomar otro café?
—Yo preferiría esconderme en algún sitio donde nadie pudiera verme. Aunque supongo que otro café no me vendría mal. Pero intenta encontrar un lugar que esté vacío, ¿quieres?
—Si lo hago, te aseguro que el café no merecerá la pena.
—Estoy dispuesta a arriesgarme.
Descubrieron un pequeño café en una calle secundaria. Se sentaron y ella aprovechó el momento para librarse de las gafas.
—Supongo que no tienes intención de contarme qué pretendes, ¿no es cierto? ¿Qué sentido tiene lo del sombrero y las gafas? Son ridículos y cualquiera podría verlo. ¿Es que pretendes burlarte de mí?
Lali tuvo la impresión de que durante unos segundos un brillo de simpatía apareció en sus ojos. Pero se desvaneció de inmediato.

Continuará...

10 comentarios:

  1. ja ja!!! Para que será todo eso?? Más! Me encanta!

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  2. Creo que no me gustaria estar en el lugar de Lali!
    Jajajaj pobrecita! Quiero saber que esta tramando Peter!
    MAAAAS!

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  3. mas noveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee me encants!!!

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  4. con todos los tipos de sombreros que hay, justo una pamela le tuvo que comprar?¿??

    donde la va a llevar... por lo que esta haciedndo parace que no queireque nadie la reconozca.

    espero mas nove

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  5. ME MUERO DE LA INTRIGA!!!! QUIERO SABER YA !!!

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  6. espero mas nove BESOS!!!!!!!!!!!! <3

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  7. Me encantan los sombreros,jajaja,pero parece k el d Lali es enorme.

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